Los árboles de Juan

José María Chartier.

DNI: 6.191.112.

Señores directores: En este espacio que nos cede el diario El Litoral, orgullo santafesino, voy a narrar algo verídico que sucedió en una esquina de mi barrio. No es leyenda, tampoco es ficción, sino pura realidad.

Un día del año que no me acuerdo, en esa esquina empezaron a edificar una casa, nadie sabía quién iba a habitarla.

Luego de terminada la obra llegó una pareja; ella se llamaba Porota y él se llamaba Juan, una pareja recién formalizada, llena de ilusiones, pero sin saber cuáles entretelones les deparaba la vida. Sólo ilusiones. Por ese destino que nadie puede predecir, no tuvieron hijos; sólo Dios lo sabe. Un matrimonio que enseguida se habituó al vivir del barrio. Al no tener hijos fueron adoptando perritos; eran sus hijos, criados y atendidos como tales.

Cada uno tenía su silla para sentarse junto a ellos cuando tomaban mate.

Los perritos comían galletitas. Cierto día, que no viene al caso, plantaron dos árboles; como era esquina, uno en cada calle.

La vida siguió transcurriendo entre trabajo, satisfacciones, penurias.... Eran muy respetuosos y el barrio todo los apreciaba.

Un día, Porota se empezó a sentir enferma, uno de los árboles empezó a decaer, se le caían las hojas, sus ramas empezaron a debilitarse. Cuando el corazón de Porota perdió sus latidos, a este árbol, que ya estaba débil, una brisa lo volteó. Juan quedó solo con sus perritos, junto al otro árbol que a veces le servía de sombra. La tristeza fue debilitando a Juan. Lo llevaron a un hogar y, después de un tiempo, se fue de esta vida. El árbol, al sentirse solo, empezó a debilitarse y también una brisa le quitó la vida. Muchos creerán que esto es ficción; pero para nosotros, que hemos compartido y conocido sus penas y trayectorias, es pura realidad. Hoy la esquina no es la misma: faltan Porota y Juan, faltan los perritos y sus ladridos... y “faltan los dos árboles”.

Vuelvo a repetir; esto es realidad, no es leyenda; nosotros, sus amigos y vecinos, somos los que vivimos esta historia real.

El hilo

Publio Benuzzi.

Un Pensador Poético

Más delgado, hace sombra en el suelo/ Así lo dice José Hernández y yo, digo, Publio,/ Cuídate del hermano, que por pedirte/ Un favor, te sonríe con descaro y la/

Gracia olvidada./ Mas quien manda los pesares, manda/ También el consuelo; son palabras de José Hernández / Y yo, digo, Publio: sin desvelo,/ Si tenés la consolación, ¿le agradecés a Dios con una oración?/ Al que le toque la herencia, donde quiera/ Hallar su ruina, lo dice José Hernández/ Y yo, digo, Publio: vendrán amigos fieles/ E infieles, para ver si algo reciben/ Fuimos a esconder allí nuestra pobre situación/ Aliviando, con unión, triste como un cementerio/ Así lo ha dicho José Hernández;/ Y yo digo: Publio, alegría o tristeza en tu vida/ Piensa razona en ese lugar queda todo ser que camina, al cementerio irá a parar.

“Vuelo hacia mi último destino, como la levedad de las alas/ Del ave sin herir a ninguno”.