llegan cartas

Hasta siempre

 

CPN. Jorge Daniel Spasitch.

DNI. 26.540.279.

Señores directores: La noche del 5 de enero de 2010, nuestra querida y violenta Santa Fe de la Vera Cruz se cobró una nueva vida inocente: la de Carlos Luis Toniutti, asesinado en un ataque en el que también resultó herido su padre. Esto es, palabras más, palabras menos, lo que dicen las crónicas del hecho. Sin embargo, la angustia que siento me lleva a volcar en estas líneas algunas cosas que tengo para decir.

Hablar de la trágica muerte de Carlitos es sumirse en el dolor más profundo, es ahogar la voz en lágrimas de tristeza, es buscar explicaciones a lo inexplicable.

Quienes no tuvieron la fortuna de conocerlo simplemente deben imaginar al ser más amable, cordial, cariñoso, respetuoso y entrañable que Dios haya puesto en la Tierra: así era nuestro Carlitos; así es nuestro Carlitos. Porque si los balazos que le quitaron la vida nos privaron a todos sus seres queridos de la maravilla de su compañía, nunca van a lograr que él no siga vivo en nuestras mentes y en nuestros corazones, en el recuerdo de su andar sin prisas y su bondad siempre sincera, en la añoranza de los bellos momentos vividos. Carlitos era uno más de mi familia. No existía entre nosotros lazo sanguíneo alguno, pero sí un vínculo mucho más fuerte, como es el del cariño: el que sentían mis padres, que lo querían como a un hijo; el que sentíamos mis hermanos y yo, que lo queríamos como a un hermano.

Ante casos como éste, algunos hablan de mano dura, de justicia por mano propia, de tolerancia cero y de bajar la edad de imputabilidad de los menores. Otros, buscan soluciones ligadas con una mejor distribución de la riqueza, con políticas educativas inclusivas y un descenso de la marginalidad. En el medio, está una sociedad que sigue esperando respuestas, y que observa (en mi opinión de manera muy pasiva) escenas desgarradoras, como la de una madre que llora a su hijo brutalmente asesinado. Todos los que conocemos a esa gente de bien que son los Toniutti, nos preguntamos: ¿por qué una familia tan buena tiene que pasar por este infierno? Estoy seguro de que nadie tendrá jamás una respuesta. La sociedad debe reclamar soluciones ya mismo; es tiempo de actuar y no de hablar; es tiempo de que los argentinos digamos, nuevamente, NUNCA MÁS.

Querido Carlitos: hoy todos los que te queremos sólo tenemos ganas de llorar tu ausencia. Ya llegará el momento en que nos demos cuenta de que este adiós es temporario y que cuando Dios decida que volvamos a vernos, vos vas a estar ahí, esperándonos con una sonrisa en tus labios, con un mate en la mano y con la misma charla amena que ahora, al faltarnos, nos provoca este inmenso vacío. Hasta siempre, hermano.