El Camino de las Aguas

Según cuenta la historia, Álvar Nuñez Cabeza de Vaca las descubrió por el año 1541, aunque los guaraníes las conocían desde tiempo inmemorial. Tanto es así que su nombre Y-gauazú significa en su lengua ‘Agua Grande’ y tan grandes son que reclaman ser proclamadas una de la siete Maravillas Naturales del planeta.

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Aguas danzantes, todo el espectáculo de las cataratas desde las pasarelas.

 
Por Hugo Matteri
 

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Llegamos a Puerto Iguazú un viernes, después del medio día. La ciudad de a poco va cambiando pero aún mantiene un ritmo de pueblo, pero es la puerta de entrada al magnífico Parque Nacional Iguazú.

Estábamos acompañados de un numeroso grupo de españoles, a los que pasearíamos por 15 días por todo nuestro norte, de punta a punta, sin dejar nada en el camino.

Nos acomodamos en nuestro hotel y base de operaciones por los próximos tres días, ya que pensábamos hacer de todo un poco, incluido un paseo nocturno por las cataratas.

LA SELVA DE NOCHE

Ese mismo día al atardecer todos a bordo de las camionetas comenzamos a recorrer la aventura de la selva. Cruzamos el Parque Nacional por el sur, en camino hacia Colonia Andresito, camino de ripio firme y en buenas condiciones cuando es época de seca, porque con lluvia es otra cosa, más divertido, como casi todos los caminos de la provincia de Misiones.

A medida que avanzábamos el cielo iba dejando jirones de luz entre los altos árboles de la selva, hasta que estuvo bien oscuro y decidimos parar unos minutos para ‘escuchar’ las voces de la selva.

Todos abajo, motores y luces apagadas, y a prestar atención a los sonidos. El nivel sonoro es altísimo, imposible identificar alguno, ya que la sumatoria es muy grande.

En un momento en que todos disfrutaban maravillados esta pequeña experiencia de oscuridad y sonidos, palpando el pulso de una selva viva, les hicimos un pequeños desafío a nuestros invitados, penetrar unos metros en la selva sin linternas ni otro artilugio moderno. Frente nuestro la selva oscura se presenta como una pared verde, intrincada, inexpugnable, tal que el más valiente de todo el grupo español, Javier, un murciano residente en la africana Ceuta, alcanzó a dar escasos 5 o 6 pasos y eso fue todo, nadie se animó, la selva ganó el desafío.

Retomamos el camino hacia Andresito, ya en noche bien cerrada, la idea era pasar la Colonia, y bordeando la represa Urugua-í retornar a Puerto Iguazú cerca de las 23 hs para cenar.

Pasamos Andresito, sin mayor trámite, salvo una paradita kioskera, seguimos el caminito que teníamos marcado en el GPS, levantado de una carta topo, creo que de la década del 50.

Así fue que nos fuimos internando nuevamente en la selva y el camino fue huella, y la huella desapareció bajo los neumáticos, pero seguimos unos cientos de metros en lo que intuíamos era el camino.

La realidad es incontrovertible, no hay camino, selva cerradísima. Bajamos de las camionetas un poco sorprendidos por la novedad, tratando de no mostrar nuestra inquietud, pero creo que todos se daban cuenta que habíamos caído en un camino sin salida. Con Gustavo y Javier ‘el africano’, nos metimos en la espesura linternas en mano para ver si re encontábamos la huella en algún punto.

Hicimos unos 150 metros aproximadamente, tal vez un poco más, hasta lo que nos parecía un claro, y ahí quedamos petrificados, inmóviles, impávidos y todos los adjetivos que quieran pensar. Delante nuestro a unos 30 metros dos yaguaretes estaban cenando un algo que no identificamos. Creo que ni respiramos por unos segundos larguísimos, y no sabría decir quien de los cinco seres tenía más miedo o asombro, ya que todos nos mirábamos fijamente, ellos y nosotros, hasta que bien bajito dije, ‘despacito para atrás’ y así volvimos tratando de no hacer ruido sobre nuestros pasos. Los latidos creo que se esuchaban a distancia, pero cuando recuperamos el aliento y volvimos a unirnos al grupo, la emoción, alegría o como sea que se llame a esa sensación de haber vivido algo extraordinario nos superaba. Esa noche en la cena fue el tema de conversación y cargadas, Javier no lo podía creer, su primera experiencia en Sudamérica, en la selva y toparse de repente con la figurita dificil.

AGUA GRANDE

Amanecimos tempranito, ya que teníamos planeado un día largo y con mucha actividad, para que nuestros amigos ibéricos disfrutaran conociendo las bondades de esta maravillosa zona geográfica con que nos ha bendecido la naturaleza. Partimos hacia el Parque Nacional a media mañana, y luego de pagar los ingresos, ya estábamos listos, todos teníamos una pequeña mochila con una muda de ropa, repelente y agua.

A caminar se ha dicho, primero que nada, para marcar el terreno y que las emociones fluyan, nos tomamos el tren desde el Centro de visitantes hasta la estación Garganta, y por la pasarela le apuramos el paso, hasta que la bruma de agua ascendente y el tronar de la gran caída del río se manifestó ante nosotros. Todos tenían cara de sorpresa y emoción, intuyendo lo que vendría. Nos adelantamos con Gustavo a último momento para ver de frente la expresión de cada uno, cuando vieran la Garganta del Diablo, ese imponente salto de agua en herradura, que vuelca el río desde unos 70 metro de altura y en su densa niebla se forma un arco iris permanente.

Le dedicamos un buen rato a la experiencia de nuestros amigos, fotos y videos a más no poder, al punto de pedir una escalera a los fotógrafos apostado en el lugar para la gran foto grupal. Continuamos por el circuito superior, y de a uno fuimos pasando los incontables saltos de agua. Al medio día hicimos una parada para un brevísimo almuerzo y a continuar por el circuito inferior, que a mi gusto tiene vistas excepcionales y un contacto más cercano con el entorno. Cientos de mariposas vuelan en esta atmósfera húmeda y alegre, y tan confiadas se posan sobre manos , brazo o caras de los turistas, para que todo aquel que está a su alrededor tenga su segundo de fotógrafo naturalista.

Hicimos una nueva parada en el salto Bosetti, que forma una pequeña pileta de unos metros, con una pasarela que llega casi debajo de la caida misma, en la que cientos de turistas por día deciden tomar un baño de catarata, en un momento imborrable.

Gotas de plata

Ya humedecidos, la mayoría encaramos nuestros pasos hacia el puerto de embarque frente a la isla San Martín. Desde aquí se puede tomar un bote hasta la isla, desembarcar, recorrerla y admirar los saltos de agua desde una ubicación privilegiada, pero nosotros queríamos algo menos contemplativo y un poco más activo.

Nos embarcamos en los gomones que van hasta la Garganta del Diablo. Todos a bordo con los chalecos salvavidas colocados, y sentaditos como colegiales. Una aclaración, nuestros amigos y compañeros no sabían de los recorridos posibles así que nos limitamos a decirles que íbamos a cruzar a la isla San Martín, y todo mundo tranquilo.

Comenzó la navegación y es tal el ruido que producen los saltos de agua, que cuando pasamos por el costado de la isla, rumbo a la Garganta, no escuchamos que nos decían, aunque sabíamos de que se tartaba.

Cerca, muy cerca de una de las caídas de agua, el viento y la presión que produce es tan fuerte que hasta cuesta poder respirar y la mojadura se convierte en algo histórico. Así nos pasearon por una media hora, por cuanto salto de agua les permite entrar en sus dominios con el bote, sin arriesgar la seguridad.

A esta altura de los acontecimientos la sorpresa se había convertido en algarabía, gritos desde lo más profundo del alma, en un momento quedamos dentro de esa niebla infinita contra la luz del sol, y todo brillaba cual lluvia de gotas de plata, sin dudas para no olvidar el momento vivido nunca más.

Nos perdonaron la pequeña broma de no decirles el programa, y festejaron con mucho ánimo el momento que habían vivido, sin importarle a nadie la soberana mojadura que teníamos encima.

El regreso al puerto fue muy emotivo, hasta alguna lágrima se ocultaba en la salpicadura que teníamos, pero las voces y los ojos nos dejaban ver los sentimientos que afloraban.

Desembarcamos en medio de innumerables comentarios y el agradecimiento elevado al infinito por todos nuestros amigos, lo que nos hacía muy felices, y auguraba un viaje fantástico.

Terminamos de recorrer el Parque, y nos detuvimos algunos en el bar y otros atacaron la feria de artesanos, donde podemos encontrar desde arcos y flechas, servatanas, tucanes o yacarés tallados en madera por manos aborígenes con una delicadeza exquisita.

GIGANTES DE MADERA

De regreso a la ciudad, nos detuvimos en la Aripuca, una construcción sorprendente por donde se la mire.

En si misma es una gigantesca trampa para pájaros que construían los aborígenes, pero a una escala muy muy menor.

Esta fue realizada con troncos de árboles enormes que fueron recolectando en la selva, pero sin cortar ninguno, eran trocos caidos que se aprovecharon para este emprendimiento, de una dimensiones dignas de gigantes.

Ya desde el ingreso que se hace por un pórtico de troncos, y la oficina donde se abona el ingreso con un pequeño local comercial que está emplazada dentro del tronco ahuecado de un árbol, da la justa dimensión de esta sensación de estar entre gigantes de madera.

La Aripuca propiamente dicha se puede recorrer por todo su interior, subir hacia los más alto por escaleras y caminar por los enormes troncos, para contemplar desde lo alto este singular lugar, donde no hay dos troncos de la misma especie, todos estos gigantes crecieron en la selva que rodea la ciudad y no hay dos con el mismo apellido.

El día llegaba a su fin y el cansancio se hacía sentir, y decidimos volver al hotel para darles un respiro, antes de la cena.

La cena que nos esperaba era algo especial, obviamente planificada al detalle, siempre para sorprender a nuestros invitados del viejo continente.

El hotel tiene un hermoso quincho al lado de la pileta, y que balconea en una barranca parquizada hacia el río Iguazú, unos cientos de metros antes de su eterna unión con el Paraná en lo que se denomina la Triple Frontera, la que teníamos a la vista.

Un asado apoteótico, nos fue servido por el personal del hotel, regado con buen malbec de estirpe criolla y como no podía ser de otra manera, un grupo de músicos, aborígenes guaraniés con sus instrumentos típicos, le puesieron el clima a la cena que todos disfrutamos, y hasta algún chamamé voló por el aire, haciendo que más de uno se anime con este hermoso baile litoraleño.

Nuestros invitados estaban impactados por todo lo que estaban viviendo, y que creo honestamente no imaginaban siquiera que fuera así.

Esto es lo lindo de viajar, no?

Que lo disfruten y buenos viajes


Foto: hugo matteri.

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Imponentes, las cataratas del Iguazú formadas por más de 260 saltos de agua, en que cae el río desde unos 70 metros de altura.

Foto: hugo matteri.

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Navegando el Iguazú, debajo de los saltos el paisaje es otro.

Foto: hugo matteri.

algo de historia

Las Cataratas del Iguazú son en si mismas una falla geológica en el basamento del maciso de Brasilia. Distintas capas de coladas volcánicas han dado forma a la región central de América del Sur, y el río desde su nacimiento en la Serra do Mar, a más de 1300 km, recorre una infinidad de saltos de agua hasta llegar a este punto donde el escalón tiene unos 70 metros, y su cauce se ensancha hasta llegar a los 1500 metros, formando una herradura, la Garganta del Diablo.

El 9 de octubre de 1934 el gobierno Nacional declaró la creación del segundo Parque Nacional de nuestro territorio, el que es finalista para ser designado una del 7 Maravillas Naturales del planeta. (http://www.new7wonders.com) Ya votaste?

/// el dato

1541

El año en que fueron descubiertas por Alvar Núñez Cabeza de Vaca.

1.116.425

Personas visitaron las Cataratas durante el 2009.

275

Son los saltos que existen dentro del Parque Nacional Iguazú.

/// en números