Tribuna ciudadana

El “saco roto” para las propuestas

Osvaldo A. Acastello

Las oportunidades

son como los amaneceres;

si uno espera demasiado,

se los pierde.

William Ward

El repaso de mis archivos me trae a la memoria una nota que, siendo Presidente de la Cámara de Comercio Exterior de Rafaela, remitimos con fecha 18/01/2005 al gobierno nacional.

Planteábamos el escenario que se produciría de allí en más: el preocupante incremento del “costo argentino”, lo cual agravado por la quietud del dólar, comenzaba a afectar la competitividad de las empresas, tanto en el mercado interno como en la exportación. Señalábamos que la fuerte incidencia de los impuestos distorsivos, las retenciones a la exportación, el impuesto a los débitos y créditos bancarios, la reducción de los reintegros a la exportación, los incrementos salariales en valor dólar, conducirían a la industria a un callejón sin salida. Se destacó el creciente incremento de la inseguridad jurídica que día a día incidía en forma cada vez más negativa. Todo esto siguió agravándose para llegar a hoy con resultados realmente preocupantes: déficit fiscal, pésima distribución del ingreso y con ello el acelerado crecimiento de la pobreza.

Sugerimos en nuestra propuesta y como solución de emergencia, mientras se concretara una modificación total del sistema tributario compatible con un país federal, la deducción de las cargas sociales sobre los salarios del Impuesto al Valor Agregado e Impuesto a las ganancias. Vale aclarar que si bien esto puede considerarse como una reducción de la recaudación, en la práctica no sería tal, ya que en primer lugar quitaría el incentivo de mantener el “trabajo en negro” y a la vez automáticamente crecería el monto de facturación, única forma para poder compensar la propuesta reducción. Se transforma así en un “círculo virtuoso” que cambia el concepto de “costo fiscal” por la “efectiva contribución fiscal”. Se blanquea la economía y se elimina la fuerte competencia desleal que afecta a las empresas que hoy declaran normalmente sus ventas.

Lamentamos que todo esto no sólo “cayó en saco roto” sino que también las empresas están cada día más deterioradas por la falta de competitividad.

Podemos agregar algunos números que más allá de corroborar nuestra preocupación nos indican que la situación tiende a agravarse sin que se vislumbre un proceso de cambio. Con datos del Banco Mundial, somos el 50º país de la tierra. La pobreza, la indigencia y el desempleo nos tienen compitiendo con países del tercer mundo. Esto se agrava por la desigualdad: la diferencia entre el 10 % más rico y el 10% más pobre de la población es 7 veces en Alemania, 16 veces en Estados Unidos y 32 veces en Argentina.

El desarrollo social no es una consecuencia, sino un requisito indispensable para lograr el desarrollo material. Como punto de partida para que podamos instrumentar un gran cambio, tenemos que pensar en la modificación total del sistema tributario. No hay otra salida. Las cargas laborales y el impuesto al consumo contribuyen a desmejorar peligrosamente el nivel de ingresos de los asalariados y afecta en forma negativa a la competitividad sistémica.

El grado de deterioro de la sociedad argentina toca el piso más bajo de los últimos 50 años. Podemos tomar esto como un resultado imperdonable de todos los acontecimientos políticos y sociales que hemos vivido. Pero desde un punto de vista positivo, podríamos considerarlo simplemente como una lamentable experiencia negativa que nos aliente a dejar de repetir los mismos errores. Necesitamos un cambio profundo en todos nuestros valores. Tratemos de consensuar un nuevo modelo de país entre todos los sectores políticos, laborales y empresarios. Un único proyecto con la responsabilidad y obligación del gobierno de turno que nunca podrá cambiarlo sino simplemente administrarlo. Esto no es un invento: los países que mantuvieron coherencia a través del tiempo en su política económica son ejemplos en el mundo. Y en esto podemos involucrar tanto a países desarrollados como en vías de desarrollo, grandes o chicos. Simplemente pensaron con grandeza, no para superar la coyuntura sino para planificar un país cada día mejor posicionado en este mundo que, nos guste o no, está cada día más globalizado. No resignemos la realidad de ser “socios” de Brasil para pasar a ser simplemente una “sucursal”. Si esto sucede, las próximas generaciones señalarán nuestra incapacidad con toda justicia. Hoy podemos revertirlo y está en nuestra en nuestras manos concretarlo. Pero como primera medida tenemos que comprometernos para discutir el modelo y olvidar “el saco roto”.