Pequeñas delicias hoteleras

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Por estos días, muchos afortunados han dejado por un tiempo sus propias casas y se alojaron en el amplio espectro de oferta hotelera, desde lujosos hoteles cinco estrellas hasta modestas hosterías apenas estrelladas. Tenía estas cosas alojadas en la punta de la lengua. Que viajen...

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Cada caso y casa es un mundo, no hay dos experiencias iguales, pero igual podemos encarar un breve listado -nada que conlleve hipótesis algunas, ninguna aspiración científica, empirismo puro, solamente- de características que pueden repetirse o comprobarse fuera de casa.

* Fotos y textos versus realidad: los viajeros ocasionales suelen apoyarse en internet -y está bien, es para eso en otras muchas cosas- para “espiar” cuál lugar cierra mejor el círculo de aspiraciones, prestaciones, precio, servicios, entre otros. No es que te sorprendés exactamente -vos ya viste todas las posibles fotos del sitio en el que hiciste la reserva- pero te das cuenta allí que te vendría bien un curso de fotografía para estudiar ángulos, luces y sombras: el patio que parecía enorme es un pañuelo, la piscina es un fuentón clavado al piso y en el baño no entran juntos vos y tus ganas de usarlo.

* Sábanas chicas. ¿Alguien puede explicar racionalmente por qué casi siempre las sábanas son chicas, se salen, no enganchan como corresponde en los colchones, son inevitablemente cortas? Pareciera que no son las mismas personas las que compraron la cama y la ropa que te proveen para ella.

* Jabones y toallas en miniatura. ¿En qué casa normal uno puede arreglarse con esos jaboncitos, carajo? Toda una familia -tamaño familiar, encima- pasando por el baño y arreglándose con esos seudo jabones que se escapan para todos lados. Lo mismo con las toallas: en todos lados esas toallitas moteleras que están pensadas para un baño polaco -cara, mñññ y sobaco, una finura- y no para cuerpos reales, peludos y chorreantes. Probablemente se piensa en el argentino medio... medio ladrón, que tiende a llevarse todo cuanto hay en el hotel y en consecuencia, abrevian los tamaños pensando en minimizar también la pérdida.

* Las opciones tecnológicas o de diseño diferenciadas. Puede ocurrir que el baño tenga jacuzzi: una serie de botones y agujeros sospechosos en los que a uno, campechano, le cuesta meter mano. Puede haber también esas duchas de mano, que parecen, en marcha y largando agua descontroladamente para todos lados, los tentáculos de un monstruo metálico de historieta. ¡Apaguen o maten esa cosa!

* Agua por todos lados. Cuando te bañás, por vaya a saber qué pendiente o defecto constructivo, el agua de la ducha inunda por lo menos medio baño (y va por más) y entonces la toallita que tenías va de alfombra o, enrollada, como un chorizo para el umbral, tratando de que no invada el dormitorio. Otro clásico es la canilla o el inodoro que pierden y vos tenés un compañero inesperado para tu descanso.

* Los espejos. Las chicas tienen que olvidarse del espejo de cuerpo entero y entonces deben improvisar arriesgados malabares para verse por partes. Jodido treparse con tacos a una silla que no conocemos sólo para ver el largo de la pollera. Jodido andar poniendo el espejito apoyado en diferentes lugares o colocándolo en ángulos irreales desde donde no te observará ninguna mirada humana.

* Los cajones. La mayoría son inevitablemente cortos y tienen una asimétrica relación con tu esfuerzo o pericia: o bien te quedás con el cajón en la mano -porque son pequeños y salen como un suspiro- o bien se traban para siempre y vos te lo vas a llevar puesto con las rodillas cada vez que camines para cualquier lado.

* ¿Dónde diablos hay un enchufe? A propósito, la mayoría de los alojamientos tienen pocos enchufes o están escondidos detrás de camas, escritorios, mesitas de luz. Y nosotros, todos, tenemos creciente y unilateral dependencia de fluido eléctrico. Todos los aparatos que tenemos son eléctricos y acá estamos, entonces, arrodillados o tirados sobre las alfombras haciendo malabares para llegar al único enchufe de miércoles que hay en la pieza.

Hay muchas más características que los viajantes pueden ir sumando según su experiencia. La otra opción, rata, es pagar un poco más por el lugar en el que pasarás los ansiados días de descanso. Se los dije. Y sin reservas.