De qué crisis hablamos

Miguel Ángel Cappiello (*)

A la magnitud de una crisis visualizada desde el sector salud contribuyen tanto la propia dimensión de un determinado problema de salud como la del sistema. Las crisis precisan la percepción del riesgo de afectación colectiva y de incertidumbre en el riesgo individual. Estoy hablando de la crisis actual como una crisis sociopolítica compleja. No es sólo económica o financiera, ni es sólo social, cultural, sanitaria, comunicacional o política. De alguna manera, es una convergencia de todas ellas, pero que, en su agregación, resulta en una totalidad que es mucho más que la suma de sus partes.

Radicalmente, el origen de la crisis actual se centraría para mí, en la ausencia de valores o de principios compartidos como sociedad que nos hacen perder la capacidad de soñar con un mundo mejor y actuar colectivamente en consecuencia, de manera creativa para enfrentar los problemas.

En su dimensión política, la crisis se ve agudizada por la ineficacia de las instituciones públicas, por la desconfianza de la población en los representantes políticos y por la falta de control que la ciudadanía y el mismo gobierno pueden ejercer sobre las burocracias públicas. Contribuyen también a esta dimensión, las prácticas políticas carentes de fundamentos éticos y la falta de una cultura democrática arraigada en las sociedades latinoamericanas.

En su dimensión social, la creciente fragmentación de identidades socioculturales, la falta de integración y comunicación entre movimientos sociales, la creciente exclusión social y política y el empobrecimiento de grandes masas, hacen inmanejables los conflictos en el seno de las sociedades.

En su dimensión económica, inciden de manera sustancial la globalización de la economía, el auge del capital financiero con su enorme poder concentrador y los múltiples efectos de las sucesivas oleadas tecnológicas en los patrones de producción y consumo. Todo esto, que siempre sorprende a países como el nuestro, en condiciones de tremenda desventaja con respecto a otros.

Así sucesivamente, podría seguir describiendo la crisis desde distintos puntos de vista, fragmentándola para estudiarla, como un buen médico. Sin embargo aquí he de posicionarme como ministro de Salud y tanto como afirmo que si bien no es una crisis esencialmente política, es una crisis que ha de resolverse fundamentalmente en la arena política: en una construcción dialógica de grupos de interés en el territorio, en el interior de sus instituciones, en el gobierno local, provincial o nacional.

Creo que la crisis actual está diagnosticada ya en todas sus dimensiones y sobre lo que no hay consenso es sobre el tratamiento, por eso me propongo discutir el abordaje terapéutico. Desde el sector salud, se observa cuando menos un triángulo de escenarios en esta crisis: población, sistema sanitario y medios de comunicación. Cada vez, hay más medios pero menos empresas de comunicación, que se van concentrando con el consiguiente efecto en la diversidad y pluralidad de la información, de manera análoga a lo que sucede con las empresas del sector salud. ¿Qué hacemos con ello?

¿Cómo hacer para aprovechar la oportunidad en que pone al sistema de salud esta crisis y encaminar así el desarrollo humano en la provincia? Priorizando dos demandas básicas como son: salud y educación, invirtiendo en ellas, pero también innovando en ambos sistemas. En salud, concretamente, buscando la integración de todos los fragmentos del sistema, recuperando valores compartidos, ampliando la clínica para el desarrollo del Sistema Único de Salud (SUS) provincial construido entre todos, e invirtiendo no sólo dinero sino también tiempo y esfuerzo en ello.

Ante una situación de crisis, la repuesta innovadora tiene que surgir del pensamiento crítico, de la problematización, del diálogo y el posterior consenso. Un pensamiento crítico, sea en la clínica o en la salud pública, tiene que extender el campo de los problemas de salud enfermedad, a los problemas de reproducción del hombre en todas sus dimensiones, diría Juan Samaja, haciendo referencia a la dimensiones individual, familiar, societal y estatal, siendo estos dos últimos los de una intervención de mayor potencial.

Si logramos acuerdos en este modo de analizar los problemas, la reforma habrá legitimado una concepción de salud que desborde el espacio de la medicina, un modo de gestionar que no tema los conflictos sino que busque hacerlos visibles, para analizar a partir de ellos la eficiencia de los procesos de atención, una metodología de planificación participativa en la que el proyecto individual y el colectivo sean solidarios.

Concretamente, ¿cómo hacemos eso? Las crisis son sin duda situaciones difíciles, con riesgos y malestares por donde quieran mirarse. Se puede salir de ellas regresando al estado anterior de “equilibrio” o superándolas hacia un estado mejor. El sobreponerse de esta crisis buscando un “Estado” mejor es el objeto de la reforma y nuestra responsabilidad como gestores de la misma. En esta crisis, por ejemplo, el Ministerio de Salud pudo encontrar la solución a los problemas e innovar logrando nuevos ordenamientos para la institución en el camino a la construcción de un Sistema Único de Salud: eficiente, equitativo, universal, gratuito y participativo. Ése es el marco en que los equipos técnicos acompañarán y estimularán la institución de nuevas prácticas.

Para nosotros (el Ministerio de Salud o los sanitaristas), cuando hablamos de construir un Sistema Único de Salud o de un nuevo Modelo de Salud estamos haciendo referencia indirectamente a una crisis buscada en nuestras instituciones: servicios, sistema, normas jurídicas como una necesidad para dar lugar a otro tipo de ordenamiento.

Pensar en comenzar el proceso de Desarrollo a Escala Humana de la provincia de Santa Fe desde el sector salud, surge de entender que en el sector es posible la profundización democrática que se extenderá a otros sectores del Estado. La construcción participativa y territorializada del sistema puede contribuir a revertir la rigidez de sus instituciones, el autoritarismo que suele connotar a las prácticas atención.

El rol tradicionalmente paternalista del Estado puede tornar en rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba y resulten, por lo tanto, más congruentes con las aspiraciones reales de las personas que utilizan los servicios o trabajan en ellos.

Lo que se propone como proyecto sanitario, al hablar de nuevo Modelo de Atención o de una Clínica ampliada, centrada en el sujeto e inseparable tanto de las formas de organización o de los procesos de trabajo, no es más que la expresión concreta de un proyecto político diferente.

Se requieren nuevos referenciales de orden epistemológico, ético, clínico y político, derivados de su vinculación con la superación de las políticas públicas tradicionales de salud. Debemos favorecer que la ciudadanía participe activamente en estilos de vida saludables o en la educación para gestionar mejor su propia salud. Algunos pueden pensar que la actual situación económica no es el marco idóneo para esta discusión. No pueden estar más equivocados. La crisis nos obliga a reforzar el sistema sanitario público para que pueda seguir siendo un instrumento garante de equidad y cohesión, dado que el sistema sanitario es un sector económico de primera magnitud, productivo y competitivo, que combina desarrollo local y global e implica al sector primario, secundario y terciario, fomentando la innovación.

Ante los retos globales, compromisos locales. Soluciones a escala humana, nuevos vínculos que permitan asignarle de manera creciente sentido colectivo a las prácticas en salud.

(*) Ministro de Salud, provincia de Santa Fe.