Al margen de la crónica

Obras con sello propio

Tal como están las condiciones del cine actual, para los directores se torna cada vez más complicado sostener una mirada que sea coherente y que pueda, a la vez, hacerse extensiva a toda su producción. Tan sólo pueden permitírselo esos que -como el caso de Martin Scorsese o Woody Allen por nombrar únicamente a dos bien representativos- están más allá del bien y del mal y en condiciones, a fuerza de décadas de éxitos, de exigir sin problemas el control creativo de sus trabajos. O aquellos otros dispuestos a mantener en pie sus argumentos estilísticos y temáticos para defenderlos “a capa y espada” ante cualquier estocada que suponga un condicionamiento indeseado. Cosa que, paradójicamente, debe ser mucho más difícil dentro de cinematografías tan poderosas como la norteamericana.

Pero hay algunos directores del país del norte que hoy están en pleno vigor creativo y demuestran con su notable producción cómo se puede permanecer fiel a un estilo, hacer un “cine de autor” sin que esto vaya necesariamente en desmedro del éxito de público. Es decir (al igual que Juan José Campanella, en Argentina) hacer un trabajo de calidad que no implique necesariamente un divorcio con el espectador medio.

Entre estos realizadores figuran Joel y Ethan Coen quienes volvieron a diseccionar con cautivante acidez a la sociedad norteamericana en “A serious man”; Terry Gilliam aquel irreverente realizador que se inició con el grupo británico Monty Phyton y presentó recientemente “El imaginario mundo del Doctor Parnassus” con los mismos códigos que utilizó a lo largo de su carrera y Tim Burton quien se animó a desandar una nueva versión de “Alicia en el país de las maravillas”, respetando las particularidades que -para bien o para mal- caracterizaron toda su obra, desde “El joven manos de tijera” hasta “Sweeney Todd”, casi siempre con la inestimable colaboración de Johnny Depp. Ojalá sigan así.