EDITORIAL

Crispación y conflictos

 

El discurso de la presidente en la asamblea legislativa agudizó las contradicciones y las tensiones políticas. Lo que debería haber sido un punto de partida para un nuevo tiempo institucional se transformó exactamente en lo contrario. Habitualmente, se estima que la presencia de la autoridad máxima del país en el inicio de la actividad legislativa refuerza las instituciones y honra el principio de división de los poderes. Nada de ello ocurrió en este caso.

Si bien en su discurso la señora de Kirchner abundó en algunos lugares comunes relacionados con la democracia, en los hechos su comportamiento fue una afrenta a los valores que ella misma dice respetar. En principio, no deja de ser una paradoja que en el recinto donde se sancionan las leyes la titular del Poder Ejecutivo se despache anunciando dos decretos. En cualquier República que merezca ese nombre las decisiones legislativas se toman en el Congreso y no se registran antecedentes de que, justamente en el acto inaugural de la actividad parlamentaria, el presidente decida hacer exactamente lo contrario.

En el caso que nos ocupa el tema se agrava porque los decretos mencionados no son más que una ratificación de la voluntad de poder de los Kirchner de apropiarse de las reservas del Banco Central, según dicen ellos, para pagar los compromisos externos y, según los opositores, para disponer con discrecionalidad de más recursos con el objetivo de fortalecer un determinado esquema de acumulación de poder político.

Independientemente de los objetivos ocultos del kirchnerismo, lo que queda claro es que su decisión violenta las reglas de juego. El anuncio de la presidente no sólo ha sido tomado como una falta de respeto a los legisladores, sino que, además, representa una virtual declaración de guerra a la Justicia, Justicia a la que la presidente ha calificado despectivamente como “el partido judicial” y no se ha privado de atacarla diciendo que sus fallos están condicionados por las tapas de los diarios.

En ese contexto se hace muy difícil imaginar un escenario político distendido. Por el contrario, a partir del discurso de la presidente, las relaciones se han crispado. No conforme con ello, el oficialismo se empecina en seguir ganando enemigos. Su comportamiento en algunos aspectos es tan obstinado y sectario que para más de un observador existen buenos motivos para pensar que la verdadera vocación destituyente anida en el interior del oficialismo.

Más allá de las visones conspirativas de los Kirchner, lo que sucede es que los resultados prácticos de los comicios del 28 de junio se están haciendo notar y el gobierno, en lugar de adecuarse a las nuevas circunstancias, ha optado por una estrategia suicida de huir hacia adelante haciendo trampa. Según ellos, sus enemigos son, además de los adagios y los jueces, los políticos neoliberales, los empresarios ávidos de ganancias y los productores rurales oligárquicos y proimperialistas. Con ese cuadro de situación se hace complicado, muy complicado, imaginar una salida política sensata.