Una casa de

película, II

Ercilio J. M. Rudi.

Fundador de la Peña Filosofal de Santa Fe.

Señores directores: Agradezco los conceptos vertidos por el Dr. Alberto Niel, en la carta publicada el 8 de diciembre ppdo. Debo aclarar, para que futuros visitantes y amigos no sufran una terrible decepción, que mi casa no se asemeja a un hotel cinco estrellas, ni a una embajada oriental, ni hay profusión de moblajes refinados, ni elementos de alto valor material. Prueba de ello es que ya no la visitan los cacos, que por cinco veces invadieron mi casa suponiendo encontrar elementos de valor y que, luego de revolver y desordenar buscando algún elemento útil a sus fines, se retiraron decepcionados. En realidad, lo único de valor que había y se llevaron fueron mis dos magníficos equipos fotográficos, truncándome por ahora la posibilidad de continuar con una de mis pasiones, la fotografía.

Al amigo Niel, lúcido ciudadano santafesino, que a sus noventa y tantos honra el suelo que pisa y es fuente de sabiduría, es a quien responderé: “Las cosas se ven según el cristal a través del cual se miran”. El Dr. Niel y un buen número de visitantes que conocieron mi casa manifestaron experimentar el encantamiento que habita en sus espacios despojados de materia, pero repletos de sustancia subjetiva. Lo sutil y lo ingrávido se perciben con mayor o menor intensidad, con arreglo al grado de sensibilidad de cada persona, pero es condición excluyente la emanación que emita la fuente: se trate de sonidos, líneas, figuras, volúmenes, colores, piezas literarias, arquitectura o urbanismo. Si el producto es generado a partir de una idea fuerza o motivo conductor y las musas ayudan, el resultado podría alcanzar el grado de obra de arte. El resto va a parar al amontonadero de la mediocridad.

El motivo conductor que me impuse para reciclar y ampliar la casa que compré hace 20 años y aún no he podido concluir fue: “Mirador de la tierra y el agua, y del sol y la luna nacientes”, agregando otra condición excluyente, que fuera multifuncional, o sea, con aptitudes múltiples para adaptarse a las futuras necesidades. Es acertado definir mi casa como “de película”, pues tiene argumento, guión y soporte escénico. Aún “no finita”, casi en estado embrionario, ya manifiesta potenciales perceptibles. En ella, las personas pueden sentirse protagonistas y espectadores. Extras son los duendes traviesos que eligieron morar allí para disfrutar desde los grandes ventanales los amaneceres rojizos del humedal santafesino, o contemplar en cada atardecer la estela plateada que traza la luna naciente sobre el espejo ondulante de la laguna...

Pienso: la morada debe concebirse como un espacio que guarezca pero que no separe, una suerte de burbuja transparente, segura y acogedora, pero integrada a la naturaleza, para disfrutar de ella todo el tiempo. Ahí está la gracia y la magia: hacer mucho con poco; como es el caso del caleidoscopio, que con tres espejitos limpios y unos vidriecitos de colores, nos hace ver maravillas.