En el trazado oficial de las rutas de los

Jesuitas se olvidaron de Santa Fe

Gustavo J. Vittori

Las rutas históricas han sido tomadas por el turismo para convertirlas en productos vendibles, con capacidad para multiplicar actividades comerciales y de servicios. La idea parte de la revalorización de la propia historia y su aprovechamiento como vector de difusión cultural. Pero a la par se propone motorizar economías regionales asentadas sobre ricos estratos históricos o prehistóricos.

La experiencia tiene muchos kilómetros recorridos en distintas partes del mundo y sus efectos culturales y económicos están comprobados, máxime cuando esas trazas -articuladas por ejes temáticos- obtienen el sello de la Unesco mediante su inclusión en la lista de bienes que integran el Patrimonio de la Humanidad.

La denominada ruta de los Jesuitas, que tiene manifestaciones y reconocimientos en distintos puntos del país y de naciones limítrofes, y en rigor configura una trama compleja que abarca toda la geografía de Iberoamérica, en la Argentina tiene sus principales expresiones en la provincia de Córdoba con la manzana jesuítica de la capital mediterránea y las estancias ubicadas al norte del territorio provincial con epicentro en Santa Catalina, la mayor de todas.

El otro polo significativo se relaciona con las misiones -que le dan nombre a la provincia del noreste- pero que se extendían también por los actuales territorios de Paraguay, Uruguay y Brasil, país éste que tiene su propia rota das missoes jalonada de antiguas toponimias originadas en establecimientos jesuíticos, restos en varios de esos lugares y las ruinas de Sao Miguel das Missoes (Rio Grande do Sul, Brasil), complejo cultural que forma parte del patrimonio de la humanidad, al igual que San Ignacio Miní, próximo a Posadas, Misiones; y de la Santísima Trinidad, en Paraguay, las principales entre varias otras que integran la región guaranítica y que han merecido la distinción universal de Unesco.

Ahora, Débora Giorgi, ministra nacional de Industria y Turismo, ha suscripto con la presidenta del Instituto Brasileño de Turismo, Jeanine Pires, un convenio para trabajar juntas en la potenciación de dos rutas vinculadas con los jesuitas: la de Iguazú-Misiones y otra que vincula a Viamao (sur de Brasil) con Córdoba, a través de Colonia de Sacramento, en Uruguay, y Buenos Aires.

Santa Fe, entre tanto, brilla por su ausencia, pese a haber sido una pieza clave en los caminos de la colonia y, en particular, en el sistema de circulación de bienes producidos por los jesuitas en las reducciones de guaraníes, muchos de ellos comercializados por la Procuraduría u Oficio de Misiones que funcionaba en el colegio de orden de Loyola en esta ciudad.

Pero, de seguro, la omisión ministerial se ha debido a falta de información, aunque también se debe mencionar la ausencia de gestión santafesina -pública y privada- en este terreno, porque los caminos en cuestión empezaron a desarrollarse hace tiempo. Por lo tanto, se impone una reacción legítima que, además, puede contribuir de manera sustantiva a completar y enriquecer las trazas propuestas.

En rigor de verdad, la relación del colegio ignaciano de Santa Fe -por añadidura el más antiguo del país- con las misiones fue constante. La razón era simple, Santa Fe la Vieja, primero, y Santa Fe de la Vera Cruz, después, fueron puntos de intercambio comercial muy importantes en la trama del virreinato.

Para comprenderlo mejor hay que saber que los jesuitas desarrollaron el primer sistema integrado de producción, transporte multimodal y comercialización de bienes primarios y manufacturas durante los siglos XVII y XVIII. Y que este antecedente directo de las modernas cadenas económicas, tuvo en Santa Fe un punto crucial, ya que su puerto era el sitio de transferencia de las cargas que partían hacia el oeste (Córdoba, Mendoza, Chile) y el noroeste (Tucumán, Salta, Charcas, Lima), y que la principal de esas cargas era la yerba mate, producto insignia del comercio colonial, que llegaba en balsas desde Paraguay y las misiones de guaraníes -a través de los ríos Paraguay y Paraná, y también del Alto Paraná, que confluye con el Iguazú- y se transbordaba a los lomos de los mulares que se criaban en los campos de la zona y que, organizados en arrias, proseguían el transporte por tierra hacia las ciudades de destino, atravesando necesariamente, cuando se dirigían al oeste, El Paso existente en la estancia jesuítica de Santo Tomé, junto al río Salado, antecedente de la vecina ciudad y de las huellas que hacia Córdoba y Buenos Aires se convertirían en tiempos modernos en las rutas nacionales 19 y 11.

Santa Fe era también el puerto de registro de los guaraníes que arribaban en las balsas y que tenían prohibido por normas de la Corona continuar al sur de esta latitud. Desde 1640, y conforme lo mandaba una Real Cédula, éste era el punto de control y regreso de embarcaciones y navegantes procedentes de las misiones.

En esas idas y venidas al puerto de registro de personas y redistribución de cargas, se movían distintos productos además de yerba: tabaco, tejidos, maderas, metales, imaginería y platería religiosa, por citar algunos. Para visualizar con nitidez esta estrecha relación basta saber que el altar mayor de la iglesia de Nuestra Señora de los Milagros, donado por Gabriel de Arandia en 1730, fue realizado por indios de la reducción de Loreto (origen de la homónima población actual próxima a Posadas), así como la imagen de bulto de San Estanislao de Kostka, que es la única de las originarias que permanece en su nicho. En el Museo Histórico Provincial, que se alza junto al Colegio de la Inmaculada Concepción, se conserva, entre otras tallas indígenas procedentes de una donación jesuítica, la de San Juan Nepomuceno, patrón secundario de la orden ignaciana. Mientras tanto, en la torre campanario de la iglesia de los Milagros, aún tañe una campana fundida en la reducción de la Trinidad en 1747, en tanto que en el vecino edificio de la Casa de Gobierno de la provincia, se conserva otra pequeña campana también elaborada en las misiones en el siglo XVIII, que convocaba a las reuniones en el demolido Cabildo de la ciudad.

En suma, referencias y muestras rápidas de una relación intensa, tangibilizada en edificios, objetos y toponimias, que no pueden quedar al margen de las rutas de los jesuitas, sin desmedro de la idea que impulsa su activa promoción oficial.

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Campana fundida en 1747 en la reducción de la Trinidad.

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Campana que perteneciera al Cabildo de Santa Fe.

En el trazado oficial de las rutas de los Jesuitas se olvidaron de Santa Fe

Altar mayor de la iglesia de Nuestra Señora de los Milagros, realizado por guaraníes de la misión de Loreto.

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Talla de San Estanislao de Kotska. Iglesia de los Jesuitas.

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Imagen de San Juan Nepomuceno. Siglo XVIII.