EDITORIAL

La pelea dentro del movimiento obrero

Las declaraciones anticomunistas del líder metalúrgico Juan Belén fueron relativizadas por sus pares gremiales y por el propio gobierno nacional. Según Moyano, las palabras de Belén no son representativas de lo que piensa el movimiento obrero organizado, aunque de ser así habría que preguntarse por qué al mismo tiempo estos mismos dirigentes defienden el modelo sindical peronista y se oponen con uñas y dientes a que se reconozca entidad jurídica a la CTA.

Más allá de las filiaciones ideológicas de algunas corrientes internas y de la misma CTA, lo que queda claro es que lo que fastidia a los burócratas sindicales peronistas, es la apertura de un proceso de democratización sindical que ponga punto final a sus abusivos privilegios. Si Belén se expresó de manera brutal y recurriendo al tradicional maccarthismo de la burocracia peronista de los años setenta, no quiere decir que su pensamiento sea marginal cuando todo parece indicar que en el fondo -palabras más palabras menos- lo que dice Belén, es lo que piensan los principales dirigentes sindicales con Moyano a la cabeza.

En ese sentido a las palabras hay que otorgarles su verdadera dimensión. Cuando estos dirigentes aseguran que el modelo sindical vigente ha dado excelentes resultados al país, hay que traducir estas palabras diciendo que a quien le ha dado excelentes resultados, es a esta singular oligarquía gremial que desde hace décadas maneja al movimiento obrero con métodos antidemocráticos y prácticas mafiosas.

Si efectivamente la traducción política del concepto “oligarquía” es gobierno de pocos, el término encaja muy bien para designar a este verdadero factor de poder de la Argentina que se conoce como burocracia sindical peronista. Es verdad que todo país moderno dispone de poderosas estructuras gremiales, pero no es menos cierto que estas estructuras están democratizadas y controladas.

Por el contrario, en la Argentina, los sindicatos poderosos son verdaderas fortalezas manejadas por señores feudales que se eternizan en el poder además de enriquecerse de manera desvergonzada. Los vicios más detestables de la política criolla anidan en estos aparatos gremiales: el clientelismo en sus versiones más brutales, el matonaje reclutado en las orillas de la sociedad, la corrupción cada vez más escandalosa y los negocios con el Estado en más de un caso a través de métodos extorsivos.

No es casualidad que hace unos meses se conocieron los negociados con medicamentos en mal estado. Por supuesto las víctimas de estas “picardías” sindicales son los jubilados, las personas mayores y todos los que reclaman de medicamentos para atender enfermedades terminales. Tampoco se puede atribuir a la casualidad que la ex ministra Graciela Ocaña haya advertido al gobierno nacional que el dinero de las obras sociales que aporta el Estado, va a los insaciables bolsillos de los dirigentes sindicales.

En ese contexto, a nadie le debería llamar la atención que cualquier intento de democratización o control sobre los aparatos gremiales pongan muy nerviosos a los beneficiarios de este escandaloso régimen oligárquico montado desde hace más de cincuenta años entre burócratas corruptos y funcionarios complacientes.