Escribir para resistir

Por iniciativa del periodista Oscar Castelnovo, miembro de la Agencia Rodolfo Walsh, un grupo de 19 internas del penal de Ezeiza publicó un libro llamado “Intensidades de mujer”, con textos nacidos en el encierro.

TEXTOS. MARÍA DE LOS ANGELES ALEMANDI. FOTOS. MAURICIO GARÍN Y EL LITORAL

Escribir para resistir

Ellas jamás llegaron. Los jueces habían dado la autorización pero parece que los carceleros no las dejaron salir. Siguen en Ezeiza, tras las rejas. Y por eso hoy se van a perder la presentación de su libro: “Intensidades de mujer”.

Tapas negras. Y un rostro que abre la boca para gritar o quizá para cantar. La idea fue del periodista Oscar Castelnovo -miembro de la Agencia Rodolfo Walsh y siempre comprometido con estas causas-, quien recopiló los textos escritos en prisión de diecinueve mujeres. “Este volumen, de inconfundible aroma, reúne los contenidos que no pudieron contener los barrotes ni el hostigamiento. Al trasponerlos, ellas están con nosotros”, dice en el prólogo.

Claudia, La Rusita, Sol, Lidia, Drika y Black Engel, Carapálida, Potrillo, Su, Río, Sonia Braga, Wally, Mélady, Blácida, Gladys, Brenda, Belén, La Galle y Cue se hacen visibles. Y cuando escriben: hablan, cantan, ríen y sueñan por todas las que tienen las voces apagadas.

Esta tarde muchas de ellas quedaron detrás de unos muros. Pero otras están aquí, sentadas en el auditorio de la Cooperativa Hotel Bauen de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Como sea: todas, después de esta publicación, son un poco más libres.

LA RUSITA

Es rubia, tiene el cabello suelto, largo hasta los hombros, ajustado con dos invisibles. Una estrellita tatuada se asoma debajo de la remera, en la espalda. Los ojos le brillan cuando alguien le pide una dedicatoria en el libro y la sonrisa parece enorme o tal vez sea el efecto que causan los aritos que tiene arriba y debajo del labio.

Se llama Eliana Torres y, con 30 años, se pasó casi 2 en la Unidad 3. Hoy está en libertad bajo palabra y trabaja como paseadora de perros. También toca el saxo en una banda y escribe mucho.

Ahora le toca el turno de contar su historia. Salta arriba del escenario, divertida, y se lamenta primero por las compañeras que no pudieron venir. “No es sorpresa”, dice. Recupera la alegría al hablar de sus textos: “le puse el toque irónico, si no lo pasás mal. Hay que canalizar la bronca de la policía que te corta el chorro para escribir. Muchos escritos los sacaba con las visitas o con los abogados. Este libro es buena onda, loco. Espero que les guste”.

“Guirnaldas de papel cigarrillo adornaron sus cabezas. Ella tenía su marido en Devoto. Los dos estaban presos desde hacía 3 años y 17 días por una estafa que se mandó el Sultán y la involucró a la María.

La Yony era el chongo más deseado de Ezeiza. Con su andar de pistolera e historias descabezadas, derretía la entrepierna de más de una. La María venía de Área Grande, había lukeado un celular y en su entrar capturó a la intimidante Yony, que aceleró su paso por el pasillo a socorrerla entre tanto bagayos a cuesta. Embolsada hasta el corazón, la María largó la sonrisa agujereada.

La Naty, pareja de la Yony, enverdeció su rostro gordo. ¿Iba a saltar batalla en tierras que canta el gallo de la celadora de turno?

Recibíamos la llegada con salpicón de horas anteriores, la corazonada no vino al pedo, todas sabíamos cómo terminan éstas historias...” (Fragmento de “Pinceladas de un amor enjaulado”. Por La Rusita.)

NÚMEROS FRÍOS, BARROTES FRÍOS

Cuando toma el micrófono María del Carmen Verdú, abogada integrante de la Correpi (Coordinadora Contra la Represión Institucional y Policial) habla de números. Dice que en 1997 había aproximadamente treinta mil presos en Argentina y que para 2007 la cifra ya se había duplicado. Lo que tiene más que ver con el endurecimiento penal que se aplica a los pobres que con un incremento en los delitos.

Asegura que el 39% de las personas que hoy están tras las rejas no tienen condena. Y que las Unidades Penitenciarias tienen un 700% de superpoblación.

Dice también que estar preso es la segunda causa de muerte provocada por la fuerzas de seguridad del Estado, en cárceles, comisarías o institutos de menores.

WALLY

Está en primera fila del auditorio. Anda con muletas porque se quebró un pie, así que no se mueve de su silla. Sólo se ve el contorno de su espalda y se escucha una voz aguda, que se quiebra y se recompone en fracciones de segundos.

Nació en Gualeguaychú en 1953, se llama Alicia Benavidez. La acusaron de formar parte de una banda de narcos internacionales y después de dos años y nueve meses en prisión salió sobreseída.

Tiene cinco nietos. Sabe de amor, pero se ha llenado de bronca: no sólo por esos tres años en prisión que nadie podrá devolverle, sino porque “las cárceles también están afuera. A un año de haber salido yo todavía estoy presa de los fantasmas, de las cosas que viví, de esas por las que aún me despierto llorando a la madrugada”.

Ella quiere que la gente aprenda a ver el otro lado, pide que las dejen empezar de nuevo y sonríe porque después de todo, hoy se siente feliz. No es poca cosa estar sentada junto a la profesora Alcira Daroqui y a Osvaldo Bayer.

Wally, en “Intensidades de Mujer”, publicó dos textos, uno de ellos es una crónica acerca de las visitas íntimas, de “cómo se siente una mujer” que es trasladada de penal a penal (de Ezeiza a Devoto) para encontrarse con su esposo, también preso.

“Nos cierran con llave desde afuera y a partir de allí se cuentan dos horas, como en el hotel alojamiento. La música que se escucha emana de un radiograbador que llega a todas las habitaciones y es de dudosa calidad.

Bueno, se terminaron las palabras, quedamos en silencio, mirando el colchón lleno de manchas, sin almohada, sin sábanas, un ventilador de techo que no funciona, sin luz, un baño que gotea sin cesar. Pero allí estamos, apretados el uno con el otro, con lágrimas que queman y lastiman, de rabia. Y ese deseo de amarnos que no llega, no alcanza para olvidar dónde estamos. Seres como nosotros han muerto sin volver a besarse, ni siquiera tocarse por última vez. No importa el lugar, imaginemos el mejor lugar del mundo donde yo y vos hacemos el amor. Esto es el amor, seguirte, hasta este lugar. No puedo abandonarte, ni siquiera con la mente. Pude llorar en tu pecho, sentir tus caricias, y después de este primer encuentro atropellado, desesperados de besos furtivos y sin tiempo, nos sentamos en la cama y tomamos unos mates como si esa rutina fuera la que alguna vez llenó nuestros días...” (Fragmento de Hotel Devoto. Por Wally.)

LIDIA

Luce un vestido negro a la rodilla y sandalias con plataforma, parece una mujer como tantas otras. Se planta en el escenario y pone la cara de la gente a la que por fin se le cumplen algunos sueños: participa del Foro de Encierro del Inadi en la lucha por el reconocimiento de los derechos de detenidos y liberados, “porque la sociedad nos sigue dando cadena perpetua: sos siempre un preso”, dice.

Y lo dice porque después de tres años de encierro, hoy está en libertad pero desocupada. En nota al pie del libro cuenta que “tuvo algunos breves empleos, de los cuales fue despedida, a veces elegantemente, cuando sus patrones se enteraban de que había estado en el “Country’ de Ezeiza.

En la cárcel empezó las carreras de Sociología y Derecho. Hoy las sigue cursando en la Universidad de Buenos Aires.

“La incesante travesía de hombres y mujeres que recorren el largo camino de tierra y polvo. El sudor producido por el esfuerzo del acarreo de pesadas bolsas que contienen un poco de aquello con lo que la familia intenta -con todo esfuerzo- producirle alegría.

“El paquete, eso que tanto disfrutás cuando lo saboreás. Un simple pan dulce lleno de agrias frutas y un pequeño trozo de mantecol dan una vista distinta del paisaje, que rompe su silencio de pasto y lejanía con la alegría de los niños que en su inocencia preguntan “por qué están ahí’. Justo en el lugar donde está mamá. Mientras, adentro, el mismo olor a tumba cambia por el sabor de lágrimas que se esconden para no dejar ver que dentro de cada una hay todavía rezagos de mujer que grita pidiendo, suplicando, que pase rápido esta fecha. Se siente como una daga clavada en el corazón, que se desangra gota a gota. Mientras, llorás a escondidas para que nadie vea tu debilidad, que no se puede tener ahí adentro, donde sólo podés ser fuerte. “Si te gusta el dulce, aguantate lo salado’, dicen por ahí las viejas tumberas...”. (Fragmento de Navidad entre rejas. Por Lidia.).

ELLAS

No se necesitan muchas palabras más para cerrar la presentación del libro. Osvaldo Bayer lo sabe. Dirá en voz baja, lenta, que “no es posible dormir en paz mientras sepamos lo que pasa en nuestras cárceles”, que “no podemos mirar para el otro lado”.

“Intensidades de Mujer”. Un libro de tapas negras. Y un rostro que abre la boca para gritar o quizá para cantar.

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“Intensidades de mujer” se presentó en noviembre en el Bauen y las autoras no pudieron estar en el acontecimiento.

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“Le puse el toque irónico, si no lo pasás mal. Hay que canalizar la bronca de la policía que te corta el chorro para escribir. Muchos escritos los sacaba con las visitas o con los abogados. Este libro es buena onda, loco. Espero que les guste”, dice una de las internas autoras de los textos.

+ información

Los interesados en el libro, pueden escribirle a Aníbal Mosquera, miembro del equipo de Educación Popular Pañuelos en Rebeldía y de la Editorial América Libre:

[email protected].

PALABRAS LIBRES

“Intensidades de mujer” fue publicado por América Libre, una editorial que nació hace más de 20 años y que le dio alas al libro, después de que otra no se animara. A muchos les asusta la denuncia, la violencia expuesta, las escenas de amor lésbico, el nombrar las cosas por su nombre.

“A mí este libro me sostiene”, dice sin embargo, Alcira Daroqui, socióloga, investigadora de cárceles argentinas y una de las profesoras del taller literario del Penal. Sabe de las emociones, las broncas, los amores y los desahogos que se vuelcan sobre el papel.

“Es la mejor forma de resistencia”, define. Y reformula la frase mientras aprieta contra el pecho ese libro de tapas negras: “A la cárcel hay que resistir”.