Al margen de la crónica

¿Somos los mejores?

Entre los argentinos existe una tendencia a creer que somos los mejores del mundo. Tal vez ocurra lo mismo en otras latitudes, pero es imposible saberlo porque eso implicaría dejar de mirarnos el propio ombligo.

Una encuesta realizada en seis ciudades del país corrobora que, aún en un tema tan sensible como es el tránsito, la creencia se mantiene en pie y se fortalece puertas adentro, es decir, cuando la comparación es con nuestros coterráneos. Según los resultados del estudio, publicados días atrás por un matutino porteño, la mayoría de los consultados afirma que conduce mejor que los demás, y se autocalifican como hábiles y cumplidores mientras -a la hora de las comparaciones- adjudican al resto un puntaje mucho más bajo.

Amparados en el caos que genera un parque automotor creciente y desordenado, y alentados por la viveza criolla que impone eludir controles allí donde el control es nulo o escaso, o simplemente no puede competir con la férrea voluntad de quebrar las reglas, para muchos conductores salir a la calle es cuestión de ganar o perder aunque las implicancias de uno u otro concepto sean bastante difusas.

Hace varios años se hizo en nuestra ciudad una encuesta similar: se indagaba a los conductores sobre su comportamiento frente al volante y se contrastaban las respuestas -siempre positivas- con la realidad de la calle, donde la inobservancia de las reglas de tránsito trepaba a porcentajes altísimos.

Prudencia, habilidad y cumplimiento de normas fueron los ítems evaluados en la encuesta nacional; cruce del semáforo en rojo, respeto al peatón, traslado de menores de edad en el asiento trasero eran algunas de las preguntas que se hicieron acá. En uno y otro caso el resultado fue el mismo: los culpables son los otros. Mientras tanto, los accidentes se repiten y el factor humano ocupa un lugar destacado entre las causas que los producen.

Desde la colocación de cinemómetros, dispositivos que permiten medir la velocidad a la que circulan los vehículos y detectar excesos, en dos puntos de la ciudad se registraron un promedio diario de 450 infracciones por ese concepto.

Recreando otra de las pasiones argentinas, como es el fútbol, podría concluirse en que esta contienda tiene un final cantado: autocrítica cero, accidentes... muchos.