Grandes mujeres

Los términos del título podrían invertirse y dar lugar a otra interpretación. Sin embargo, la autora reflexiona sobre la etapa, rica en experiencias, que se abre con el inicio de las 5 décadas.

TEXTOS. LIC. PATRICIA GUBBAY DE HANONO. FOTO. EL LITORAL

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La ansiedad frente a los cambios que sufre una mujer que ha pasado la barrera de los 50. Después de escribir el titulo me sobrevino la duda. ¿Para quién estoy escribiendo? ¿Existen las mujeres de más de 50? A las que aún no tienen esa edad no les interesa tomar contacto con esa realidad; más aún, las aterra. Aquellas que hemos pasado esa barrera, nos sentimos invisibles. Pero, ¿qué pasó? ¿Cuándo ocurrió el cambio de la visibilidad a la invisibilidad? ¿Qué estábamos haciendo que no nos dimos cuenta?

Antes de los 50 la mayoría estábamos trabajando, criando a nuestros hijos, ocupándonos de nuestro hogar, con poco tiempo para pensar en nosotras. En el apuro pasamos rápido por el espejo sin registrar los cambios que poco a poco empezaban a aparecer.

Llegó un momento en que logramos bajar el ritmo en las tareas del hogar, gracias al entrenamiento conseguido después de años de repetir una y otra vez las mismas acciones, esas que en plena juventud parecían imposibles de coordinar. Ya nuestros hijos salen al mundo adulto desplegando sus propias alas. Y el tiempo que antes dedicábamos a estos menesteres queda vacío. Es entonces cuando nos miramos al espejo y nos damos cuenta de que hemos sufrido un cambio muy importante.

Nuestro cuerpo ha cambiado. Aquella pancita que después de los partos asomaba tímidamente ha logrado instalarse para siempre. Nuestros músculos, antes firmes y marcados, se han deslizado como por un tobogán quedando flojos y caídos, a pesar de todas las dietas, los spa, las cremas y los ejercicios milagrosos que aparecen semana tras semana en las revistas dedicadas al público femenino.

Cuando miramos hacia fuera y buscamos encontrarnos con nuestras coetáneas nos damos cuenta de que no existen, no tienen un lugar. No aparecen en ningún lado mujeres de más de 50. Por lo menos no como las recordamos aquellas que vivimos en la era anterior a la cirugía plástica, al bótox y a los rellenos para las arrugas. En el mundo femenino existen las niñas, las jóvenes, las caricaturas de las mujeres jóvenes, y las ancianas.

Estas últimas son las que, agotadas de seguir aferradas a la juventud aún cuando la ley de la gravedad se impone y aquello que venían sosteniendo cae por su propio peso, no tienen más remedio que soltar. Lo inevitable sucede de un día para el otro. De caricaturas de mujeres jóvenes pasan a ser ancianas.

OTRA ETAPA

Aun existen imágenes que sirven como pruebas fehacientes de que estas mujeres existieron, basta con buscarlas en los álbumes de fotos o en las revistas anteriores a la era del fotoshop. En esas fotos las mujeres parecen convivir con sus canas y arrugas sin padecer hasta la obsesión. Más aún, pienso que debían estar más relajadas y felices, aceptando la realidad del paso del tiempo y dedicándose en la nueva etapa de sus vidas a aquellas cosas que no podían hacer mientras tenían que ocuparse de criar a los hijos y de ayudarlos más tarde a independizarse. Aquellas que tenían pareja (casi todas, porque las separaciones no eran tan frecuentes) podían reencontrarse con ellas y disfrutar juntos la familia que con tanto esfuerzo habían creado.

También era frecuente que se reunieran con otras mujeres o que aprendieran cosas que por falta de tiempo -cuando eran más jóvenes- habían relegado para otro momento. Pero tampoco todo era tan rosa. Muchas mujeres estaban ansiosas y deprimidas con el síndrome del ama de casa.

ALIMENTAR EL ALMA

Hoy vivimos en una cultura que privilegia lo externo en lugar de lo interno, el tener en lugar del ser; donde las mujeres son consideradas objetos con fecha de vencimiento en lugar de personas con derecho a vivir en plenitud cada una de las etapas de sus vidas, sin sentirse mal con respecto a ellas mismas cuando han dejado atrás los dorados años de la juventud.

Aquellas que con el afán de detener el tiempo se han transformado en caricaturas de mujeres jóvenes logran salir de la invisibilidad por el espanto que generan en quienes las observan.

Jean Shinoda Bolen, en su libro “Las Diosas de la mujer madura” dice: “a lo mejor el pasado no fue sino el preludio del período más auténtico de nuestra vida; y, ahora, aun cuando hayamos vivido más o menos según las expectativas de los demás, nos ha tocado el momento de elegir ser nosotras mismas”.

Hoy nuestra cultura le permite a la mujer tomar muchas más decisiones sobre cómo quieren vivir sus vidas. Por eso me parece importante en esta etapa plantearnos qué queremos hacer de nuestras vidas y vivir de acuerdo a lo que decidamos, tratando de resolver el conflicto de lealtades que muchas veces se nos plantean; los hijos, los nietos, la pareja, y nuestros padres si aún los tenemos. Si logramos hacerlo podemos vivir esta etapa en plenitud, haciendo cosas que nos alimenten el alma.

Si tratamos de vivir en el pasado y detener el tiempo, nos transformaremos en caricaturas frustradas y angustiadas sin la posibilidad de transitar los años de esta nueva etapa con alegría y con una sensación creciente de sabiduría interior.