Hacia el bicentenario del

nacimiento de Sarmiento

María Claudia Pettinari (*)

De cara al 199º aniversario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento este 15 de febrero de 2010, la idea no es entrar en polémicas sarmientinas del siglo XIX o del siglo XX sino mirar, desde el siglo XXI, el camino hacia el cumplimiento de los 200 años del nacimiento de Sarmiento, en el 2011.

Andar y desandar el pensamiento sarmientino desde las lecturas y relecturas de su obra, en este siglo XXI es apasionante. Traer sus palabras, sus ideas y rescatar lo profundo y esclarecedor de esa mirada superadora, que sólo tienen los hombres con esperanza, trae luz ante tanta oscuridad.

Dos frases, de sendos poemas de Jorge Luis Borges lo dibujan claramente “Sarmiento, testigo de la Patria”, “El otro, el mismo”(1). A lo que se puede agregar, “el hombre de la montaña que baja a la llanura, encarnado en la realidad por la acción vivida, porque clava un hito en la historia y desde allí testifica... Cristal que a un tiempo encierra las tres caras del tiempo que es después, antes, ahora,... El “testigo’ que es engendrado en mayo de 1810 y desde allí va creciendo junto al destino de la Patria y el “actor’ que no rehúye ningún papel en la gran obra teatral que significa construir una Nación”.

Por eso lejos, de quedarnos en falsas polémicas “progre”, la frase “civilización o barbarie” pretende ser analizada a modo de planteo pedagógico. Sarmiento es un gran maestro y desde cada una de sus colosales obras literarias, desde sus discursos e incluso desde sus anécdotas, trata de explicarnos cómo fueron los hechos históricos que forjaron la Patria, cómo y cuándo se sucedieron y quiénes los protagonizaron. Sólo así entiende Sarmiento la realidad, desde los procesos históricos, sociales y políticos. La realidad es para Sarmiento sólo una foto de una larga película que se empeña en mostrarnos y desde allí, este enorme maestro, sueña el futuro de la Nación argentina, incipiente y sobre todo incierta es su particular momento histórico.

“Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desangran las entrañas de un noble pueblo. Tu posees el secreto: ¡revélanoslo!...”, es el comienzo de su obra maestra “Facundo”, texto en el que despliega sus dotes literarias para contarnos, de forma generosa y también didáctica, la realidad de una nación que nacida en 1810, y pasadas la guerra por la independencia, se debatía en una sangrienta guerra civil.

No podemos valorar lo que somos y menos poder pensar lo que queremos ser si no sabemos de dónde venimos como país, como pueblo, como nación, como ciudadanos pensantes y reflexivos. ¿Lo somos? La realidad es abrumadora y “los bárbaros” lo saben y así la quieren, así la proyectan para que pensemos que todo está perdido. La barbarie es eso, la desesperanza, el descreimiento en la ley y en la fortaleza de las instituciones. Para Sarmiento, la peor barbarie es la nada. No hacer nada... porque el pensamiento es acción.

Obligadamente, tenemos que pensar en la realidad histórica y política de un joven sanjuanino, del siglo XIX, sin dinero, autodidacta, que se revelaba frente al atropello de los poderosos, a la locura de la montonera “sin ley” y a la barbarie de un poder que se imponía a sangre y fuego. Pero por “su hacer”, llegó “a ser”; y lo hizo y lo realizó, a partir de su voluntad inquebrantable, de su valor incorruptible y de su santa locura, amén, también.

Hoy, en pleno siglo XXI, próximos a cumplir 200 años como Nación, Sarmiento nos enfrenta con el espejo de nuestra identidad como Nación, apela a nuestra capacidad para salir del laberinto de enfrentamientos, nos convoca a resolver la encrucijada pasional y física que nos plantea la construcción de la República y nuestra responsabilidad de sostenerla desde una ciudadanía activa que reclame el respeto de las leyes, y que además, cotidianamente, las cumpla.

Vale entonces parafrasear a Sarmiento cuando dice: “A este porvenir no se renuncia así nomás... No se renuncia porque la fortuna haya favorecido a un tirano durante largos y pesados años: la fortuna es ciega, y un día que no acierte a encontrar a su favorito, entre el humo denso y la polvareda sofocante de los combates, ¡adiós tirano! ¡adiós tiranía! No se renuncia porque todas las brutales e ignorantes tradiciones coloniales hayan podido más, en un momento de extravío, en el ánimo de masas inexpertas: las convulsiones políticas traen también la experiencia y la luz, y es ley de la humanidad que los intereses nuevos, las ideas fecundas, el progreso triunfen al fin de las tradiciones envejecidas de los hábitos ignorantes y de las preocupaciones estacionarias. No se renuncia porque en un pueblo haya millares de hombres candorosos que toman el bien por el mal, egoístas que sacan de él su provecho, indiferentes que lo ven sin interesarse, tímidos que no se atreven a combatirlo, corrompidos, en fin, que no conociéndolo se entregan a él por inclinación al mal. No se renuncia... ¡No!; no se renuncia a un porvenir tan inmenso, a una misión tan elevada, por ese cúmulo de contradicciones y dificultades: ¡las dificultades se vencen, las contradicciones se acaban a fuerza de contradecirlas! (“Facundo” Domingo Faustino Sarmiento - Editoriales Reunidas SA. Argentina-Buenos Aires - 1947).

Hoy hace falta el reconocimiento de la realidad a partir de conocer nuestra historia, para poder decidir entonces nuestro futuro, sin barbarie, sin bárbaros que nos confundan. Por su carácter esclarecedor, por su valor documental el “Facundo” de Domingo Faustino Sarmiento debería ser de lectura imprescindible en cada escuela argentina. Es una idea al menos. Las autoridades nacionales y provinciales tienen la propuesta y la posibilidad de hacer algo, porque sin dudas, la peor de las barbaries es la nada educativa.

(1) “Sarmiento el soñador sigue soñándonos” (Jorge Luis Borges-Obras Completas- Emecé-Buenos Aires-1982).

(*) Presidenta de la Asociación Civil Instituto Sarmientino de Santa Fe.

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Este año se cumple el 199º aniversario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento.

Foto: Archivo El Litoral