Crónicas de la historia

La batalla de San Lorenzo

Rogelio Alaniz

No fue un combate, mucho menos una batalla, fue una atropellada. Una gran atropellada eso sí porque en la guerra, como en el box o en el fútbol, no cualquiera sabe atropellar. San Martín lo sabía y lo sabía hacer muy bien. Lo demostró en San Lorenzo. Sorprender a los godos fue tan importante como atacarlos recurriendo a las más modernas tácticas napoleónicas. Como se recordará, el ataque criollo se concretó a través de dos columnas que operaron como una pinza. Una de ellas, la dirigida por el capitán Justo Bermúdez, tuvo un leve retraso, motivo por el cual el resultado fue bueno pero no excelente. En esta operación envolvente San Martín se revelaba como el mejor alumno de Napoleón en este continente, lección que confirmará unos años más tarde en Maipú, la batalla donde el genio de San Martín brillará con más vigor.

En San Lorenzo todo duró menos de quince minutos y, según las estadísticas, fue el enfrentamiento donde hubo más muertos en menos tiempo: cuarenta españoles y dieciséis criollos. De la batalla de San Lorenzo se ha hablado mucho y se han tejido grandes mitos. La verdad más importante de tanta charlatanería es que efectivamente los godos fueron derrotados.

La Argentina -o lo que empezaba a querer llamarse Argentina- no se vio liberada de las acechanzas realistas, al punto que meses más tarde expediciones militares de ese signo atacaban en el Tigre y San Fernando. No hay que olvidarlo, San Martín fue el libertador de la Argentina no por la batalla de San Lorenzo, sino por su estrategia militar continental.

Si en los actos escolares una de las marchas a la bandera dice “...a San Lorenzo se dirigió inmortal”, la estrofa es a duras penas una licencia poética, porque en San Lorenzo no se levantó ninguna bandera azul y blanca. De todos modos, algo de verdad hay en la famosa anécdota protagonizada por Juan Bautista Cabral. El propio San Martín va a decir en el parte de batalla escrito debajo del célebre árbol de San Lorenzo, que en algún momento “me vi bien apurado”. En efecto, recibió dos heridas, una en la cara y otra en el brazo. No eran heridas mortales, pero tampoco eran para subestimarlas, sobre todo porque ponían en evidencia que a la hora del combate, a la hora de matar o morir, San Martín se anotaba primero.

También parece ser cierto que un soldado español, tal vez el propio jefe de las tropas españolas, Juan Antonio de Zabala, haya intentado ultimarlo y que los soldados Cabral y Juan Bautista Baigorria pudieron salvarlo arriesgando sus vidas en el empeño. San Martín se refiere a Cabral en el parte reconociendo su coraje, aunque en ningún momento le otorga el grado de sargento como lo recuerdan las efemérides patrias.

El trato a los derrotados es benigno. San Martín es muy generoso con los prisioneros y muy en particular con Zabala. El gesto va más allá de la supuesta bondad de los soldados criollos. San Martín intenta ganar para la causa a los godos. Recordemos que para 1813 la ruptura con España no se había consumado, si bien la tendencia independentista era cada vez más fuerte. Cuando en 1814 Fernando VII retorne a España y se transforme en un déspota absolutista y reaccionario, la independencia será la única alternativa de la revolución, pero para el momento de la batalla de San Lorenzo la contradicción está planteada entre monárquicos y revolucionarios, una contradicción que también se expresaba en el interior de España. Este es uno de los motivos políticos del buen trato de San Martín a los prisioneros. No se equivocaba o por lo menos no se equivocaba demasiado. Cuando tres años después inicie en Mendoza la organización del Ejército de los Andes, uno de los oficiales que se ofrecerá para sumarse a las tropas libertadoras será Zabala.

En San Lorenzo los granaderos tuvieron su bautismo de fuego. Entre los muertos hay soldados modestos y jóvenes de las clases altas. Las tropas disciplinadas por San Martín prefiguran en San Lorenzo las proezas que luego realizarán a lo largo del continente. Esto está fuera de discusión, aunque para que la verdad sea completa habría que agregar que al ingresar a la provincia de Santa Fe se sumaron a los tropas los soldados de Celedonio Escalada quienes, según parece, también tuvieron un protagonismo importante en el combate, motivo por el cual bien puede decirse que San Lorenzo es también una victoria santafesina.

Para delicia de los amigos de la historia conspirativa habría que recordar que cerca de San Lorenzo San Martín tiene un encuentro “casual” con un sugestivo comerciante inglés, William Parish Robertson. Su hermano John confirmará la reunión y Mitre la consignará en su libro, aunque atribuirá el encuentro a la casualidad. Al respecto, cada uno puede sacar sus propias conclusiones, pero la palabra “casualidad” suena extraña cuando las crónicas coinciden en señalar que el encuentro es nocturno y San Martín reconoce al comerciante inglés por el sonido de la voz.

En cualquier parte del mundo y en cualquier época se conoce a alguien por el sonido de la voz cuando se lo frecuenta. Parish Robertson no estaba allí por casualidad. Si bien es cierto que era comerciante y viajero, también es cierto que los ingleses estaban muy interesados por el destino de nuestras campañas militares y mucho más cuando éstas estaban relacionadas con la apertura de los puertos.

Atropellada virtuosa, San Lorenzo le permite a San Martín ganar prestigio en Buenos Aires y posicionarse mejor en el intrincado y áspero espacio político de entonces. El que lo autoriza marchar a San Lorenzo es el Segundo Triunvirato. La orden apunta a poner punto final a las excursiones de los realistas en las costas del Paraná. Para esa época la revolución estaba pasando por un buen momento. Belgrano había ganado en Tucumán y dos semanas después de San Lorenzo derrotará a los godos en Salta. Las malas noticias llegarán en 1814 con el regreso de Fernando VII a la corona, las derrotas militares en el Alto Perú y las señales cada vez más alarmantes de guerra civil entre Buenos Aires y la Banda Oriental. Pero esa ya es otra historia.

La batalla de San Lorenzo

Los granaderos conmemorando la batalla de San Lorenzo. Una de las marchas a la Bandera dice “...a San Lorenzo se dirigió inmortal”, la estrofa es una licencia poética, porque en San Lorenzo no se levantó ninguna bandera azul y blanca.

Foto: Archivo El Litoral