Claves del arte de Magritte

Joaquín Rábago

(EFE)

“Dangerous Relationships” (1936), de René Magritte.

René Magritte (1898-1967) es sin duda uno de los más populares entre los artistas del movimiento surrealista: sus imágenes, siempre misteriosas, adornan discos, portadas de libros, folletos, calendarios y carteles y se utilizan en todo tipo de campañas publicitarias. Y, sin embargo, como señala la austríaca Patricia Allmer, con notables excepciones, como el breve ensayo de Foucault sobre el cuadro “Esto no es una pipa” o el libro de Scott Durham “De Magritte a Klossowski: el simulacro, entre la pintura y la narrativa”, muy pocos autores han tratado de descifrar las claves del arte de Magritte con los instrumentos de las últimas teorías estéticas y filosóficas.

En “René Magritte: Beyond Painting” (“Más allá de la pintura”), Manchester University Press, Allmer, investigadora del Manchester Institute for Research and Innovation in Art and Design, se ha propuesto deconstruir la imagen “limpia y coherente” que se ofrece muchas veces del artista belga para mostrar cómo “la ambigüedad, la incoherencia y la negación son elementos esenciales de su obra”.

Allmer señala, entre otras cosas, el interés que mostró siempre Magritte por la metafísica, a tal punto que, en el momento de morir, tenía en su biblioteca varias obras de y sobre Heidegger. Su interés por la filosofía contrasta con la repugnancia que sintió hacia el psicoanálisis y con su rechazo de la reducción de las imágenes por él utilizadas a símbolos susceptibles de interpretación psicoanalítica, como en el caso de Salvador Dalí.

“El psicoanálisis no tiene nada que decir de la obra de arte, que evoca el misterio del mundo. Es el mismo psicoanálisis el que debería psicoanalizarse”, escribió el artista en cierta ocasión. Para Magritte, interpretar un símbolo es “desconocer la cosa misma”, señala la autora, para quien ese rechazo es a la vez el de la ideología burguesa, que necesita siempre los símbolos como algo en que apoyarse para no encontrarse de pronto ante el vacío.

Allmer estudia las estrategias de representación empleadas por Magritte como el recurso al sistema de cajas chinas, el uso del “trompe-l’oeil” o incluso las simples falsificaciones, como desafío a la originalidad artística, todo lo cual complica su horizonte ontológico y lo aproxima a la ficción posmodernista.

La experta austríaca señala, por otro lado, una incongruencia entre el rechazo de la tradición que expresa Magritte en sus escritos y la afirmación de la misma en su pintura, en la que hay referencias a modo de palimpsesto a cánones, tradiciones y prácticas tanto del pasado como de las vanguardias contemporáneas, o la atención que presta a la reproducción, al plagio y a las falsificaciones.

Allmer analiza, asimismo, la importancia del lenguaje y la comunicación en su obra, reflejada en muchos de sus títulos, como “El Discurso del Método”, “El Uso de la Palabra” “El Lenguaje de los Colores”, “El Sentido Literal”, “El Origen del Lenguaje” o “El Arte de la Comunicación”. La pintura, señala la autora, es para Magritte un sistema de representación que, al igual que la escritura, está constituido por diálogos, reglas y convenciones propias.

A través de una serie de nudos temáticos, Allmer explora las preocupaciones centrales del arte de Magritte, la centralidad de sus estructuras e imágenes, la influencia de las ilustraciones enciclopédicas o los gabinetes de curiosidades, o la negación de la obra de arte original con sus supuestas falsificaciones de otros artistas, desde Max Ernst o Giorgio de Chirico hasta Hobbema.

Señala también la autora las causas de su ruptura con André Breton y su rechazo del automatismo y otras técnicas de creación espontánea típicamente surrealistas, como el cadáver exquisito, los “frottages” o “grattages” de Max Ernst o los “fumages” de Wolfgang Paalen. Y entre los capítulos más interesantes está el que explora la función del marco en la pintura de Magritte: marcos de puertas y de ventanas, de espejos y de cuadros, cortinajes, encuadrados de todo tipo que parecen indicar la artificialidad de la representación y que muestran una y otra vez que al otro lado no hay nada o, en todo caso, hay más de lo mismo.

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“Dangerous Relationships” (1936), de René Magritte.