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“Las repúblicas de aire”

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Simón Bolívar, retratado por José Gil de Castro. Foto: Archivo El Litoral

 

En “Las repúblicas de aire”, el ensayista cubano (radicado en México) Rafael Rojas estudia la “utopía y el desencanto en la revolución de Hispanoamérica”, los dilemas intelectuales de los primeros republicanos hispanoamericanos, es decir, de aquella generación que encabezó la guerra de independencia contra España, que defendió la autonomía de los reinos de ultramar en las Cortes de Cádiz y que intervino en la construcción de nuevos Estados en la región, entre 1810 y 1830.

Rojas se centra particularmente en ocho letrados y estadistas paradigmáticos de lo que acontecía en aquellos tiempos: los caraqueños Simón Bolívar y Andrés Bello; los mejicanos fray Servando Teresa de Mier y Lorenzo de Zavala; los cubanos Félix Varela y José María Heredia; el peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre y el guayaquileño Vicente Rocafuerte.

Los distintos capítulos tocan temas como el discurso sobre la comunidad antes de los nacionalismos, las colonias migratorias diseñadas por los políticos federalistas, la escritura y la enseñanza de la historia, los nexos entre literatura y política, las narrativas fronterizas de hispanoamericanos sobre los Estados Unidos y de estadounidenses sobre Hispanoamérica, el rol comunicador de ciudades portuarias como Filadelfia y Nueva Orleans, los reflujos de la Ilustración, el cesarismo constitucional y la melancolía de los caudillos.

De especial interés y actualidad es el capítulo titulado “El desencanto de los héroes”, en el cual, entre otros tópicos, se trata de las críticas que Benjamin Constant, el ilustre librepensador (y genial escritor, autor de dos novelas ineludibles de la literatura francesa: “Adolfo” y “Cecilia”), dirigió hacia Simón Bolívar. “El discurso de la frustración republicana en las primeras décadas de Hispanoamérica es incomprensible sin el desencanto que generó en muchos de sus contemporáneos la figura emblemática de aquella generación: el Libertador Simón Bolívar”, comienza Rojas, y se explaya sobre las críticas que arreciaron sobre Bolívar, especialmente dolorosas “porque no provenían de los conocidos sectores de periodistas y caudillos hispanoamericanos, sino de letrados prestigiosos que habían contribuido como pocos a la defensa de la independencia continental en Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa”. Bolívar admiraba a Benjamin Constant, lo que no impidió que el francés sostuviera una vez más el principio de que “no hay nada que legitime a un poder ilimitado”, ni para antiguos ni para modernos dictadores, entre los que colocaba a Bolívar: “El recuerdo de sus grandes servicios hacia unos pueblos oprimidos y su lucha tenaz contra una metrópoli insensata hace que muchos amigos de la libertad juzguen con indulgencia al hombre al que, aún hoy, se le sigue dando el apodo de Libertador de América Meridional... Por mi parte, veo al hombre que ha disuelto la representación nacional porque sus partidarios se encontraban en minoría, al hombre que, con el banal pretexto de que sus conciudadanos no son lo bastante ilustrados como para gobernarse, se ha adueñado de todos los poderes sancionando su dictadura con ejecuciones y asesinatos; en ese hombre veo pura y simplemente a un usurpador”.

Según Rojas, de este análisis, Constant “derivaba hacia el cuestionamiento de toda forma de concentración ilimitada del poder personal, ya fuera bajo la forma de gobierno monárquica o republicana”. Y cita una vez más al francés: “La dictadura es la herencia funesta de las repúblicas oligárquicas basadas en la esclavitud y que oprimían a los proletarios despojados de sus bienes y sus derechos. En nuestra actual organización, la dictadura es un crimen. Si un pueblo no es lo bastante instruido como para ser libre, no será la tiranía la que le traerá la libertad. Por otro lado, la apreciación de la sabiduría de un pueblo no deberá confiarse a quienes tienen interés en tildarlo de ciego y estúpido. No será la primera vez que se calumnia a las naciones para esclavizarlas”.

El libro mereció el Premio de Ensayo Isabel Polanco, con un jurado integrado por Carlos Fuentes, Natalio Botana, David Brading, Javier Garciadiego, Jordi Gracia y Liliana Weinberg. Publicó Taurus.