El impacto social y económico

La sequía acorraló a los productores y peones rurales

Hasta mediados de la primavera, la crítica falta de lluvias quemó los cultivos. También debilitó, mató y expulsó a un tercio de los rodeos ganaderos.

 

Gastón Neffen

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En un criadero de cerdos del paraje El Mate, 30 kilómetros al noroeste de Pozo Borrado, hay un peón santiagueño que trabaja por el mate, la carneada y el bidón de leche, la versión rural del pancho y la coca. “En este momento no le puedo pagar”, confesaba el patrón, a Campolitoral, un martes de mediados de septiembre.

“Tengo hermanos en Buenos Aires, pero me quiero quedar en el campo, acá por lo menos hay alimentos para mis hijos, estoy tranquilo y tengo una casita”, explicó este hombre, que trabajó como hachero, tambero, posteador y peón ganadero.

Su decisión es casi una excepción. El éxodo de “los laburantes” del campo se profundizó por la sequía (también está relacionado con los cambios en los modelos productivos y en el uso de la tierra). Las escuelas rurales son un buen termómetro para medir el ritmo de este “exilio” productivo. Es que detrás de los padres, “corridos” por la falta de trabajo, se van los chicos.

La escuela rural 1027 (Paraje El Mate) en los últimos dos años perdió el 25% de sus alumnos. “Si los changos se van tenemos que cerrar la escuela e irnos”, advertía Héctor “El Chueco” Coria, director de la escuela.

Campolitoral confirmó que lo mismo pasa en otras escuelas del norte. En Fortín Charrúa, la maestra Laura Amarilla cuenta que en 1998 aquí había 70 alumnos. “Ahora, la matrícula bajó a 42 chicos y sigue cayendo”, decía. Un par de kilómetros más al este, en Fortín Chilcas quedan sólo 12 alumnos; y por aquí todos recuerdan el cierre de la escuela “Los Charabones” hace dos años.

El último informe sobre el impacto de la sequía en el norte de Santa Fe (INTA Reconquista, actualizado en octubre) asegura que en la zona de Tostado hay productores a los que sólo les quedó el campo como capital, porque tuvieron que vender el ganado y la maquinaria agrícola. “Se vieron obligados a despedir la mano de obra que los acompaño por muchos años. Esa gente desocupada está realizando changas en los pueblos y otros están barriendo las calles de las ciudades”, afirma el estudio.

Los datos

Las registros de lluvias y las pérdidas económicas se pueden analizar en las cuadros que acompañan esta nota.

El movimiento productivo del norte santafesino en buena parte depende de las vacas. En dos años, se fueron casi un millón de animales de los bajos, de la cuña y del domo occidental. Así se cortó la tendencia del crecimiento en la cantidad de cabezas por hectárea (motorizada por el desplazamiento de la frontera agrícola).

No todos los animales “mordieron el polvo” agotados por la falta de agua y pasto. En septiembre, Juan José Bertero (ministro de la Producción) estimaba que la mortandad de hacienda llegaba a las 400.000 cabezas. El resto de los animales se vendieron barato a los frigoríficos, a los feeds lots o emigraron a regiones menos castigadas por la sequía.

Al mirar la serie histórica de precipitaciones se confirma que en el norte de Santa Fe (ver Departamentos 9 de julio y Vera) la sequía comenzó en el otoño del 2004. Los momentos más intensos fueron los inviernos del 2008 y 2009. En la primavera, las lluvias volvieron de la mano de El Niño. Pero los climatólogos avisan que “la seca” va a volver.

“Las perspectivas climáticas para Santa Fe no son buenas —adelanta Norberto García, doctor en Meteorología (Fich, UNL)—. Se espera que disminuyan gradualmente las precipitaciones en el norte de la provincia (más de un 10 %)”. García explica que toda el área al norte de San Justo va a estar muy castigada por las altas temperaturas.

“En las últimas décadas, tuvimos una época de bonanza con las lluvias, esto permitió el desplazamiento de la frontera agrícola. Pero parece que estamos llegando al límite de ese ciclo”, concluye el especialista de la Fich.

Es una advertencia para tomar bien en serio. Las herramientas para mitigar el impacto de estos fenómenos son conocidas. Se necesitan obras de infraestructura claves (como los acueductos y las perforaciones), planes de manejo integral del agua (en inundación y en sequía), políticas de ordenamiento territorial y la constante capacitación de los productores (para evitar la sobrecarga de hacienda y la explotación agrícola no sustentable).

Este es el desafío. Y parece la estrategia más sensata para prepararse para los ciclos de sequías e inundaciones.

graficos_anuario_2009_A.pdf