Tribuna política

De la tortuga al pingüino

Eloy Rodríguez

Avistamos el apogeo de una crisis moral, que estalla en esquirlas políticas, económicas, educativas, gremiales, culturales, etcétera, abonando un estado de descomposición social. ¿Estamos ante apóstatas de la moral o ante amorales?

Arturo Umberto Illia (1900-1983) fue presidente argentino desde el 12/10/1963 hasta el 28/06/1966, cuando fue derrocado por el general Juan Carlos Onganía. Su primer acto de gobierno consistió en eliminar la restricción al peronismo. Cinco días después de su asunción se conmemoró el 17 de octubre en Plaza Miserere, habilitó la participación peronista en los comicios legislativos de 1965 y eliminó la prohibición que pesaba sobre el Partido Comunista, promulgando penalidades a la discriminación y violencia racial.

El 15 de noviembre de 1963, los Decretos 744 y 745 anulaban contratos petroleros firmados por Frondizi por “ilegítimos y dañosos a los derechos e intereses de la Nación”.

El 15 de junio de 1964, la Ley 16.459 estableció el salario mínimo, vital y móvil y constituyó el Consejo del Salario, integrado por el gobierno, los empresarios y los sindicatos, con el fin de “evitar la explotación de los trabajadores en aquellos sectores con exceso de mano de obra, asegurar un ingreso mínimo adecuado y mejorar los salarios”. También se promovió la Ley de Abastecimiento, para controlar los precios de la canasta familiar y la fijación de montos mínimos de jubilaciones y pensiones.

La Ley 16.462, del 28/08/64, llamada Ley Arturo Oñativia, en honor al ministro de Salud, fijaba una política de precios, congelándolos a 1963, y de control de medicamentos, estableciendo límites para gastos de propaganda y pagos al exterior en concepto de regalías y compra de insumos, obligando a las empresas a declarar análisis de costos y regalías existentes, con el fin de evitar las canonjías de los grandes laboratorios.

La importancia de la educación tuvo su correlato en los presupuestos nacionales. En 1963, el 12 %; en 1964, el 17 %, y en 1965, el 23 %.

El 5 de noviembre de 1964 se lanzó el Plan Nacional de Alfabetización (el analfabetismo rondaba el 10 % de la población). En junio de 1965 existían doce mil quinientos centros alfabetizadores con trescientos cincuenta mil alumnos de dieciocho a ochenta y cinco años de edad, y se graduaron 40.000 estudiantes en la UBA, la cifra más alta en la historia universitaria.

El eje de la economía pasaba por ordenar el sector público, disminuir la deuda estatal e impulsar la industrialización. Se creó la Sindicatura de Empresas del Estado para controlar las sociedades públicas. La evolución del PBI fue del -2,4 % en 1963; 10,3 % en 1964 y 9,1 % en 1965. La deuda externa disminuyó de 3.400 millones de dólares a 2.600 millones. El salario real creció un 9,6 % y la desocupación bajó de un 8,8 % a un 5,2 %.

Ante este proyecto de país, una de las respuestas opositoras fue una suelta de tortugas en la Plaza de Mayo, parodiando la supuesta lentitud e ineficiencia del gobierno y creando el terreno para el golpe de Onganía ante la indiferencia popular. El Gral. Alsogaray, el coronel Luis Perlinger y varios oficiales se presentaron en su despacho para solicitarle la renuncia. Illia respondió: “El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo”. Perlinger amenazó diciendo: “Usaré la fuerza si es necesario”, a lo que Illia retrucó: “Es lo único que tiene”. No obstante, abdicó. Bajó por la escalera de la Casa Rosada, cruzó su entrada, se dirigió a la calle, tomó un taxi y se trasladó a la casa de su hermano en Martínez.

Luego, ante el escribano mayor de Gobierno hizo su manifestación de bienes. Al asumir, poseía una casa en Cruz del Eje, donde fue médico ad honórem de los pobres, obsequiada con el aporte de 4.000 vecinos que habían contribuido con un peso moneda nacional c/u, su consultorio, un automóvil, y un depósito bancario de 300.000 pesos. A la fecha de su destitución sólo tenía la casa. Además, dispuso de 80 millones de pesos anuales para gastos reservados, sin obligación de rendir. De los 240 millones sólo utilizó 20 millones, entre otras cosas, para la presentación en Europa de una obra de teatro de Ricardo Rojas, reintegrando los 220 millones restantes a la Tesorería General de la Nación. Asimismo, renunció a la jubilación de privilegio.

¿Estamos tan desorientados que confundimos honestidad y moral con pusilanimidad? ¿Estadistas con pasajeros políticos?

Transitamos vertiginosamente de los Ingalls a los Simpsons, de la tortuga a una especie de pingüino veloz, contraria a la definición de “pájaro bobo”.

Para Marx: “La historia se repite dos veces: como tragedia y como grotesco”.

Los argentinos conocemos de tragedias.

 

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El gobierno de Arturo Umberto Illia se caracterizó por medidas progresistas y de justicia social, y una honestidad nunca vistas en la Argentina.

Foto: Archivo El Litoral