La nota

No todos los caminos llevan a Machu Picchu

La antigua ciudad peruana del Cusco es un imán para los turistas por los restos incaicos que la han hecho famosa, pero también se puede gozar de un spa, conocer el trabajo de sus tejedoras o visitar las pozas salineras de los Andes.

TEXTOS. MÓNICA MARTÍNEZ. FOTOS. EFE REPORTAJES.

Cusco está situada a 3.350 metros sobre el nivel del mar, al sureste de Perú, y las caminatas entre sus calles empedradas se ven, algunas veces, cortadas por la fatiga y el mal de altura o “soroche”, que afecta a muchos de sus visitantes.

Pero la visita a ese importante centro arqueológico bien vale la pena y los malestares suelen ser espantados rápidamente con una taza de mate de coca (un té preparado con hojas de coca que funciona como reconstituyente).

Los que prefieren evitarse el soroche en su visita al Cusco tienen desde hace pocos años una nueva oferta hotelera en el cálido valle del Urubamba, camino a la ciudadela de Machu Picchu, donde los turistas pueden moverse más cómodamente a 2.700 metros de altura.

SPA EN URUBAMBA

A través de este valle corre el río del mismo nombre, en medio de bosques de eucalipto y campos de frutales, con cielos despejado e intenso calor la mayor parte del año.

En esta zona, a sólo 40 minutos por carretera de la ciudad del Cusco, se han levantado hoteles que imitan las construcciones campestres, con bungalows equipados con jacuzzi y calefacción en medio de extensos campos de flores y arbustos.

El hotel Sol & Luna es uno de los preferidos de viajeros como el diseñador Calvin Klein o la heredera del desaparecido presidente estadounidense John F.Kennedy, Caroline Kennedy, que se hospedaron recientemente en sus suites.

Este alojamiento tiene un spa llamado “yacu wasi”, o “casa del agua” en idioma quechua, donde el viajero puede recibir un tratamiento corporal, de pies a cabeza, con masajes, mascarillas de barro, chocolate y hierbas aromáticas, sauna y duchas a presión.

Recuperada la energía, el mediodía invita a almorzar en uno de los restaurantes del hotel preferidos por los amantes de las parrillas, el rancho “Wayra” (“viento” en quechua), donde hay una exhibición de caballos de paso, los equinos criados en Perú que tienen un suave trote, muy peculiar, y que simulan bailar un vals.

Félix, el jinete estrella del rancho, suele encabezar también cabalgatas para los visitantes por las inmediaciones del hotel, y conduce por los estrechos caminos que dividen la propiedad de Sol & Luna con las construcciones campestres vecinas, acondicionadas igualmente para hospedaje o restaurantes.

Al caer la noche, la cena es servida en la cava del rancho, donde el chef Nacho Selis presenta un elegante menú con productos locales, como la carne de cuy (conejillo de indias), la quinua (semilla local), el aguaymanto (una especie de pequeño tomate dulce) y la hoja de coca, en diversos platos de fondo o de postre.

Un despliegue de gastronomía de este tipo no puede dejar de lado una buena copa y, por eso, el sommelier del hotel, José Bracamonte, invita a los comensales a un maridaje, entre plato y plato, con vinos y cavas de diversos países.

SAL EN MARAS Y ANDENES DE MORAY

Saliendo de Urubamba, a una hora por carretera de la ciudad del Cusco, se encuentran las salineras de Maras, un conjunto de 3.000 piscinas naturales en las faldas de los cerros, de las cuales se extrae sal para el consumo humano desde la época incaica (hace más de 800 años).

Los comuneros de Maras y Pichincoto se sumergen en las pozas -de la cintura para abajo- en la época de seca (que va de junio a octubre) para recolectar manualmente los cristales de sal que emergen a la superficie, y con esta técnica pueden llegar a extraer hasta 200 kilos mensuales de sal.

Aparentemente, esta zona estuvo bajo el mar y al producirse el levantamiento de la cordillera de los Andes, hace más de seis millones de años, quedó este depósito natural de sal con los sedimentos marinos.

Muy cerca de las salineras se puede visitar también el conjunto arqueológico de Moray, compuesto por unas graderías circulares de 50 metros de profundidad, donde los antiguos peruanos investigaban las características de sus cultivos, especialmente tubérculos, a 3.500 metros de altura.

Los andenes o terrazas circulares fueron utilizados como un laboratorio para desarrollar cultivos de papa y maíz a distintas temperaturas, altitud y características de tierra.

La zona, distante a 74 kilómetros de la ciudad del Cusco, es ahora un conjunto arqueológico protegido por el Instituto Nacional de Cultura, pero los campesinos cultivan cerca para aprovechar las características de ese lugar privilegiado para la agricultura.

Cusco tiene infinidad de lugares para el visitante curioso, de la mano de la historia, de sus artesanos o de su impresionante naturaleza.

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El conjunto arqueológico de Moray, compuesto por unas graderías circulares de 50 metros de profundidad.

LAS TEJEDORAS DE CHINCHERO

Otro destino interesante en los alrededores de la mítica ciudad es el taller de mujeres tejedoras de Chinchero, que han formado una cooperativa para preservar su tradicional método de confeccionar mantas y bolsos con lanas de maravillosos colores teñidos en forma natural.

La cooperativa dirigida por Nilda Callañaupa está formada por 37 mujeres que se dedican a teñir los ovillos de lana de alpaca y oveja sumergiéndolos en grandes ollas de agua hirviendo con hongos, cochinilla, musgo y pimienta para obtener hilos de colores turquesa, verde petróleo, rojo granate, morado o anaranjado.

El teñido natural asegura que el tejido final nunca pierda el color y, por ese motivo, los telares que son usados como cinturones por las mujeres o las mantas de distintos tamaños y diseños mantienen una calidad permanente.

El trabajo de las mujeres abarca todo el proceso de confección: desde el teñido al torcido de la fibra para formar los hilos, y, luego, el tejido en telar con diseños geométricos propios.

Callañaupa se muestra orgullosa de que 18 jóvenes de Chinchero estén actualmente entrenándose en el tejido pues el objetivo era que las nuevas generaciones no pierdan sus conocimientos ancestrales y, además, dar continuidad a las ventas de sus confecciones en Europa y Estados Unidos.

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A una hora por carretera de la ciudad del Cusco, se encuentran las salineras de Maras, de las cuales se extrae sal para el consumo humano desde la época incaica.