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Inseguridad en la costa

José Luis Pagés

Animales sueltos en las rutas son causa habitual de lamentables accidentes. Algunos de ellos son noticia cuando arrojan consecuencias fatales. No obstante, la llamativa frecuencia con la que suceden los trágicos percances, no parece que los funcionarios encargados de velar por la seguridad pública, hagan algo por evitarlos.

Esto se da así, siempre, en cualquier época del año. Con sequía o sin ella los animales deambulan librados a la suerte a lo largo de los caminos. Es el caso de la Costa. El mismo cuadro, se deja ver en las banquinas de la Ruta 1, desde La Guardia hasta Arroyo Leyes, como en la Ruta 168, entre la Fuente de la Cordialidad y el Túnel Subfluvial.

Ahora, arreados por el agua de la creciente los animales buscan las tierras altas, multiplicándose los riesgos a la enésima potencia. ¿Qué ocurre entonces con esta amenaza que está a la vista de todos, excepto de los funcionarios públicos?

En el corredor de la costa no podemos cargar contra la policía, o mejor dicho contra el puñado de agentes que cuida de los poblados más importantes, como San José del Rincón, porque allí, para contar el número de uniformados sobran los dedos de una mano.

Tampoco se puede hacer recaer culpas en la inacción del Estado a quienes hicieron lo posible por desalentar la escalada delictiva que durante 2009 estremeció a los vecinos, dada la ferocidad de los asaltantes que hasta llegaron a matar a un quintero después de asestar otros golpes salvajes contra dueños de otros establecimientos comerciales o casas de familia.

Está claro que poco y nada puede hacer una comisaría con jurisdicción en tan enorme como intrincada geografía si la dotación de personal es escasa y los recursos materiales son inadecuados u obsoletos, cuando no inexistentes. No hay móviles y si los hay no hay combustible.

Las dependencias de la Unidad Regional I _Jefatura del departamento La Capital_, funcionan a pulmón, pero habitualmente, entre semana, los policías suelen quedar en ridículo cuando los actos de rapiña y los delitos contra las personas se dan en simultáneo, ahora en una punta y enseguida en otro extremo del distrito.

Está claro que para preservar el orden y restablecer la tranquilidad del vecindario no bastan las buenas intenciones. La vida y la libertad, también la propiedad de los ciudadanos necesitan de un servicio de Policía y Justicia adecuado a las circunstancias presentes.

Una convivencia civilizada es lo ideal, pero en tanto las condiciones para ello no estén dadas, sería contar con los medios más adecuados y ajustados a la ley.