Adiós a un amigo

Un breve recorrido por la historia de El Litoral, contada a dos voces por uno de sus protagonistas y por un testigo inesperado: la vieja máquina de escribir Olivetti.

TEXTOS. ENRIQUE MIGUEL CRUZ. FOTOS. EL LITORAL.

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Eduardo Natela, Tomás Nasif, Arturo Lomello, Enrique Miguel Cruz, Eduardo Barone Daneri, Luis Valdés, Jorge Vázquez Rossi, Eduardo Frers, Benjamín López Macías, en la antigua redacción de El Litoral.

Después de haber transitado durante cincuenta y cuatro años todos los pasillos de El Litoral, sus distintas instalaciones y haber aprendido de los mejores maestros todos los aportes elementales que hacen a la función periodística, me pareció oportuno realizarle una entrevista a quien resultó mi fiel compañero durante todo este tiempo y el de varias generaciones de reconocidas plumas que se destacaron en el vespertino.

- ¿Estamos de acuerdo señor Olivetti?

- Soy todo oído, aclarando que solamente abarcaremos desde 1947, por razones obvias.

- Me imagino que siempre lo trataron bien en el diario...

- Depende. Por ejemplo, Humberto Búsico, jefe de Sociales, tenía la costumbre de tocar insistentemente la tecla de las mayúsculas mientras pensaba la elaboración de la frase. Y eso me molestaba bastante.

- Pero también habría quienes lo trataron con cariño...

- Más bien yo diría que me obligaban a escribir cosas importantes. En ese sentido, recuerdo que Luis Gudiño Kramer, único jefe de Redacción que tuvimos, era muy riguroso con el lenguaje y hacía muchas correcciones a los periodistas. Lo propio ocurría con el secretario general Antonio Avaro, sin olvidarme del “Gallego” Benjamín López Macia, que eran empedernidos correctores de originales pero con la lapicera. A mí sólo me utilizaban para elaborar comentarios propios.

- ¿Con el resto de la redacción tuvo problemas?

- Cada uno tenía su estilo; no debemos olvidar la calidad de los periodistas que me utilizaban. Los editoriales de Miguel Ritvo eran muy sesudos, así como determinados comentarios de Hugo Mandón, Jorge Vázquez Rossi, Carlos Peisojovich, “Copete” Gianelo, Eduardo Luis Valdés, Enrique Alfredo Smiles, Eduardo Barone Daneri, Arturo Lomello, Ernesto Frers, Juan José Saer, por nombrar algunos. Y aunque siempre se respetó el contenido y casi nunca se firmaban los artículos, en algunos casos debían estar enterados los directores Riobó Caputto y Enzo Vittori, así como el profesor Tur Oliver en cuanto a la aplicación de verbos, por ejemplo.

MÁS ANÉCDOTAS

- ¿Qué otros recuerdos tiene de la redacción?

- Guardo recuerdos de muchos que se destacaban por lo mucho que me hacían trabajar. En ese grupo los ubico a Nosif Tomás, Delfín Carrión de Gómez, Angel José Gutiérrez, Julio Lallana, Roberto López Alfaro, Homero Della Crocce, Carlos Gómez, Pedro Oscar Roteta, Ricardo Basaldua, Raúl Ballarini, José Guma, Luis Eve, José Mendoza y muchos más.

- Seguramente habrá varias anécdotas...

- Una que jamás olvidaré está vinculada con un maestro del periodismo deportivo. Jamás me utilizó, y lo que más bronca me da es que siempre sus juicios periodísticos tenían gran repercusión; me estoy refiriendo a Pablo Emilio Daneri, que siempre mandaba al taller sus manuscritos que parecían ilegibles para todos menos para algunos linotipistas que sabe Dios cómo llegaron a descifrarlo.

- ¿Algún otro viejo recuerdo?

- Sí, uno que tiene que ver con usted y del cual yo fui testigo presencial. Un día, Antonio Avaro se asomó a la redacción en busca de alguien que pudiera entrevistar al embajador de Japón en la Argentina.

- Ya lo recuerdo. Todos se excusaron porque ya estaban comprometidos con otra tarea, pero lo importante del caso es que a mí no me lo ofreció. Entonces me metí en su oficina a pedir explicaciones, respondiéndome que yo era “muy tiernito” para semejante nota. Pero finalmente lo convencí y raudamente salimos con el fotógrafo, el “Negro” Videla, rumbo al Ritz Hotel.

- Muy bien, pero cuente el final.

- Todo terminó felizmente para mi. Esto ocurrió a principios de 1950, el embajador se llamaba Masao Tsuda, fue mi primer trabajo muy importante, salió una buena nota, pero hasta el día de hoy me carcome una duda tremenda: ¿Hice una excelente entrevista o el japonés se apiadó de mi juventud y me contó cosas insospechadas sobre el motivo de su visita a Santa Fe?

- Buena memoria, pero no se olvide de mi participación, ya que toda mi familia Olivetti tuvo mucho que ver en esa inolvidable vida del diario.

MÁS ALLÁ DE LA REDACCIÓN

- A propósito: ¿quedó algo por contar?

- Seguramente, pero el espacio es tirano como decía en aquella época un secretario de voz ronca. Quedarán en el recuerdo algunas anécdotas de Armando Lombardi, Luisito Gudiño, Carlos Parodi, José Andrés Beltrán, “Yaco” Tissembaun, Raúl Cubiles Aguilar, el “Negro” Velázquez, Jorge Reynoso Aldao y tantos otros.

- Pero no solamente los periodistas tenían que ver con su existencia...

- Ya lo creo. Desde Luis Marek, Victorio Ravazzola, Enrique Franchi, Juan Carlos Olivo, Olga Visconti y Domingo Demardo, en administración.

- ¿Y en contaduría?

- Allí hasta llegaron a usar mi versión eléctrica: Ramón Cantero, Pedro Eusebio, Ramón Fernández, por nombrar algunos...

- Falta decir algo del taller.

- En esa etapa lo mío llegaba todo hecho y empezaba la parte final de la elaboración del diario. Allí estaban la familia Mercado, los Camuñas, Duarte, Pecorari, Miguel Aielo, Olzhausen, Deré, sin olvidar otra sección muy valiosa como corrección, donde recuerdo a Toledo Martínez, Tomás Calle, el “Sordo” Villa y tantos otros.

- Le agradezco señor Olivetti por este paseo con muchos recuerdos que hacen a la vida del diario. Pero finalmente le voy a confesar que cuando aparecieron en la empresa Gustavo Vittori, el “Sapito” Caputto, María del Carmen Caputto, Manuel Vittori, Susana Bachini, Ranwel Caputto, Néstor Vittori, Lilia Caputto empezamos a sospechar de que se vendrían cambios modernos fundamentales, donde la familia Olivetti tenía los días contados.

En lo personal, guardo de ustedes el mejor recuerdo y le hago una última confesión. Hasta hoy me fui negando a la era de la computación, pero mis nietos, lentamente, me están dejando atrás los viejos recuerdos de la inolvidable máquina de escribir.

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la máquina olivetti fue protagonista de la redacción de el litoral durante varias décadas, hasta que comenzó la nueva era tecnológica que pobló de computadoras los ámbitos de producción del diario.