diario de artista

La exuberancia y la explosión de colores están presentes todo el tiempo en el paisaje costarricense.

Música en el Trópico

En esta segunda entrega de Diario del Artista, los músicos santafesinos Pablo Izurieta y Natalia Raselli comparten con Nosotros sus impresiones sobre la rica cultura costarricense.

TEXTOS. PABLO IZURIETA. FOTOS. DÚO IZURIETA-RASELLI y el litoral.

Cada viaje guarda la posibilidad de un aprendizaje, de una experiencia intensa y valedera. Nosotros, hombres contemporáneos, estamos tan alejados de las grandes venturas y hazañas territoriales que nos hemos habituado a insistir en un sentido contrario: procuramos evitar la sorpresa, entendida como aquello que reclama de nosotros una adaptación, una transformación. En relación a los viajes esto se expresa en la ilusión, muchas veces inconsciente, de que los alojamientos y el paisaje se parezcan lo más posible a las imágenes de la publicidad turística.

Es cierto que todo cambio de aire nos relaja y divierte, sin embargo hay que considerar que los viajes adquieren su dimensión más interesante cuando significan una experiencia íntima y profunda, y no necesariamente lujosa o espectacular. Si logramos ir de la colección de imágenes como objetos a la búsqueda de una vivencia que deje huellas en nosotros, estaremos sin dudas más cerca de lograr el anhelo de que cada viaje se convierta en una experiencia inolvidable.

Con Natalia, poco sabíamos de Costa Rica antes de emprender nuestra gira. Conocíamos a algunos músicos a través de Internet y vimos imágenes en una guía de viajes. Por eso, semanas antes de volar, intentamos contactar con algún funcionario de la embajada de ese país en la Argentina que nos orientara. Afortunadamente encontramos en la persona de Elsa Pacheco, agregada cultural de Costa Rica en Buenos Aires, la amabilidad y calidez que distingue a los “ticos” dondequiera que estén. Ella nos habló de las características de la región de Guanacaste, donde actuaríamos preferentemente, e intentó lograr a la distancia el contacto con músicos de allá. Al salir del edificio de la calle Pacheco de Melo, en el distinguido Barrio Norte de Buenos Aires, tuvimos la sensación de que lo mejor de la experiencia tendría que ver con el intercambio con la gente de allá, y tuvimos una idea del tipo de gira que queríamos hacer.

Habitualmente las giras de los músicos responden a distintos estilos. Algunos, los súper famosos, se mueven en circuitos exclusivos que incluyen hoteles lujosos, fiestas privadas con personajes locales y la visita a sitios turísticos igualmente exclusivos. En el otro extremo están los músicos trashumantes que viajan de un país al otro en los más diversos modos de transporte y bajo las más disímiles condiciones, casi en el hábito de la contingencia. En este tipo de viaje todo es experiencia, y cada momento encierra sorpresas y desafíos. Suelen caracterizarse, además, por el necesario contacto con otras personas y el cultivo casi permanente de la solidaridad.

Nuestro viaje fue una experiencia intermedia, ya que los diez conciertos que realizamos se desarrollaron en lugares tan disímiles como hoteles y restaurantes de lujo, dos auditorios universitarios, una casa de té para turistas a orillas de un lago (el Arenal), una antigua ermita del siglo XVIII y la catedral de un remoto pueblo de montaña, visitando en total ocho ciudades con paisajes y climas de lo más diversos.

Liberia

Una de esas ciudades fue Liberia. Su clima es típico del trópico centroamericano: húmedo y caluroso, aunque en general benigno y nunca insoportable. Caminando por las calles del centro, cercadas por casas bajas de madera y hoteles de pasajeros, uno puede imaginar fácilmente que al doblar una esquina podrá encontrarse con un personaje salido de una novela de García Márquez o con el mismísimo Pedro Navaja. El ritmo de la ciudad es suave y cadencioso como el hablar de los liberianos.

La vida cultural de Liberia está acotada a los conciertos que la banda municipal ofrece casi todas las tardes en la plaza principal y a algunos recitales esporádicos, fundamentalmente de música folclórica regional. En ese medio, con escasa presencia de la música clásica, nos sorprendió conocer a un grupo de seguidores y devotos de la ópera, que constituyó sin dudas uno de los hallazgos del viaje. Los “Amici per la opera”, tal el nombre del grupo, se constituyeron como tal hace unos años para discutir, escuchar y ver videos de ópera. Al tiempo montaron un estudio equipado con sistemas de video y audio y con instrumentos musicales.

Además, periódicamente viaja a Liberia un profesor de la capital para darles clases de canto, y últimamente se han constituido como grupo de producción de los espectáculos líricos que llegan a la ciudad. Como toda agrupación que se precie, está dividida en dos bandos estéticos claramente diferenciados. El primero, encabezado por Alvaro Zamora, hombre sensible, entendido en ópera y en cine, se reconoce devoto de María Callas. El otro encumbra y adora a Luciano Pavarotti, en nombre de su más grande admirador en Liberia, el tenor Andrés Vélez, un colombiano de nacimiento y, como tal, tanguero de alma.

En el trabajo artístico, la investigación, el estudio y la polémica amable, estos entrañables amigos expresan y alimentan su amor por la lírica y lo difunden constantemente en su medio. En ellos encontramos a inmejorables colaboradores que hicieron de cada uno de los tres conciertos que hicimos juntos, una gratísima experiencia humana y artística.

Luego de los recitales en Liberia (Canal 36 y Auditorio de la Universidad de Costa Rica), nuestro periplo continuó por la provincia de Punta Arenas, al sur del país. Allí conoceríamos a personas encantadoras, con el permanente fondo de montañas, selva y mar, que hacen del trópico americano uno de los sitios más agradables del planeta.

Pero ésa es la próxima historia que compartiremos desde las páginas de Nosotros...

En San José de Costa Rica

Gracias a la generosa invitación de Edín Solís, guitarrista, docente y compositor de Zarcero, Alajuela, pero residente en San José de Costa Rica desde hace muchos años, estuvimos en la capital del país entre el 17 y el 20 de noviembre.

Cofundador del grupo Editus, Edín es una de las personalidades más populares de la música en Costa Rica. Con la mencionada agrupación acompañaron a Rubén Blades durante seis años, recorrieron el mundo, grabaron diez discos y ganaron nada menos que dos Grammy’s, siendo unos de los pocos artistas costarricenses en lograr esa distinción.

Por iniciativa de Edín nos entrevistamos con dos excelentes músicos ticos, Manuel Matarrita y Ernesto Rodríguez, profesores además de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad, quienes coordinaron en pocas horas una clase magistral para profesores y estudiantes, que finalmente se realizó el día 20 en un auditorio de la universidad y en donde hablamos del nacionalismo musical argentino y los arreglos para guitarra y canto.

El encuentro académico se prolongó en un bar cercano a la universidad, donde pudimos intercambiar con algunos de los músicos asistentes al encuentro, impresiones sobre la realidad musical de Costa Rica y la Argentina. Esa misma tarde emprendimos el regreso a Liberia, capital de Guanacaste, para proseguir con las actividades pactadas.

 

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En el último tramo del 2009, el dúo de cámara santafesino formado por el guitarrista Pablo Izurieta y la soprano Natalia Raselli emprendió una gira por centroamérica representando a Argentina con su música. En sucesivas notas, comparten con Nosotros esa experiencia a través de su “Diario de artista”. Más datos del dúo: www.duodecamara.com.ar

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Pablo Izurieta y Natalia Raselli en uno de los conciertos que ofrecieron al público de Costa Rica durante la gira.