De “Esto es así”

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“Teatro público”, de Sergio Camporeale.

 

Por Javier Adúriz

Ayer a la tarde resolví convertirme en un peregrino del cielo y salir a caminar por los pasillos de dios. Principalmente porque llegó la hora del despojamiento. Me refiero a esa especie de afán de dar un paso y otro y otro, en busca de mis vagas certezas. De ahí también, el hecho oportuno de elegir los ahijú como vehículo de la percepción. Me dije: cada verdad ocasional debe ser anotada en este cuaderno que me regalaron en el año sesenta y cinco, aunque los fragmentos vengan del silencio y no hallen más validez que la de su propio enunciado... Sí, maltrecho lector: seamos viajeros de la eternidad.

A cada paso

Vas hundiendo los pies

En otra carne

...

Al principio de la película en el patio de la casa no hay nadie. De inmediato, un bebé juega con unos pequeños cubos de colores, y casi a continuación otro patea con energía una pelota. Los moradores del lugar son la irrompible y el fakir. No pasa mucho, que otro tercero irrumpe en escena, corre y corre con su andador. Los chicos son preciosos, pero pobres. El argumento tiene sus inconvenientes, aunque igual aparece una nena con su amigo invisible. Todos se ríen, y a veces, también lloran. La irrompible es atómica. El fakir, en cambio, se va volviendo una planta que casi no habla. De cualquier manera, son tan ellos mismos que resuelven no terminar el cuento para nada. Al rato aparece una mujer muy joven con dos enanitos. Hay algunos minimísimos problemas por el ingreso en el caos. Pero cantan una canción que no se puede creer. La casa flota y flota entre las nubes del tiempo.

Casi en el aire

La virgen colgadita

Sonríe y mira

...

Ahora te veo. Estás ahí en el cuarto atareada en tus cosas de amor. Te rodean ángeles y algunos demonios. Conque rías nomás, la historia cambia para siempre. Todavía dura un café conversado a la vuelta de la Plaza Las Heras. Estás bellísima con tu cartera vieja y esa pasión que te cocina los ojos. Después y casi de inmediato sos los hijos, cada día, cada hora, la vida entera. Levantás la mano y nos despedimos un instante. A continuación llego y es una música fina tu habla. De perderse, como señalaba un amigo. El ciclo de las estaciones. El frío y el calor. La montaña y el río. La sostenida ternura.

Entre tus piernas

La rabia de vivir

Vale la pena