EDITORIAL

La policía del pensamiento

La propuesta del diputado nacional por Santa Fe, Alejandro Rossi, en el sentido de investigar la vida privada de los jueces, ha merecido una fuerte repulsa por parte de representantes de la Justicia y círculos políticos. Independientemente de este rechazo, el legislador parece no haber medido el alcance de sus palabras, que pueden volverse contra el estamento político, al que pertenece, y alcanzar a conspicuos representantes sindicales.

En concreto, Rossi argumentó ante las comisiones parlamentarias que estudian una posible reforma al Consejo de la Magistratura, que de un juez “habría que ver qué tipo de sector representan, qué tipo de ideología, cuántos están casados entre sí, cuántos son parientes, a qué clubes van y a qué colegios asisten sus hijos”.

Es decir que, dependiendo de esas circunstancias, un juez sería elegible o no para su cargo. La pregunta inmediata es quiénes establecerían los parámetros sectoriales, ideológicos, parentales, recreativos y educativos. Además, debiese establecerse en virtud de cuál ideología previa, quienes dicten las normas declararían la aptitud para ocupar un cargo.

La respuesta cae de madura: la ideología previa es la del actual facción en el poder, que entiende a la Justicia como un factor limitante en su arremetida hegemónica. Pero yendo más allá, cabría preguntarse si el diputado Rossi estaría de acuerdo en extender su acuciosidad selectiva al mundo político y a los sindicatos.

Por ejemplo, estableciendo cuántos dirigentes partidarios o sindicales de su propia línea, tienen a familiares insertos en la corporación política o en la burocracia estatal; cuántos saltan de vereda según cambia el calor oficial, sin ideología que valga; cuántos exhiben fortunas “legales” (acrecentadas en períodos sorprendentemente acelerados), que los catapulta de un estamento social a otro superior; cuántos están casados entre sí, permitiendo que uno de los cónyuges ejerza un cargo ejecutivo, mientras el otro detenta la contraloría de ese cargo o, en un caso supino, que uno controle los resortes políticos del Estado mientras el otro ejerce la primera Magistratura.

Horas después, tratando de suavizar sus dichos, Rossi aclaró que las expresiones fueron “en sentido gráfico, no literal”, y que con ellas intentó “explicar cómo se eligen los jueces, que en general se eligen entre ellos”.

En el mismo sentido gráfico, no literal, debiese recordarse al legislador que, políticamente, es un recurso gastado ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio. Pero peor que eso, es convalidar como herramienta política la injerencia en la vida privada y la formación ideológica de las personas, que retrotrae a la policía del pensamiento de George Orwell.