opinión

Esperando la primera helada

 

Eloy Rodríguez

Los chacareros de antaño solían decir que “la cosecha del maíz nunca se debe realizar antes de la primera helada”.

Transitando por la Ruta Provincial 23 (Arrufó, Villa Trinidad, San Guillermo y Suardi), situadas a la vera de esta comunicación vial, se observan maizales realmente muy buenos, a la vista, con plantas holgadamente superiores a los 2 metros de altura.

La correcta administración del agua es fundamental para el manejo integrado del maíz, si se quiere lograr, en forma consistente, altos rendimientos. En el total del ciclo, el maíz requiere 500 a 600 mm. de agua, muy cerca de lo precipitado en estos últimos meses, de lo contrario habrá que recurrir al riego artificial, por lo que el hombre de campo tiende a utilizar con la máxima eficiencia posible el recurso del agua de lluvia, sabiendo que el máximo consumo diario se presenta en el período comprendido entre la octava a novena hoja, del cultivo, que es el tiempo en que se comienza a formar la espiga y se define el rendimiento potencial máximo del maíz, hasta fines del llenado del grano, donde requiere unos 300 mm. Mucho tendrá que ver el percolado del agua en el suelo, el maíz ayuda a la “rugosidad” de la tierra, permitiendo una mejor infiltración e impidiendo el encharcamiento o el escurrimiento superficial, circunstancia que suele provocar erosión. Asimismo, la presencia de cobertura vegetal durante el período de barbecho hace que el impacto de las gotas de lluvia contra la superficie del suelo sea menor y no provoque la compactación de su superficie. La misma cobertura retiene parte de esa agua y la libera más lentamente, mejorando las condiciones para la infiltración y disminuyendo el escurrimiento.

Una óptima cosecha, en la zona de la Ruta 23 hablan de, aproximadamente, entre 8.000 a 10.000 kg. por hectárea, dependerá de que no ocurran heladas hasta la encañazón, representado por un estado de 7 hojas liguladas.

Mucho tendrá que ver el uso de fertilizantes, durante la siembra, como nitrógeno (carente en casi todas las zonas maiceras), fósforo y, en menor escala, potasio, y de híbridos resistentes al barrenador del tallo, insecto que permite la entrada de diversos hongos que colonizan los granos, pudiendo ocasionar un 20% de pérdida en la producción anual.