al margen de la crónica

Feliz aniversario

Ese rito festivo que la gran mayoría de las parejas repite año tras año, no siempre es una danza armoniosa. La mujer cortaba el celofán que contenía al ramo; apurada y sin delicadezas, golpeaba contra la mesada los tallos apretados que formaban un cilindro y con ese movimiento lo transformaba en un conjunto flojo de palitos verdes que cobraban gracia. “¿Podés creer que este cretino me regaló el trigésimo quinto ramo de rosas coloradas compradas siempre en el mismo lugar?”, le comentaba a su amiga con la que compartía un café en la cocina. “¡Es de no creer! Yo le hice 35 regalos diferentes, es más, me acuerdo de cada uno. Siempre un tiempo antes pongo atención de qué cosa le gustaría tener y tomo nota. El tipo nada. Llama a la florería de su amigo, ¡imaginate! 35 años que le compra lo mismo, y encarga el archisabido ramo de rosas rojas”. En honor a la verdad, la catarsis de este año se originó porque desde un mes atrás, ella venía mostrándole el aviso de una casa de electrodomésticos que salía en el diario y que ofrecía un LCD a un buen precio y en convenientes 12 cuotas. En su cabeza ya le había dado otro destino al viejo televisor. De allí la bronca. “¿Sabés qué?, el bolso de viaje que le compré porque el suyo da vergüenza, lo guardo y se lo regalo en agosto para su cumpleaños”.

El último romántico así se vende el hombre- una semana antes empezó con sus hijas adolescentes a organizarle a su mujer una cena sorpresa para el aniversario. Tanto cuchicheo cómplice despertó la curiosidad de la esposa. El día señalado ella, tan furiosa como celosa, armó un escándalo. Sin poder contener el llanto los acusó de marginarla, de complotar en su contra y de muchas cosas más. ¿La cena?: terminó en pelea y cada uno por su lado comió un sandwich y se fue a dormir.

La joven lleva casada dos años. En el primero, él le llevó el desayuno a la cama y le señaló un paquetito con un moño al costado de la bandeja. Cuando lo abrió descubrió el par de aritos que tanto le gustaban. Este año decidió homenajearlo ella. Seguro que si a la mañana él no dijo nada sería porque querría sorprenderla a la vuelta. Preparó una cena, puso la mesa con velas y vino, estrenó el camisón cortito negro y, hecho todo según las convenciones, se sentó a esperar. Cuando el marido llegó, rugió un bostezo y mirando primero la mesa y después a ella largó: “¡No me digás que viene alguien!, ¿qué hacés en camisón?”. Fin de fiesta, inicio de pelea.

Están los que sin culpas no recuerdan el día en que se casaron; los que reniegan de esa costumbre; las que empiezan a reclamar obsequios dos meses antes; quienes compran “a cuenta de regalo”; quienes no olvidan ni enfermos el día que dieron el sí; los que festejan varios días el que se conocieron, cuando se comprometieron, el casamiento por civil, el de la iglesia-; los despistados que se confunden de día o los que, para evitar inconvenientes, saludan el día antes (no sea que omitan hacerlo al siguiente).

Y están esos pocos que, como en las novelas de Corín Tellado, un día cualquiera sorprenden a su pareja con un agasajo, aunque todavía falten diez meses para el aniversario.