Música para  derribar barreras

Músicos en la escuela Falucho, que se sumó en 2008 al proyecto.

Música para derribar barreras

Hace dos años se puso en marcha el programa SOS Música. Ahora reúne a 200 chicos y chicas de 8 a 14 años que ya formaron tres orquestas en escuelas de la ciudad. Una experiencia de integración que va mucho más allá de la enseñanza de notas y acordes.

TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. NÉSTOR GALLEGOS, ALEJANDRO VILLAR Y EL LITORAL.

El grupo se arremolina frente a la puerta que, con toda intención, permanece abierta. En respetuoso silencio, los dueños de esas miradas no se distraen ni un solo momento. Los oídos atentos y ajenos al bullicio del patio captan un sonido al que se va llegando de a poco, a medida que se recorre la galería que conduce al aula donde ese mediodía ensaya, con público privilegiado, la orquesta de la escuela José Gálvez.

Violines y violoncellos en mano, chicos y chicas de alrededor de 10 años desgranan los acordes que integran el repertorio. El mismo que finalmente fue presentado al público el 15 de noviembre cuando -junto a otros músicos de la misma edad- acompañaron a la Banda Municipal en el marco del concierto que ofreció la agrupación para homenajear los 436 años de la Fundación de Santa Fe.

La orquesta de la Escuela Gálvez fue la primera en integrar el proyecto SOS Música, que puso en marcha dos años atrás la Universidad Nacional del Litoral y que, con el traslado del equipo de Cultura al Gobierno de la Ciudad, pasó a la órbita del municipio. Desde entonces se sumaron dos nuevos establecimientos a la experiencia: las escuelas Falucho y Malvinas Argentinas.

CAMBIAR EL PRESENTE

“La música cobra sentido como un vehículo para integrar a chicos y chicas a la vida cotidiana de la ciudad, no solamente cambiarles la vida o el futuro, sino su presente”. Quien lo dice es Gustavo Nardi, músico, mentor y director de esta iniciativa que recoge a la vez experiencias anteriores. Y avanza en la definición: “utilizamos la música para atraer a los chicos, para integrarlos y que aprendan a funcionar en grupo, para establecer pautas y normas y, sobre todo, para demostrarles que confiamos en sus capacidades y que ellos mismos se sientan capaces de ser responsables, de esforzarse por algo”.

La recompensa a tanto esfuerzo es la entrega del instrumento para que se lo lleve a su casa y pueda practicar y avanzar con su aprendizaje. Este es uno de los momentos claves del proyecto: el otro - “el más ansiado por los chicos”- ocurre cuando se concreta la presentación en público, instancia a la que se llega luego de atravesar otras etapas que consisten en un curso introductorio con nociones básicas de teoría musical; clases de instrumento en grupos muy reducidos y luego individuales, para concluir en el armado de la orquesta y la interpretación de las obras.

Nardi residió tiempo atrás en el sur del país y organizó un programa similar en la provincia de Neuquén, aunque reconoce que “la música como método integrador se viene trabajando desde hace más de 30 años en Venezuela y más de 10 años en Paraguay. En nuestro país hay ciudades donde se pusieron en marcha talleres con experiencias similares y, si nos remontamos al pasado, llegamos a los jesuitas cuando utilizaban la música como forma de integrar a otras culturas”.

Como se dijo, la experiencia se desarrolla hasta el momento en tres núcleos: cada vez que se abre uno nuevo las orquestas ya consolidadas participan con su música como una forma de dar testimonio y de lograr la integración que se impulsa como uno de los objetivos y que se hizo palpable en el mencionado concierto junto a la Banda Municipal.

Pero esa integración -término que aparece en todas sus acepciones durante la charla con Nosotros- no termina en experiencias locales: “el paso en el que estamos es el de vincular nuestro programa con otras iniciativas que hay en el país”. Para ello se están haciendo contactos con Buenos Aires que ya cuenta con un esquema de orquestas barriales. Para el año que viene el objetivo es organizar encuentros en Santa Fe e invitar a orquestas de otros lugares de la provincia, del país y de naciones limítrofes -como Paraguay- para que se encuentren chicos de otras ciudades pero también los profesores y organizar, para ellos, jornadas pedagógicas.

TODA UNA ELECCIÓN

Al fin se produce una pausa en el ensayo que ese día está bajo la batuta de Lautaro Díaz Geromet -uno de los siete profesores que integran el proyecto- , y es la ocasión de hablar con los chicos. Malena es quien cuenta que le gustó cómo sonaba el violoncello porque “las cuerdas son suaves” pero no niega que, al principio, instrumento y anatomía tuvieron que adaptarse. Es que el tamaño del cello es todo un tema -“es pesado, me costó acomodar los dedos”-, pero a fuerza de práctica y en mérito a sus progresos ya se lo lleva a casa para practicar. Su hermano Exequiel eligió el violín y también fue progresando en cuestiones de suma importancia como la postura y la forma de acomodar la mano para extraer los mejores sonidos. Hoy también sigue su práctica en casa.

Carolina empezó este año en la orquesta y asegura que su melodía preferida para tocar con el violín es “Fantasía”. A su lado Ayelén coincide en gustos e instrumento y aporta que el aprendizaje le demandó, entre otras muchas cosas, sentarse más derecha.

Milena eligió el violoncello, aunque uno más pequeño para que sea fácil de interpretar desde su estatura: “para que quede derecho lo sostengo con las piernas y lo apoyo en el pecho”, describe. Por el mismo instrumento optaron Axel, Noelia y Fátima, a quienes atrapó el sonido de las cuerdas y desde entonces progresan con cada práctica.

Es hora de volver a clase y, para cerrar la charla, Johana afirma que en los ensayos si un compañero se equivoca no se ríen. No son simples palabras. El respeto es una de las pautas de conducta que se trabajan con el grupo, además de la puntualidad, la asistencia y el comportamiento.

Y fuera del grupo, ya en la escuela y el barrio, el trabajo en la orquesta posibilita, en la opinión de Nardi, “un vehículo de expresión que no sea la patada, el grito o el insulto, sino una vía de comunicación entre ellos que se produzca casi sin hablarse. por el mutuo interés. Además, en esta circunstancia, un chico tiene la posibilidad de ser protagonistas, no por ser el más fuerte, sino por ser el más sensible, lo cual es todo un desafío”.

“UNA REVOLUCIÓN SILENCIOSA”

Afuera del aula donde acaba de retomarse la clase, Isabel espera paciente: sus hijos, Malena y Exequiel integran la orquesta, ella con violoncello y él con violín. Hace varios meses que acompaña a los chicos en la tarea y lleva documentadas todas las instancias importantes: “Filmé los lugares donde fueron a tocar, cuando estuvieron en la escuela Falucho y en la Malvinas Argentinas, y cuando el intendente (Mario Barletta) entregó los instrumentos...”, cuenta a Nosotros. Y reconoce que formar parte del proyecto “es una responsabilidad” y que “hay que darse un poco de tiempo con los chicos”.

El trabajo no termina en la escuela: en dos años diez alumnos de violín y seis de violoncello se integraron al Liceo Municipal y a la Escuela de Música. “Esta es una pequeña revolución silenciosa desde el punto de vista social y también musical, porque son chicos que tienen muchas condiciones, con aptitudes rítmicas ya incorporadas y una facilidad especial”, se entusiasma Nardi.

Es que el programa persigue, además de desarrollar aptitudes artísticas, aumentar la autoestima y consideración social de sus protagonistas, generar una formación y posible salida laboral y brindar oportunidades a las clases más desfavorecidas. En las circunstancias geográficas y sociales donde se desarrolla el proyecto, el esfuerzo de las familias se duplica: “Nosotros mismos nos sorprendemos de cómo los chicos están cambiando, cómo cambia su entorno familiar y todo lo que se está produciendo en los barrios a través de estas actividades”, reflexiona Nardi.

* * *

Termina la jornada e Isabel carga con un violoncello y un violín. Sobre la mano que todavía le queda libre, el profesor acaba de depositar la partitura de “Fantasía” que sus hijos tendrán que aprender antes del próximo ensayo - “de memoria”-, se le indica.

Ella recibe la consigna y sonríe antes de desandar el trayecto entre la escuela y su casa. Junto con la postal del ensayo y la de los niños más pequeños siguiendo la melodía, esa imagen sintetiza, como pocas, el sentido de todo el proyecto.

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Violines y violoncellos integran la propuesta del SOS Música. La comunidad puede hacer su aporte a través del sistema de padrinazgo.

UNA FORMA CONCRETA DE PARTICIPAR

La Secretaría de Cultura de la Ciudad diseñó un nuevo proyecto denominado “Padrinos” con el fin de estimular, promover y fortalecer el programa SOS Música. El objetivo es que todos los chicos que forman parte de los talleres dispongan de un instrumento tanto para las clases, los ensayos y presentaciones de las orquestas, como para el estudio en sus hogares.

Puede integrarse al programa, en condición de padrino, cualquier ciudadano santafesino “con interés de contribuir en la enseñanza artística, de niños y jóvenes en edad escolar, utilizando la música como herramienta para la integración social”. Y lo puede hacer con el aporte concreto de un violín o violoncello, cuya recepción estará a cargo exclusivamente de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad.

Pero no todo termina con la entrega del instrumento: la idea es que quien realice la donación se involucre de otra manera con su destinatario y conozca sus progresos, ensayos, conciertos y todas las novedades de la orquesta. El instrumento donado pasa a formar parte del Programa, y si el alumno o alumna que lo recibe abandona la actividad, se le entregará a otro niño.

Los interesados pueden dirigirse a la sede de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad, San Martín 2076, al Tel. (0342) 457-1885 o vía mail: [email protected].

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Gustavo Nardi, director del proyecto SOS Música.

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En pleno ensayo, chicos y chicas de la escuela José Gálvez, la primera que se sumó al programa.

UN APOYO NECESARIO

“El rol de cada una de las escuelas involucradas en el proyecto SOS Música es fundamental”, afirma el director de la iniciativa Gustavo Nardi. “Constituyen el gran apoyo y la gran ayuda, tanto desde el punto de vista organizativo, a través del reparto de notas a los chicos para convocarlos a los ensayos -por ejemplo-, como también por el seguimiento que hacen de los alumnos y de su situación”.

Esa tarea implica, algunas veces, buscarlos en el aula, volver a “engancharlos” en la actividad, manejar con cierta flexibilidad algunas cuestiones particulares y tratar de no perderlos “justo cuando más necesitan de este apoyo”.

A su vez, “la escuela -confía Nardi- tiene su recompensa porque, indirectamente, el programa posibilita en los chicos un cambio de comportamiento y de actitudes”.

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más datos

TRES ESCUELAS

Hasta el momento, el programa cuenta con tres escuelas núcleos; la Malvinas Argentinas Nº 1255 (Padre Genesio 4799 de Bº Las Flores), la José María Gálvez Nº 27 (Av. Blas

Parera 10255) y Falucho Nº 18 (Av. López y Planes 4151).

APORTE

Hasta el momento, el Gobierno de la Ciudad a través de la Secretaría de Cultura, lleva adquiridos 65 violines y 15 violoncellos. Siete profesores de distintas especialidades son los encargados de la formación de los niños.

CONDUCTA

Además de la enseñanza de música, el programa atiende a cuestiones como la puntualidad, asistencia,

comportamiento y el respeto al grupo.

ETAPAS

El aprendizaje se desarrolla en distintas fases; curso corto introductorio con nociones básicas de teoría musical; clases de instrumento en grupos muy reducidos y luego individuales; evaluación de avances para armar luego una orquesta con obras fáciles y, finalmente, la primera presentación pública.

APRENDIZAJE

Uno de los objetivos es proporcionar a quienes hayan descubierto su vocación, los medios necesarios para que puedan continuar sus estudios en un centro oficial. En sólo dos años, el programa cuenta con diez alumnos de violín y seis de violoncello que ingresaron como alumnos regulares en la Escuela Provincial de Música de Niños y al Liceo Municipal “Antonio Fuentes del Arco”.