De domingo a domingo

Kirchnerismo al límite en crisis bicentenaria

Por Ernesto Behrensen

DyN

Cristina Fernández de Kirchner viene pensando en el año del Bicentenario desde antes de ser presidenta. El tema era motivo de conversación con jefes de gobierno con los que se reunía cuando era Primera Dama. Tal fue el caso de un encuentro que mantuvo con el español José Luis Rodríguez Zapatero en Salamanca, en 2005. Allí, Cristina le comentó las reformas que tenía previsto realizar para la celebración y consiguió financiamiento para la remodelación del edificio del Correo Central para convertirlo en un Museo Cultural en el marco del Proyecto del Bicentenario. Lo que no imaginó entonces fue, en primer lugar, que el año del Bicentenario la tendría como Presidenta de la Nación y, en segundo término, que en sus primeros días debería afrontar una aguda crisis político institucional.

Cuando Cristina era candidata presidencial, se la promocionó como la persona que construiría “la nueva institucionalidad”. En la mitad de su mandato es el funcionamiento de las instituciones el que más cuestionamientos suma. Los últimos días la crisis involucró al Congreso, el Banco Central, la Justicia y el Poder Ejecutivo, en una maraña de marchas y contramarchas de difícil resolución. La utilización de decretos de necesidad y urgencia para pagar deuda con reservas y desplazar a Martín Redrado del Banco Central fue lo que desencadenó esta crisis. El intento de dejar de lado al Congreso en este proceso, su judicialización y haber llevado al límite la legalidad no hacen más que mostrar las dificultades que debe enfrentar el gobierno en el nuevo escenario político que surgió el 28 de junio. Hasta esa fecha, los Kirchner gobernaron con amplias mayorías y abultados recursos. Ese escenario cambió.

El 2010 aparece con mayorías opositoras y serias dificultades financieras. En ese contexto, en lugar de buscar consensos y diálogos, el kirchnerismo hace lo que mejor sabe: redobla la apuesta. En los meses posteriores a las elecciones y antes de que asuman los nuevos legisladores, aprovechó su mayoría para sacar una serie de leyes. Este año, hubiera sido imposible. Fueron los últimos meses en los que pudieron hacer y deshacer a su antojo. Los primeros días del 2010 demostraron que esa etapa culminó. Cada vez le cuesta más al gobierno imponer una iniciativa. Y cada vez le costará más. El camino transcurrido en las últimas jornadas parece demostrar que la “excepción” de los decretos de necesidad y urgencia para imponer sus políticas se convertirá en la “regla”.

Con una oposición mayoritaria en el Congreso, con una imagen deteriorada, con causas judiciales que involucran a funcionarios que trabajaron en los últimos años y con el desgaste de más de seis años de gestión, en el gobierno se aferran a las teorías conspirativas para digerir el mal momento. Así, ahora hablan de un eje Redrado-Cobos-Medios para explicar los errores propios, como antes lo hicieron con el campo, los militares, la Iglesia Católica y cuanto protagonista de la realidad nacional se enfrentaba a ellos. Una muletilla que se profundizó en los últimos meses fue la de embestir contra los medios que no reflejan la “realidad oficial”. También se cuestionan los “intereses” de todos aquellos que se oponen a sus políticas. Ahora, se pide que se los deje gobernar y que no se pongan palos en la rueda. Pero los heridos que fueron quedando al costado del camino en estos años son muchos.

La vorágine de los últimos días muestra a un gobierno que no está dispuesto a retroceder en sus formas de actuar. Cómo se intenta alejar a Redrado del BCRA es un ejemplo. Primero se le pidió la renuncia por teléfono. Ante la negativa del economista se lo amenazó con una denuncia en la Justicia. La resistencia del funcionario obligó a la presidenta a convocar a todos sus ministros, incluso a los que estaban de vacaciones, para firmar un DNU que no respetó los mecanismos establecidos en la Carta Orgánica del Banco para removerlo del cargo, y a presentar una denuncia por incumplimiento de los deberes de funcionario público ante los tribunales. Finalmente, Redrado pudo volver a su sillón tras una decisión judicial.

El escenario que quedó es el de un presidente del BCRA que es removido y reasume en forma alternativa, un Fondo del Bicentenario cuya constitución es aprobada en ausencia de Redrado pero cuyo funcionamiento es incierto, un Congreso con convocatorias realizadas por la oposición y rechazadas por el oficialismo, y viceversa. Una Justicia que tiene en sus manos expedientes cruzados. Un Poder Ejecutivo que sale a buscar a una jueza con la Policía Federal para presentar una apelación. Lo desprolijo del manejo se extendió hasta el límite de anunciar que Mario Blejer sería el nuevo presidente del BCRA mientras el economista desmentía la noticia. Esto se repitió en dos oportunidades. Y las dos veces Blejer, que contrató para el caso a asesores de prensa, se preocupó en aclarar que nadie se había comunicado con él y que no había aceptado ningún cargo.

Cuánto tiempo permanecerá Redrado en su cargo es una incógnita. Pueden ser horas, días o llegar al fin de su mandato en septiembre. Pero está claro que el economista está decidido a resistir. Un año atrás no hubiera soportado una hora en su sillón. Hoy puede darse el lujo convocar a la oposición y consultar -como lo hizo con el duhaldismo- con qué apoyos cuenta y producir un fuerte cimbronazo en el poder. Si la intención era llevar tranquilidad a los mercados con la garantía de que parte de las reservas estarían disponibles para pagar deuda, el objetivo no se cumplió. En todo el mundo corrió la noticia de la crisis argentina. Ante esto, está claro que el gobierno no piensa dar marcha atrás. La cuestión es hasta qué punto podrá gestionar con este nivel de confrontación. Es difícil enfrentar a todos todo el tiempo. Y más cuando el poder no es tan fuerte como antes. Cristina tiene este año numerosos desafíos. Contener la inflación, hacer frente a los compromisos externos, evitar que aumente el desempleo... Todo esto es muy difícil de afrontar con un marco político institucional convulsionado y sin el poder de antaño.

Kirchnerismo al límite en crisis bicentenaria

Mario Blejer, en medio de las idas y venidas judiciales, se encargó de aclarar que no había aceptado el cargo pero es el firme candidato a reemplazar a Martín Redrado.

Foto: Archivo El Litoral

Cuando Cristina Fernández era candidata presidencial, se la promocionó como la persona que construiría “la nueva institucionalidad”. En la mitad de su mandato, es el funcionamiento de las instituciones el que más cuestionamientos suma.

Cada vez le cuesta más al gobierno imponer una iniciativa. El camino transcurrido en las últimas jornadas parece demostrar que la “excepción” de los decretos de necesidad y urgencia para imponer sus políticas se convertirá en la “regla”.