La política y el significado de las palabras

 

La realidad política argentina supera las más exuberantes expresiones del realismo mágico, corriente que proyectara al plano mundial a la literatura latinoamericana. Los entuertos de cada día sorprenden a la ciudadanía que los sigue como si se tratara de un reality show que tiene la particularidad de ser verdaderamente real, con la salvedad de que lo que se juega es el poder político y el set tiene la extensión de la Argentina. Más complicado aún, los espectadores también juegan. De modo que son a la vez observadores y actores de diversa importancia.

En esta trama, nada es lo que parece ser, lo que recuerda a la célebre novela “1984”, del escritor inglés George Orwell, quien creó la opresiva figura del Gran Hermano como jefe político del partido único y guardián de una sociedad vigilada hasta en sus propias casas. En ese libro aparece una sociedad dominada, entre otros mecanismos, por una neolengua que responde a propósitos de control y en las que las palabras significan lo contrario de lo que denotan. Así, el amor es el odio, la paz es la guerra, la verdad es la mentira. Y cada vocablo aparente le da nombre a un ministerio que se encarga de la correspondiente manipulación.

En la Argentina de nuestros días, la calidad institucional es la degradación de las instituciones; la democracia es la autocracia; la pluralidad no es la diversidad sino la multiplicación de la mismidad; el Indec es el disfraz del costo real de vida; el populismo es el aumento de la pobreza. Cualquier coincidencia con la realidad no es pura casualidad.

El gobierno de los Kirchner, que hizo un importante recorrido político con altos niveles de adhesión ciudadana, comenzó a bifurcar su destino de la estima pública en 2007, cuando a la manera de los emperadores romanos, Néstor designó sucesora a Cristina, pensando en una secuencia de alternancias intrafamiliares que los eternizaría en el poder.

Aquel año empezó a vislumbrarse el abandono de la doctrina y práctica del superávit fiscal primario que le daba al gobierno solidez económico-financiera, se empinó la curva del gasto público y, después de las elecciones, se entronizó el ninguneo político de la oposición al tiempo que se disparaban las confrontaciones con diversos actores y sectores de la vida nacional. La principal de ellas fue con el campo, que explotó en marzo de 2008 y hasta ahora no ha concluido. Otra, muy importante, se da con la prensa, represa eficiente de los desbordes del poder a la que apuntan todos los cañones de los Kirchner.

Desde la tribuna, esta fase es presentada como la profundización del “modelo”, aunque en general los analistas coinciden que es un intento desesperado de sobrevivencia en una situación cada vez más negativa generada por sus propias acciones. Ellos atribuyen la declinación a una conjura destituyente, pero su obsesión por la “caja” expresa con claridad una concepción de la democracia que está basada en el sometimiento de los actores. Éste es el sistema que entró en crisis.