EDITORIAL

Recrudece el problema del terrorismo

El azar, el coraje o la buena suerte impidieron que en Estados Unidos un atentado suicida provocara otra tragedia. Los informes oficiales anunciaron con cierto tono triunfalista que el terrorista está detenido, pero si se presta atención a los hechos y sus consecuencias es probable que los funcionarios norteamericanos se vean obligados a disminuir un tanto su euforia.

En principio, lo que el terrorista Umar Farouk Abdulmutalab demostró es que con un mínimo de precauciones y una alta dosis de audacia es posible burlar la vigilancia de los servicios de inteligencia. El hecho de que hayan sido los pasajeros quienes lo hayan detenido es por un lado una buena noticia, pero por otro lado deja abierta una severa inquietud hacia el futuro porque a nadie escapa que la seguridad en los aviones no puede depender del coraje de los pasajeros.

Por lo pronto, la secretaria de Seguridad de EE.UU., Janet Napolitano, admitió que los sistemas de seguridad fracasaron en toda la línea, por lo que será necesario hacia el futuro revisar estos dispositivos. Como se recordará, después del atentado contra las Torres Gemelas, el gobierno de Bush tranquilizó a la opinión pública informando que se habían implantado medidas que hacían imposible otro atentado terrorista. Lo sucedido en los últimos tiempos pone en tela de juicio o relativiza esta afirmación.

Por lo pronto, está claro que después de lo sucedido se incrementarán los controles con las consabidas molestias para los pasajeros. Que los terroristas trasladen sus explosivos en la ropa interior, en envases de remedios o en los zapatos, obliga a estrechar la vigilancia, pero al mismo tiempo esta situación genera infinitas molestias para los pasajeros, aumentan los costos de los seguros, como así también provocará una sensible disminución en los pasajes, situación que afectará a las empresas aéreas y el turismo internacional.

Después de estos acontecimientos -a los que hay que sumar los graves conflictos en Afganistán, Irak y Yemen-, el presidente Obama se ha visto obligado a endurecer su discurso dejando para momentos más distendidos sus primeros mensajes de diálogo con la comunidad musulmana. Si bien se sabe que el terrorismo en el mundo islámico implica a una minoría, es evidente que esa minoría incluye a millones de personas, por lo que la guerra contra el terrorismo adquiere un singular relieve ya que debe librarse en condiciones históricas muy diferentes a las tradicionales.

Al respecto son cada vez más apremiantes los reclamos del establishment norteamericano para que se ponga límites a la labor de financiamiento al terrorismo por parte de los jeques de Arabia Saudita, quienes por un lado hacen negocios millonarios con EE.UU., y por el otro financian la construcción de cientos de mezquitas en el mundo, muchas de las cuales -como pudo probarse- son verdaderos nidos de terroristas. Como se podrá apreciar, el tema es complejo, delicado y se constituye en uno de los grandes desafíos no sólo para EE.UU. sino para Occidente.