Esta noche en Dublin Dance Bar

El regreso a casa de “Maxi Boy”

Max Valldeneu, guitarrista de blues santafesino radicado hace diez años en Chicago, fusionará la música de su pasado local con su experiencia estadounidense en una reunión de amigos.

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El artista logró insertarse como músico y productor en la competitiva escena de Chicago.

Foto: Gentileza Mike Kurgansky

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Esta noche desde las 22, en Dublin Dance Bar (25 de Mayo 3463), se producirá el regreso a los escenarios locales de Max Valldeneu, el “Maxi Boy”, músico de blues santafesino radicado hace diez años en la escena de Chicago. “La idea es juntar un poco lo que yo hacía cuando vivía acá con La Fulana y combinarlo con las experiencias que adquirí ahora tocando diferentes estilos de la música afroamericana”.

—Hacía bastante que no venías.

—Vengo todos los años, pero no toco nunca: vengo de vacaciones. Este vendría a ser el primer show oficial, porque hace un tiempo nos juntamos medio de boca en boca. Esta sería la primer vez que voy a hacer un show, luego de diez años de estar en Chicago.

Vienen unos músicos de Buenos Aires, pibes que viajan a Chicago y tocan allá, y con artistas de Estados Unidos que vienen a Buenos Aires: el pianista se llama Machi Romagnoli (que tocó con Pappo), Mariano Cardozo, en el saxo tenor, y el otro saxo no lo conozco, lo traen ellos. Después hay pibes de acá:

De acá van a tocar Damián Gómez (batería), José “Mabel” Giuranacci (guitarra), Martín Pirola (bajo), Juan Salvador (teclados), y “Popón” Fassino (guitarra rítmica y armónica).

—En otra de tus vueltas estabas viendo de sacar tus propios discos.

—Desde esa época me puse a producir mucho en mi estudio a diferentes artistas de blues, jazz, gospel. Estoy muy ocupado, y me cuesta terminar mis discos. Tengo tres discos casi terminados. Pasa que empecé a grabar en mi casa, después empecé a comprar cosas, armé un estudio comercial y ahora me cambió la bocha. Siempre empiezo de cero porque voy mejorando.

En banda

Entre los proyectos del guitarrista está el Max Valldeneu Cuartet, junto a Greg Rockingham en batería, Chris Foreman en órgano Hammond y Pete Carney en saxo tenor. Otra formación que integra y produce es Top Flight Band, junto a Kenny Hampton (bajista), Lewis Powell (batería) y Roosevelt Purifoy y Shawn Lewis en teclados.

“Ese está por salir: es una linda producción, con invitados grosos, son todos conocidos: Kenny era bajista de Koko Taylor; los arreglos de vientos los está haciendo Willie Henderson, que es un arreglador famoso. Allá todos tocan con todos. Esa es la banda con la que más toco desde hace cuatro años, y son mis amigos”.

—¿Están girando?

—Tocamos en Chicago todo el tiempo, y a esa banda la contratan cantantes, porque ya tiene un sonido. Por ejemplo: tocamos en el Festival de Blues de Baton Rouge con Phil Guy, el hermano de Buddy, antes de que se muera. A la banda de él no sé que le pasó, y antes de llamar a este baterista, a este baterista, llamó a un grupo que era un núcleo: no hay con qué darle a un grupo que toca en vivo cuatro veces por semana.

Estoy produciendo el disco de una cantante que se llama Nellie Travis: escribí las canciones y va a ser un tributo a Koko Taylor, que murió en junio.

Chicago boy

—¿Cómo fue meterse en una escena musical a la que uno no pertenece?

—El primer año y medio casi no toqué, laburaba en restaurantes 15 horas: no quería ni ver a la guitarra. Después empecé a ir de a poco a lugares, me empezaron a llamar más y más, hasta que un día necesitaba toda la semana para hacer música y atender los llamados.

Hay mucho laburo, pero también hay mucha competencia: en todos lados quieren músicos que sean honestos, que sean limpios: sin egos ni delirios. Por ahí tocás guitarra rítmica toda la noche, no te toca solear, y al otro día te presentan a vos. Es parte del laburo.

—¿Cuándo se dejaron de sorprender de ver a un argentino?

—Al principio no entendían nada: decían “¿Y éste quién es? Que toca blues así y es un blanco”. Ser un músico honesto y bueno te abre las puertas, pero tiene que haber otra conexión con los afroamericanos: tienen que sentir que sos sincero. Hay mucha gente que está tratando de arañar en el ambiente de la música, en todos lados. Fue algo espontáneo.

Todos mis amigos son afroamericanos, y llega un punto donde no ves colores: ellos no me ven a mi latino, para ellos soy Max. Hay mucha gente que dice “hey, vamos allá, a tocar con los negros”, y se sacan la foto, pero es turístico.

Estuve viajando bastante: hace poco estuve en París con una banda de allá que me llevó; también en Italia y España fui con una cantante llamada Norah Jean, una gira medio complicada (risas).

En Chicago toco todos los días: tengo fijos cuatro laburos en la semana y los domingos dos shows, a veces tres. Tengo un cuarteto de smooth jazz, que es como un rithm & blues instrumental, onda Marvin Gaye o Isley Brothers. Me gusta mucho, ya tenemos siete temas grabados en mi estudio y seis en en estudio Delmont. Y toco en Machine Company todos los domingos, la banda estable en The Rockin’ Horse, el club del marido de Koko Taylor. Ella se subía a cantar con nosotros, y fuimos la última banda que tocó con ella.

Rey del blues

—También compartiste con B.B. King

—Todos los años hace el “B.B King Homecoming”, su vuelta a casa en Indianola, Missisipi. Ahí yo tocaba todos los años con un cantante que se llama Tyrone Davis. Hace poco cerró el Festival de Blues de Chicago, yo estaba en el escenario y la mató. Además sorprende que mientras más grandes son artísticamente más divinos son: B.B. se queda charlando con todos.