Juntos contra el hambre

Con la crisis económica cobra más importancia que nunca garantizar la seguridad alimentaria de la población.

Juntos contra el hambre

José Graziano da Silva es representante regional para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). En esta entrevista, realizada en Chile, brinda un panorama de la situación nutricional en un marco de crisis global.

TEXTOS. MANUEL FUENTES. FOTOS. PABLO IVÁN LOSCHI (EFE REPORTAJES).

José Graziano da Silva, representante regional para América Latina y el Caribe de la FAO se pregunta: “¿por qué debemos aceptar que los seres humanos pasen hambre en el siglo XXI?”. Graziano sabe de qué está hablando. Él fue la persona escogida por Lula da Silva para poner en marcha el programa “Hambre Cero” cuando llegó a la presidencia de Brasil. Ahora, desde su responsabilidad al frente de la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), le ha tocado lidiar con una de las peores crisis alimentarias de las últimas décadas.

“No podemos aceptar el hambre como parte de la normalidad; tener una población bien alimentada debe ser parte de la Constitución del Hombre del Siglo XXI”, subraya Graziano, preocupado porque al impacto en la producción agrícola de las crisis de los mercados financieros se sume ahora la inestabilidad provocada por el cambio climático.

A pesar de la crisis económica, o más bien a causa de ella, ahora cobra más importancia que nunca garantizar la seguridad alimentaria de la población. Pero eso no será posible sin un nuevo sistema alimentario y agrícola mundial, como propugna la FAO.

“LA ALIMENTACIÓN NO ESTÁ GARANTIZADA”

“Esta crisis ha hecho reflexionar mucho a los que toman decisiones. Se creía que el problema del hambre estaba resuelto, pero los países no han logrado impedir que gran parte de la población sufra malnutrición. Eso sorprendió a todos. Los gobiernos se han dado cuenta de que la alimentación de la población no está garantizada”. A raíz de la crisis económica global, el hambre en América Latina y el Caribe sufrió un marcado aumento de casi un 13 por ciento en el 2009 con respecto a 2008, una tendencia que revierte los logros alcanzados en los últimos años.

Graziano atribuye parte de la responsabilidad al modelo aplicado en muchos países en desarrollo durante los años noventa siguiendo las recomendaciones de los organismos financieros multilaterales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional) en aras de la liberalización económica. “Faltó mucha voluntad política”, dice.

Entre 1980 y 2005, el gasto público en agricultura en América Latina y el Caribe cayó del 8,1% al 2,6%. Paralelamente, la cooperación a la agricultura dentro de la Ayuda Oficial al Desarrollo cayó del 17% al 3%.

“El Consenso de Washington desmontó todos los apoyos que había para la agricultura, se achicó el aparato de intervención del Estado creyendo que el gran supermercado mundial siempre iba a estar lleno para que quien tuviera plata, comprara”, señala. “A la vez -apunta el responsable regional de la FAO- los países que iban más retrasados en esas reformas son los que han podido enfrentarse a los retos de la crisis en mejores condiciones”.

La crisis alimentaria también ha puesto de manifiesto la fragilidad del equilibrio de la producción agropecuaria, como demuestra el hecho de que “cuando los chinos, los indios y los latinoamericanos comenzaron a comer carne, los precios del maíz se dispararon”. Ante este aumento de la demanda, los países desarrollados han respondido incrementando la producción, pero del lado de las economías emergentes sólo China y Brasil han reaccionado.

NUEVAS FÓRMULAS Y NUEVOS RETOS

Para 2050 habrá un tercio más de bocas que alimentar. La FAO prevé que será necesario incrementar en un 70 por ciento la actual producción para dar de comer a los 9.100 millones de habitantes que tendrá entonces el planeta. Eso significa que “si mantenemos la misma productividad, tendríamos que doblar la superficie cultivable”, advierte José Graziano, quien apunta como solución la búsqueda de nuevos paradigmas: desde aplicar la investigación sobre transgénicos hasta evitar la especulación de los productos agropecuarios en los mercados futuros.

“¿Cómo un agricultor va a poder sembrar si está sometido a la presión de que caiga el precio de su producto?. Tiene que haber algún monitoreo, algún tipo de control”, apunta el responsable regional de la FAO.

A raíz de la crisis económica mundial, los países han tomado conciencia sobre la necesidad de regular adecuadamente los mercados financieros, supervisar los flujos de capital y reformar los organismos económicos multilaterales. Sin embargo, casi nada se ha dicho de la urgencia “de cambiar el modelo de producción agrícola para evitar que las fluctuaciones de los precios impacten brutalmente” en la población mundial, afirma José Graziano, que considera inadmisible “que los países que tienen potencial agrícola puedan desarrollarse”.

Otro elemento que agrava la situación son las políticas proteccionistas internas de los países para sus principales productos, así como los subsidios a la agricultura en los que los países desarrollados han llegado a gastarse 1.000 millones de dólares diariamente y que, a juicio del responsable regional de la FAO, “distorsionan los precios internacionales. Sin embargo, las restricciones financieras impuestas por la crisis van a impedir que esta política siga aplicándose de la misma forma”, asegura Graziano.

La carestía y el hambre que provocaron las revueltas sociales de Haití, y protestas en México y Centroamérica también han servido para que los países de América Latina pongan en marcha planes de contingencia. “Creo que se ha aprendido la lección, la mayoría de los gobiernos de la región han implementado programas de emergencia alimentaria, programas de nutrición infantil en las escuelas, estricta regulación de las exportaciones e importaciones de alimentos, para no tener que prohibirlas a último minuto, en Argentina o Ecuador”.

En línea con lo que hizo cuando estaba al frente del programa “Hambre Cero” de Brasil, José Graziano considera que los gobiernos deben tener una mínima capacidad de proveer de bienes básicos a la población. “Más que un tema de derechas o de izquierdas, erradicar la malnutrición es un compromiso de los gobernantes con su país”.

missing image file

“No se puede aceptar el hambre como parte de la normalidad”, subraya José Graziano da Silva.

COMPROMISO DE TODOS

Garantizar la seguridad alimentaria es hoy un compromiso asumido por todos los gobiernos de la región, que han hecho suya la iniciativa impulsada por la FAO “América Latina y el Caribe Sin Hambre” y que cuenta con una importante base de apoyo en el Frente Parlamentario Regional Contra el Hambre, ya que los legisladores no sólo son los responsables de aprobar las leyes, sino también de asignar los presupuestos.

Es algo que podría lograrse inicialmente en algunos países de Sudamérica y en una generación podría extenderse también a América Central y el Caribe, asegura el responsable de la FAO. “Es viable en 20 ó 25 años, hay condiciones técnicas y financieras para lograrlo”.

El problema es que -como pone de manifiesto el retroceso experimentado en los últimos tres años frente a las conquistas que se habían alcanzado en el periodo 1990-2005-, con la actual estructura agrícola y de seguridad alimentaria, el mundo no ha logrado un avance significativo y sustentable en la erradicación del hambre.

Es por eso que la FAO convocó a mediados de noviembre del año pasado, en Roma, a una nueva Cumbre Mundial de la Alimentación para crear las bases de un nuevo sistema de regulación del sector agropecuario y de la seguridad alimentaria y promover el compromiso efectivo de los países en la erradicación del hambre a corto plazo.

missing image file

Por la crisis económica global, el hambre en América Latina y el Caribe sufrió un marcado aumento en 2009.