Llegan cartas

Paro docente

Carlos Mancinelli.

DNI. 16.303.830.

Señores directores: Otro paro docente. Desde hace un tiempo largo y cada vez con mayor intensidad percibo una sensación de desaprensión, casi absoluta, por el derecho a aprender que tienen nuestros hijos mientras que el derecho a reclamar gana posiciones. Reclamo de la docencia santafesina que ni intentaré discutir en cuanto a su pertinencia. ¿Quién puede discutir la justicia de estas peticiones? Tampoco ahondaré en la responsabilidad e inacción del gobierno en esta cuestión.

Ahora bien, ¿otra vez los chicos deben pagar las consecuencias? ¿A esta altura del año? Con las inasistencias obligadas y prolongadas que causó la pandemia de gripe. En el año 2006, en otro contexto, pero bajo los mismos argumentos, por este medio expresé que los docentes no deben renunciar a su lucha por las reivindicaciones pretendidas, pero deben permitir que nuestros niños estudien; la “tragedia educativa” a la que asiste este país no tiene solución si los chicos no van a clase.

Que las futuras generaciones sean mejores, que los dirigentes políticos y gremiales del mañana estén a la altura de las circunstancias, que contemos con más y mejores profesionales, que las necesidades básicas no aparezcan como insatisfechas y el desarrollo sustentable sea palpable dependen casi exclusivamente de la educación. En el límite de las decisiones, la priorización de éste debe primar por sobre cualquier otra por importante que fuera. Hoy debe comenzar la siembra para cosechar dentro de veinte años o más pero no se puede seguir dilatando el inicio. Estas medidas requieren de decisiones políticas del máximo nivel, pero yo espero (exijo) lo mismo de parte de quienes esgrimen por cualquier medio que defienden la educación: los docentes. Estos paros atentan contra ello, van exactamente en sentido contrario.

Resulta de estricta justicia reconocer que, como padres, no estamos a la altura de las circunstancias, porque no ejercemos el derecho de aprender de nuestros hijos con la firmeza y decisión que corresponde. Asumamos que la educación es un valor social fundamental y por ello irrenunciable como derecho.