De los años en que los niños escuchaban radio

Una charla con Elena Góngora nos transporta a la magia de palabras sin imágenes que para muchos chicos -y grandes- significó la radio varias décadas atrás.

TEXTOS. ANA MARÍA ZANCADA. FOTOS. LUIS CETRARO Y GENTILEZA E. GÓNGORA.

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Su actividad de docente y abogada se conjugó, durante un tiempo, con su otra pasión: la radio.

Decirles a los niños de esta centuria que hubo una época en que la TV no existía, es arriesgarse a que nos miren con asombro e incredulidad; y peor aún si les explicamos que en nuestra niñez seguíamos las aventuras de un Tarzán criollo por radio, en un espacio auspiciado por un cacao azucarado que se llamaba Toddy. Historias de antaño que se van perdiendo en la memoria de los que sumamos algunas décadas.

Y es precisamente, apelando a los recuerdos, y en ocasión de los ochenta y cinco años de vida en Santa Fe de LT9 que, viajando hacia atrás, rescatamos un nombre casi olvidado en el medio: Elena Góngora.

La Dra. Elena Góngora, abogada, nos recibe amablemente en su departamento y con alegría y no poca nostalgia viajamos hacia atrás.

- ¿En qué época comenzaste a relacionarte con la radio?

- Fue cuando LT9 estaba en calle Rivadavia, al lado de lo que era el Cine Colón. Yo había ido en una de esas visitas de escuela; en esa época era maestra de grado, y una de las cosas que me llamó la atención era que los locutores estaban muy bien vestidos, eran todos muy formales. Incluso cuando quise empezar a trabajar, lo primero que me pidieron fue un libreto. Vos no improvisabas, como ninguno de los que salían al aire.

- Si, era todo leído.

- Para mí, es una gratificación poder contar ésto. En lo personal fue una experiencia muy particular y muy linda, sobre todo porque recién salía de la escuela secundaria y ya allí, mis profesoras de Castellano y Literatura...

- ¿Recordás quiénes eran?

- Me acuerdo de la Sra. Codoni de Galli, era en 5º año del Calvario. Ella me alentaba mucho, nos daba redacción. Yo tenía notas muy buenas y ella me alentó a escribir. No sé si te acordás de que cuando llegabas a 5º año buscabas un álbum para que tus compañeras te escribieran alguna cosa que pudieras recordar. Entonces una de mis compañeras me dijo: Elena, quiero que escribas algo en mi álbum pero no en prosa sino en verso. Yo no escribía versos, pero ya que ella me lo pidió le hice uno. Y después las chicas se lo llevaron a la directora y le dijeron que querían que se leyera en el acto de fin de curso. Eso fue lo primero que escribí al terminar el secundario. En ese momento las escuelas como el Calvario eran adscriptas, formábamos parte del equipo de la Escuela Normal, y para darnos el título teníamos que rendir.

- ¿No se llamaban incorporadas?

- Incorporadas se llamaron después. Y me acuerdo de que hubo cosas que me hicieron bien. Nosotros rendíamos Lengua, Matemáticas y dábamos una clase. Me fue bien en todas, pero en Lengua me pusieron una gran felicitación porque nos pidieron que hiciéramos una composición sobre la Patria y a mí se me ocurrió que la Patria, mirada desde arriba, se parecía a la paleta de un pintor por la gran cantidad de colores que tenían sus paisajes, una cosa así, no recuerdo exactamente las palabras. Yo era una lectora tremenda y fui poniendo: “hay amarillo en La Pampa, porque madura el trigo...”, etc. Todo ese tipo de cosas. Mi ego floreció, esas fueron las primeras experiencias que tuve. A partir de ahí, me recibí a los diecisiete años, y me dieron en el mismo colegio de El Calvario un primer grado. A veces les hacía versitos, cositas así como parte de la ejercitación y uno de mis amigos publicó una revista con material escolar y me pidió que escribiese algo. Allí fue donde empecé a escribir un poco más en serio, con un tono medio pedagógico, didáctico. Porque la maestra la llevás en el alma. Y entre las cosas que escribí, hice la historia de un caracolito.

DEL PAPEL A LA RADIO

- Ahí nace Catalí.

- A Catali lo escribí en estrofitas y lo ilustró Juan Arancio. Catalí tenía toda la familia: el papá, la mamá, sus abuelos, sus amigos: una luciérnaga, una abejita. Pero en Santa Fe, este tipo de revistas no duraban más de seis o siete números y se fundían. Cuando esta revista empezó a andar mal, no se quién me dijo que en LT9 había un programa para niños. Entonces yo dije: si voy a LT9, a lo mejor me aceptan un cuentito y de paso le hacemos un poco de promoción a la revista.

- ¿Te acordás del nombre de la revista?

- Sí, se llamaba “Vida Escolar”. Salieron como diez números en blanco y negro. Bueno, me presenté en la radio, nadie me conocía, yo lo único que llevaba era un cuentito para los chicos, y manifesté mi deseo de que eso se leyese en el programa infantil. Y ahí me recibieron.

- ¿Recordás quiénes eran?

- La audición era “Martita y Elsa”, conducida por Elsa Ramos y Marta Alvarez, iba de lunes a viernes, media hora a las 18. La recuerdo a Elsa, ella preparaba a los chicos, tenía una voz muy agradable, les enseñaba dicción, les hacía memorizar textos, ensayaba, tenía un grupo numeroso, muy lindo. Elsa me recibió y me llevó a hablar con Jaime Víctor Tepper que era el Director Artístico y con Horacio Bonaparte que era locutor, tal vez Jefe de Locutores, no recuerdo bien. Entonces fue cuando me propusieron escribir radioteatro para chicos. Llevá esta historia a radioteatro, ¿te animás? Sí, les dije, me animo, pero no sé cómo se escribe, cómo se cuentan los tiempos, yo no sabía nada de eso. Todavía me veo sentada alrededor de una mesa con Tepper de un lado y Bonaparte del otro enseñándome eso que no se enseñaba en ninguna parte. Y bueno, habrán sido tres o cuatro clases y arranqué. Me quedé tres años en LT9 haciendo radioteatro para chicos. El personaje siempre fue, creo que duró un año y medio, el Caracol Catalí, las Aventuras del Caracol Catalí.

- ¿La acción se desarrollaba en el ámbito del Litoral?

- No, iba más allá, el caracol andaba por todo el mundo, en este momento no recuerdo cómo terminaba la historia. Pero te cuento una anécdota: andando el tiempo, entré a trabajar como docente en la Universidad Tecnológica y un día se levanta una joven de uno de los escritorios y se presenta. ¿Sabe quién soy yo?, me dice. El Caracol Catalí, yo hacía ese personaje cuando usted escribía para LT9.

- Sí, esas son las cosas lindas que te da la radio.

- Entonces me quedé tres años. Yo dejaba el libreto y Elsa se ocupaba de todo lo demás. Cuando tenía tiempo iba para interiorizarme: cuál era la sala de transmisión, cómo se usaba el micrófono, que significaba esa caseta donde estaba el operador. Fui conociendo a Beatríz Matos y otros que trabajaban allí y después hicimos también en radioteatro, una historia de un príncipe. Ahí sí, no fui demasiado original en el libreto, porque tomé como base los viajes de Marco Polo. Entonces recorría el mundo, iba de Italia a la China y demás. Y ese tipo de radioteatro me permitía crear personajes y a veces introducir algunos cuentitos de acuerdo al lugar. Tengo todos los libretos guardados pero, bueno, algún día los ordenaré. Una vez que me enseñaron a calcular los tiempos yo sabía: una hoja eran cinco minutos. Entonces hacía, al estilo abogado -ya me había recibido- tres copias.

- Era con carbónico en ese momento.

- Sí, todavía tengo la máquina de escribir. Una o dos copias iban para Elsa, la otra era para mI.

DE LA RADIO AL TEATRO

“Después - recuerda- al Caracol Catalí yo lo hice cuento y luego obra de teatro. La obra de teatro la hicimos en el Magisterio Católico; formé un grupo de chicos.

- ¿En qué año?

- Mirá, calculo que del ‘60 en adelante. Para el teatro me alentó mucho Italia Beltramino que entonces era la presidenta del Magisterio Católico. Primero lo hicimos allí y después fuimos a otras escuelas.

- ¿Y quiénes actuaban?

- Los chicos del barrio, los hijos de los socios del Magisterio Católico. Me parece que el Caracolito era una de las hijas de Italia; nos divertíamos muchísimo. Íbamos a la escuela pero para entonces yo estaba como maestra y a una de las inspectoras, Evangelina Fernández, se le ocurrió que ella podía formar un teatro en la provincia. Entonces lo hizo, con una reglamentación, y me convenció para llevarme. Me relevaron del cargo de maestra y me llevaron a trabajar ahí. No duró mucho porque eligieron una obra muy compleja, con mucha gente. Pasando el tiempo Elsa dejó, y me propusieron a mí hacer un programa para los chicos. Lo hice, pero fueron cuatro o cinco meses, no más. LT9 ahora estaba en calle San Martín, lo auspiciaba una empresa láctea, lo hacíamos desde el estudio grande los domingos por la mañana. Me llevaba mucho trabajo. Recuerdo que fue una de las pocas veces que me pagaron por lo que hice en la radio, los auspiciantes por supuesto. El programa era en vivo y con público. En realidad no fue muy trascendente, no tenía tiempo suficiente para ensayar.

MÁS EXPERIENCIAS

“Por esa época también me llamaron de LT10. Transmitía sólo un rato por la tarde. Era muy cultural, la dirigía Marta Samatán, y ellos tenían una audición que era para adolescentes, algo así como teatro leído. Para entonces yo tenía ya bastante complicados los horarios, pero me preguntaron si quería hacer libretos adaptados a esos chicos con los que hacía la misma tarea docente que hacía Elsa antes. Ensayaban, les hacían interpretar el texto, pero por sobre todo les enseñaban dicción y a manejar el vocabulario. Me pidieron diez libretos. También me los pagaron (risas)”.

- Bueno, fuiste una afortunada.

- Esas fueron mis experiencias más satisfactorias en la radio. Lo de LT9 nunca lo olvidé, porque yo era un don nadie, mi única carta de presentación era un cuento para chicos donde había un caracolito. Me recibieron con toda amabilidad, me enseñaron, me dejaron practicar; si cometí errores, me los disimularon. Me quedó un grato recuerdo, fue una etapa linda.

- Y después, cuando terminaste en LT10, ¿fue solamente eso lo que hiciste?

- Sí, con LT10 fue solamente eso. En ese momento no fue nada más. Yo ya me había recibido de abogada, tenía mucho trabajo, estaba dando clase en el nivel primario, en el Buen Pastor; en el secundario del Huerto y había comenzado con las cátedras universitarias, además de la profesión. Se me habían complicado un poco las cosas, y decidí hacer una pausa con los medios de comunicación hasta que se creó Radio Nacional en Santa Fe y llamaron a concurso para un cargo de redactor. Me presenté, gané el concurso y esa fue la frustración de mi vida. Porque si bien ocupaba el tercer lugar en el escalafón de los directivos, tenía los sueldos del Correo que entonces eran bajísimos. Tenía la responsabilidad del personal y control de la radio, pero la mayoría del material que se emitía llegaba hecho de Buenos Aires. Entonces teníamos turnos de cuarenta y cinco horas semanales, incluidos sábados y domingos, responsabilidades de todo tipo y posibilidad de creación muy poca. A pesar de eso hice alguna audición, enfocada en la mujer puse música y palabras, me habré quedado dos años. Resolví que esa no era la visión de la radio que yo tenía.

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Como docente en el Colegio del Huerto, alrededor del año “70.

De la radio al papel

-Aparte de la radio y el teatro, ¿publicabas en El Litoral?

- La primera publicación que hice en los diarios fue en uno que se llamaba Nueva Provincia. Escribí un cuento para Navidad, me presenté sin ninguna timidez y me lo publicaron. Después mandé a El Litoral. Recuerdo que tenía una página literaria; entonces ahí me publicaron una poesía sobre la flor del ceibo, después algún cuento y algo más de literatura infantil, de adolescentes en el Chaco y la pobreza. Otra sobre un changuito santiagueño. El Litoral me publicó varias veces. Era la época en que escribía sobre todo para la escuela. En ese sentido, la literatura me dio alguna gratificación. Después una amiga me llevó a la Asociación Sanmartiniana y a la Junta de Estudios Históricos, yo no soy investigadora de historia, pero me sentí muy bien allí. Había muchos que se habían recibido en la Católica como yo -soy de la primera promoción de abogados-; una de mis amigas de aquella época fue Hebe Livi. Con ese grupo escribí una vez sobre el Brigadier y lo publicó El Litoral. Con los sanmartinianos escribí seis o siete artículos y ahora lo último que publiqué en febrero fue sobre la bandera. Volviendo al Caracol Catalí, la historia está publicada en una antología de obras de teatro para niños de Kapeluz.

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En mayo de 2008, con el presidente de la Asociación Sanmartiniana.

BUENOS RECUERDOS

- El personaje de Catalí te dio muchas satisfacciones.

-Sí, todo eso fue gratificante. De la radio me quedó la sensación de que eran toda gente linda, que me trataban bien, me permitían hacer cosas que me gustaban. De vez en cuando hice otros micros.

- ¿Por ejemplo?

- Hice un micro a la tarde, en una audición que tenía Héctor Ceballos. Después él se fue a LT10 y yo hice algunos para ese programa, “Reflexiones a la hora del desayuno”, experiencias con el trabajo de los chicos, sobre todo.

- A vos te gustó la radio.

- Me encantó, lo que pasa es que no me daban los tiempos. Yo fui dejando la docencia, la primaria primero y alrededor del ‘80 la secundaria, y me quedé con la Facultad, además de mi profesión. Pero los recuerdos que tengo son muy lindos.

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Entre otras publicaciones, Elena Góngora también escribió artículos para El Litoral.

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Un momento en familia.

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El personaje creado por Elena Góngora e ilustrado por Juan Arancio.

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Elena Góngora haciendo radioteatro para chicos, en el Salón Dorado de LT9 -en calle San Martín- en la década del ‘60.

andando el tiempo, entré a trabajar como docente en la Universidad Tecnológica y un día se levanta una joven de uno de los escritorios y se presenta. ¿Sabe quién soy yo?, me dice. El Caracol Catalí, yo hacía ese personaje cuando usted escribía para LT9.