AL MARGEN DE LA CRÓNICA

Los números del temor

Un cable de la agencia informativa EFE echó algo de luz en esa sensación que sube desde el centro del estómago hacia la boca en el momento de abordar el avión. El miedo de volar, la sensación de abandonar nuestra querida tierra en busca de la antinatural tarea de transportarse por el aire -cuando fuimos creados para no superar los 8 kilómetros por hora en nuestros desplazamientos- tiene -desde hace años- un nombre concreto: aerofobia.

El cable de referencia sostiene que el 41% de las personas con miedo a volar teme a un accidente en pleno vuelo y otro 23,6% tiene pánico a las turbulencias, lo que ubica a estos dos factores como los principales miedos de los aerofóbicos, de acuerdo con una encuesta difundida días atrás en nuestro país.

La investigación, realizada por la organización no gubernamental Poder Volar, revela además que otros momentos críticos del vuelo para quienes padecen aerofobia son el despegue (10,5%), el aterrizaje (2,8%) y los ruidos (1,4%), mientras que un 3% de los encuestados teme a que se produzca un problema con el motor.

Del sondeo, realizado entre 424 personas que padecen “estrés aeronáutico”, se desprende además que el 16,7% de los fóbicos se automedica para controlar sus miedos y que el 7,5% toma medicamentos recetados por un psiquiatra.

Casi la mitad de los consultados no tiene temor a otro medio de transporte, pero un 29% admitió que, además del avión, le teme a viajar en un ascensor y el 27%, a los viajes en barco.

El estudio reveló que la aerofobia afecta principalmente a personas de mediana edad que están atravesando la etapa productiva y reproductiva de su vida, con una leve mayor incidencia entre las mujeres.

Hasta aquí los fríos números que, como casi siempre ocurren, apenas si describen pero nada dicen de los procesos internos, de los temores, de la sudoración copiosa y de las manos frías que se aferran a los remates metálicos de los incómodos asientos como una forma de soportar el vuelo que, si se tiene suerte, será corto y con buena meteorología.

Es de lamentar que nada dice la encuesta de aquellas personas -como la que escribe estas líneas- que tiene miedo “a-los-ruidos-que-acompañan-el-despegue-porque-pueden-anticipar-una-caída-abrupta-en pleno vuelo-por-efecto-de-las-turbulencias que-seguramente-afectarán-el-tren-de-aterrizaje-que-nos-conducirá-a-un-final-fatídico”.

Para los que tienen miedo no existen razones como aquellas que marcan que se trata del transporte más seguro, más efectivo, que la parte más insegura suele ser el traslado al aeropuerto y que la tasa de siniestralidad es bajísima.

Para quien tiene miedo no hay razones y sólo tiene delante un monstruo de aluminio, plástico y cables que, por un momento, nos quiere hacer sentir Icaros forzozos.