Mesa de café

La EPE, Haití y la Ruta 1

 

Erdosain

Abel y Marcial se quejan por los cortes de luz en la Ruta 1. Dicen que es una vergüenza, que cae una gota o se levanta un airecito y cortan la luz y a veces los vecinos se pasan doce horas a oscuras, con las heladeras apagadas.

—Los compañeros de la EPE -dice José- han explicado que hay problemas con las ramas de los árboles.

—Tus compañeros de la EPE -contesta Abel- deberían ponerse a trabajar en serio y dejarse de hablar tanto.

—Los operarios trabajan, se juegan la vida colgados en los postes mientras vos te la pasás toda la tarde tomando café en el bar -responde veloz José.

—No me consta -dice Marcial sin perder ni la calma ni la sonrisa- llamás por teléfono y no te atienden nunca; para lo único que se acuerdan de vos es para cobrarte o para cortarte la luz si te demorás una semana en pagar.

—Mientras tanto, cada vez son más los avivados que se visten de pobres y se cuelgan al servicio -agrega Abel.

—Si no lo toman a mal -dice José- les reclamaría un mínimo de sentimientos solidarios.

—Yo no tengo problema en ser solidario -asegura Marcial- pero con los que necesitan en serio, no con los atorrantes; además, a mí de chico me enseñaron que la caridad bien entendida empieza por casa, por lo que quiero ser solidario pero también quiero que no me corten la luz.

—Yo creo que los muchachos de la EPE alguna solución van a encontrar -señalo, mientras le hago señas a Quito para que sirva otra vuelta de lisos para todos.

—La EPE va a dar soluciones en serio cuando se privatice y se presten servicios adecuados; cuando deje de ser una cooperativa que presta excelentes servicios a sus socios y nos maltrata a todos los santafesinos -enfatiza, enojado, Marcial.

—Ya le saltó el privatizador ortodoxo -dice José-. A vos, a Reutemann y a tus amiguitos se les hace agua la boca por privatizar la EPE. No les alcanza con haber hecho lo que hicieron, con armar negocios que enriquecieron a algunos a cambio de nada; ahora quieren privatizar la EPE.

—Presten servicios buenos y nadie va a pedir eso -subraya Abel. Yo estoy a favor de los servicios públicos, pero lo único que pido es que se presten.

—No sean exagerados -reacciono-, el tema del abastecimiento de energía excede a la EPE y excede, incluso, al propio gobierno provincial.

—¿Y entonces a quiénes le vamos a reclamar? ¿Al Espíritu Santo?- pregunta Marcial.

—Nosotros nos quejamos por un cortecito de luz -reflexiona Abel, pero ¿qué haríamos si viviéramos en Haití?

—El problema, mi querido Abel -sentencia Marcial- es que yo no vivo en Haití, vivo en Santa Fe y tengo una casa quinta en Rincón donde pago impuestos y me tratan como la mona.

—Por suerte no tenemos que compararnos con Haití -refunfuña Abel.

—Encima -agrega José- después del terremoto vienen los yanquis. Como quien dice: sobre llovido mojado.

—¿Y quién querés que vaya a dar ayuda -reacciona Marcial- ¿los peronistas argentinos, que lo primero que harían es robarse todo?

—El otro día leí una pintada que decía : “¡Fuera yanquis de Haití”- comento.

—Nadie como un zurdo argentino para decir boludeces- comenta Abel.

—Yo creo que en lugar de exigirle a los yanquis que se vayan hay que pedirles que se queden y que pongan más plata. Hoy Haití no es negocio para nadie, ni siquiera para los yanquis.

—Como diría Kipling -observa Marcial- el imperio es también un deber. Hoy los yanquis tiene la obligación de ayudar a Haití.

—No comparto- dice José.