Bailando solo

 
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“Flacco’s charriot”, de Paul Jackson.

Por Juan Carlos Ramírez

“Gente que baila sola”, de Marcelo Lillo. Editorial Mondadori, Santiago, Chile, 2009.

Es probable que quien se apreste a leer literatura desee encontrarse con escenas bien diferenciadas de las cotidianas, pero en los cuentos de Marcelo Lillo puede que el lector no logre escapar de su propia historia. Leer estos cuentos conduce a rememorar con hondura viejas sensaciones o a escarbar en las actuales. Una pregunta que rondará estas páginas podría ser: ¿Adónde van los finales felices que le soñamos a la vida?

Una familia integrada por un matrimonio y sus dos hijos, tras enterarse de la llegada de un grupo de ballenas a la costa, decide viajar hasta allí. El padre dice que quiere que los chicos disfruten. El viaje transcurre sin percances y los niños disfrutan sin darse cuenta de lo que sólo al final del cuento se delata. El hombre ha decidido separase, pues su mujer lo ha engañado.

Un hombre llama a su ex-novia después de veinte años sin verla. Ella sorprendida lo invita a su casa. Se cuentan que han quedado solteros, toman licor sin discreción, bailan una pieza conocida. En sus ojos se enciende el cariño antiguo; luego también los viejos reproches.

Una pareja duerme en su cama cuando de repente la mujer le dice a su esposo que ya no lo quiere, que quiere que se vaya de la casa. La situación deja estupefacto al hombre. La tensión del cuento es abrumadora, como en tantos de los otros del volumen.

El libro en su generalidad es homogéneo, tanto en los hechos narrados como en las sensaciones que busca generar. Sus relatos pueden calar hondo en la sensibilidad sin usar golpes bajos, sino sólo una puesta en escena de los momentos duros de la vida de los personajes. Momentos que nos hacen caer en la cuenta de que la nostalgia y la melancolía son las cuotas de aquello que no se consigue olvidar al contado.

Las páginas de “Gente que baila sola” están escritas con detalles descriptivos precisos que no son necesarios para la semántica del relato pero sí para crear un realismo agudo en el cual el lector pueda verse dentro de la escena. Son trece relatos, en su mayoría breves, de argumentos realistas, narrados sin profusión lingüística.

Éste es el segundo libro de Lillo. En el 2008 se editó el primero, “El fumador y otros relatos”, publicado en Madrid por la editorial Caballo de Troya. Además, el escritor tiene en su currículo más de 20 premios literarios, entre regionales y nacionales, tanto en novela como en cuento. La literatura chilena una vez más nos convida un autor que acaso nos hará suspirar sin ser capaces de expirar todo el sentir que produce.

Cuando leo busco una ventana que dé a un paisaje distinto al cotidiano, esta vez, la ventana miraba hacía el interior. Sin embargo, dará gusto no poder escapar. Los cuentos de Lillo tocan esos episodios de la vida que nos marcan a fuego, cuando las personas que constituyen una pareja cambian y se dan cuenta de que ni ellos ni el otro son los mismos y el amor es disuelto de forma inesperada, cuando se añora una mirada que cobija, cuando la ingenuidad de un niño devuelve lo que alguna vez se perdió en otras páginas.

El título “Gente que Baila sola” bien representa sus argumentos. Esta prosa clara, de detalles que hacen vivo el argumento, nos invita a paisajes teñidos de sombras. Arroja luz sobre los conflictos amorosos, pero una luz que está detrás de ellos, por lo que nos llega en realidad una sombra, una sombra pesada, a veces angustiante, una sombra que se arrastra desde el pasado hasta nosotros.