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El director Daniel Bustamante y la productora ejecutiva Carolina Alvarez reciben el Premio del Público Glauber Rocha en el Festival de Montreal.

Filma tu aldea

Daniel Bustamante, el director de “Andrés no quiere dormir la siesta”, habló con Nosotros sobre cómo un filme “netamente santafesino” logró conmover en otras latitudes. Y también, acerca del regreso a su ciudad natal.

TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. EL LITORAL

Rueda de prensa por la mañana, estreno a la noche, una función agregada a la ya prevista para presentar la película que llegó precedida de premios y reconocimientos internacionales, una intensa agenda de entrevistas y -seguramente- visitas y encuentros con familiares y conocidos de su ciudad. Todo eso esperaba al santafesino Daniel Bustamante en los últimos días de febrero, cuando volvió a esta capital a presentar “Andrés no quiere dormir la siesta”.

Radicado desde hace varios años en Buenos Aires, dialogó con Nosotros sobre el momento actual del cine argentino, sobre su trabajo en particular y sus proyectos para un futuro inmediato. Pero también sobre cómo, a los 14, decidió que lo suyo iba a ser el cine y a los 30, supo que ya era hora de poner en práctica ese objetivo.

- ¿Volviste a Santa Fe para filmar o nunca te fuiste del todo?

- Nunca me fui del todo. Si bien hace 12 años que estoy instalado y viviendo en Buenos Aires, tengo a mi familia y a mis amigos acá. Para escribir vengo mucho a Santa Fe. Es como mi cable a tierra en el amplio sentido de la palabra, porque me reconozco en la familia, en amigos, en lugares y eso me desacelera del ritmo de Buenos Aires y me conecta con lo que soy. Y desde ese lugar se pueden sacar cosas como para escribir; en mi caso, en términos de guión.

- Filmar en Santa Fe, que es tu lugar, habrá sido una experiencia particularmente fuerte.

- Cuando tenía la primera versión del guión de este proyecto, había hablado con la Escuela de Cine de Santa Fe para filmar acá. Producir, en cine, es muy caro. Entonces había que conseguir financiamiento y terminó viniendo de un concurso que ganamos en San Luis, lo cual me obligó a filmar una parte de la película ahí. Pero ésto de “pinta tu aldea y pintarás el mundo” lo comprobé en forma directa; la primera vez que presentamos la película fue en un Festival de Montreal (Canadá) donde ganamos el premio Glauber Rocha a la mejor película latinoamericana. Montreal es bilingüe: allí se habla francés e inglés. A la salida del cine mucha gente se quedaba para contarme qué película había visto y quería asegurarse de que la había entendido bien. No solamente la habían entendido bien sino que el nivel de reflexión de algunas personas era muy grande porque me decían: “de ese período de historia argentina conocemos lo de los libros, que es la pelea militantes-militares o el tema político o el económico, pero se hablaba muy poco del tema social”. Una mujer se acercó a hablarme en francés pero yo no hablo ese idioma y así se lo dije, en inglés. Me saludó y se alejó; mientras seguía conversando con otras personas, veía que ella cruzaba de un lado a otro de la sala . Lo que hizo fue buscar a una persona que hablara francés e inglés, la trajo para que actuara de traductor y sus preguntas eran de un nivel de complejidad pero de comprensión de la película que me impactó. Siempre recuerdo esa anécdota como algo increíble porque la sociedad canadiense, que figura entre los cinco países mejores del mundo y tiene una historia totalmente distinta a la nuestra, se sintió identificada y reconoció (en la película) valores, formas de crianza y modelos familiares. Y a uno, como realizador, eso lo conmueve.

- ¿Qué es lo que te proponés contar a través del cine?

- El cine me gustó siempre, desde chico. Miraba películas por televisión o iba a los continuados del cine Roma o del Colón (con tres películas, era increíble...). A los 12 años me hice socio de Cine Club Santa Fe, y a los 14 o 15 años vi “La muerte camina bajo la lluvia”, de Christensen. Y, a pesar de haber visto mucho cine antes, esa película fue reveladora. Fue la primera vez que me encontré con que quería hacer eso. Quería hacer películas sin tener idea de lo que implicaba. A partir de ahí lo transformé en una búsqueda para abrirme caminos hacia ese fin. Estudié otra cosa, trabajé en otras actividades y a los 30 años, cuando estaba en Salta me hice la sencilla pregunta de qué quería hacer de ahí a diez años. Y la respuesta fue “no quiero hacer ésto”. Tenía un trabajo excelente con un sueldo excelente, casa, auto... Era un pequeño burgués ya instalado. Y ese día decidí que iba a estudiar cine. Me fui a Buenos Aires y entré en la Escuela de Cine del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) a estudiar montaje. Porque a pesar de que siempre me gustó la dirección, sentía que el montaje me iba a aportar herramientas que no me iba a aportar la carrera de dirección. Fue una decisión acertada: siento que aprendí estructuras narrativas en montaje. Y a partir de ahí, fue empezar a trabajar en el medio; hace dos años que trabajo en publicidad, en televisión, fundamentalmente en áreas de producción. Cuando surgió el guión de “Andrés...,” yo había dirigido video clips, comerciales, “Historias Breves (IV)” y sentía que esta película la tenía que hacer yo.

HECHO EN ARGENTINA

- ¿Es difícil filmar en la Argentina?

- No es fácil hacer una película. En ésta en particular hice todo lo que el manual del “operaprimista” dice que no hay que hacer: trabajar con una actriz internacional, con un chico, con poca plata y en tres provincias. Si uno se plantea las cosas a priori definitivamente dice: ¿sabés qué? no. Encaré este proyecto como se construyó la muralla chica: de a cien metros. Porque sentía que, si lo veía en su totalidad, era gigantesco y no podía. Me fui estableciendo etapas y las fuimos cumpliendo. Un gran mérito fue el guión que logró encontrar un tono y una historia que, a los que se involucraron en ella -actores, técnicos, productores, instituciones y todos los que colaboraron- sintieron que era necesaria de contar. No lo pude medir hasta que la película fue confrontada con la gente. En ese momento, la primera sensación fue de alivio. Filmar es muy complejo, no solo en términos de producción: hay que pensar que tenía una actriz como Norma Aleandro y, si bien fue absolutamente generosa con el proyecto, todos cargábamos con la mochila de filmar con una actriz como ella. Trabajamos con un chico de 8 años y la película está contada a través de sus ojos, por lo tanto está el noventa por ciento del tiempo en cámara. Establecer un vínculo de confianza con él llevó su tiempo: lo iba a buscar a la escuela, compartíamos salidas y juegos, su familia casi me adoptó para que él me viera como una figura de confianza. Estuvo además el tema de los recursos y conseguirlos era difícil. En ese sentido fue todo muy complejo. Pero hacer cine en la Argentina es así, con más o menos plata es así.

- A pesar de todo eso, ¿es un mejor momento el actual, a partir de la mayor proyección que tiene el cine nacional?

- La pregunta se puede separar en dos partes. Una cosa es lo que está pasando desde hace unos 4 o 5 años a esta parte con el cine argentino, cuando productores y directores empezaron a realizar un cine mucho más cercano a la gente y al gran público. Y el público lo agradeció. Creo que el mejor ejemplo es “El secreto de sus ojos”, que metió 2,5 millones de espectadores gracias al boca a boca, y es una película excelente, compleja y profunda. Estos directores y productores empezaron a entender que se puede hacer muy buen cine pensado para el gran público. Diez años atrás había una generación de directores que hacían cine pensado solamente para festivales o para intelectuales. Siempre uso la misma frase: “mi tía no quiere pagar una entrada para sentir que le faltan el respeto”. Ésto ha modificado en términos de espectadores y demanda de la gente. Hay nombres sumamente representativos: Campanella, Bielinsky, las últimas de Trapero, Burman, Taratuto haciendo comedias. Un cine responsable que cuenta buenas cosas. Por otro lado sigue siendo muy difícil filmar en la Argentina, no solo por el tema de los recursos sino por un tema de legislación. No hay todavía una política seria de lo que es distribuir una película en la Argentina. Para los directores, a no ser que tengan un multimedio detrás, nos es muy difícil conseguir sala. No te dan y si lo hacen te la boicotean de una forma atroz. En Buenos Aires, con “Andrés....” nos pasó que algunos complejos te daban salas y no pasaban los trailers o no pegaban los afiches. Te dicen abiertamente que su negocio es el de las películas americanas. Entonces es muy difícil. Si bien el INCAA estableció en su ley de cine la cuota de pantalla, no están establecidos los mecanismos para que esto no solamente se cumpla sino que se controle. Nosotros tomamos la decisión de estrenar “Andrés...” en febrero porque no había ninguna película argentina. En nuestra inocencia pensamos que nos iban a respetar la cuota de pantalla y fue una pelea encarnizada para que eso suceda.

UNA ETAPA CERRADA

- ¿El estreno de “Andrés...” en Santa Fe te ponía particularmente ansioso?

- “Andrés... “ empezó hace cinco años desde el guión hasta su estreno en Buenos Aires el 4 de febrero. Desde noviembre del año pasado hasta ahora sentía que iba a llegar un momento en que tenía que dejar irse a la película. Después de la función (en el cine América que fue el estreno en Santa Fe), la primera sensación cuando terminó fue “ya está, hasta acá llegué con Andrés...”. Era el último elemento que tenia que cerrar en mi cabeza y en mi corazón, y fue un desafío muy grande. La película, no solo por su temática, su historia y la manera en que se contó, es muy santafesina. En ella nos reconocemos a través de modismos, formas, crianzas, con un montón de cosas, y hay que ser muy respetuoso y prudente con ello. Comprobar que la gente sintió que estaba bien representada, que no había golpes bajos ni cuestiones folclóricas, fue muy importante y significó un cierre.

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El elenco completo de la película

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Un momento del rodaje de “Andrés no quiere dormir la siesta”.

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“Santa Fe es como mi cable a tierra. Nunca me fui del todo”, confiesa el director de “Andrés no quiere dormir la siesta”.

ENTRE EL CINE Y LA MÚSICA

Reconocimientos y premios, incluido el Glauber Rocha al Mejor Film Latinoamericano en el Festival de Montreal (Canadá), el estreno en el país el 4 de febrero y más tarde en esta ciudad con una segunda función que se agregó en la sala del cine América, buena respuesta del público y de la crítica, permitieron a Daniel Bustamante evaluar que los resultados de “Andrés no quiere dormir la siesta” habían sido muy buenos. Convencido de que “la sinergia que crea una película se tiene que capitalizar para generar otros proyectos” y que “en cine se aprende haciendo”, anticipó dos de los planes que lo tendrán trabajando intensamente durante este año.

El primero involucra a Fernando Birri: “no hay un documental sobre su vida y es un maestro de directores y de realizadores. No sólo ha creado la Escuela de Documentalistas de Santa Fe sino también la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños. Es cátedra y material de estudio en la Universidad de Stanford (Estados Unidos), o sea, un tipo increíble que en este momento está estudiando animación porque cree que el futuro de cine va hacia ese lado. Y tiene 90 años”. El tema se está conversando con la Escuela de Cine de Santa Fe, la idea es hacer una proyección a cielo abierto y masiva de “Tire Dié” o de “Los Inundados” -realizaciones emblemáticas de Birri- y “en esta proyección leer el manifiesto de la creación de la Escuela Documentalista de Santa Fe que fue el mismo de las otras escuelas. En paralelo, tener un encuentro mano a mano de él con productores y directores que lo reconocen como maestro: Pino Solanas, Lita Stantic, Pablo Trapero... Me parece importante documentar la manera de pensar de este hombre”.

El otro proyecto es una coproducción y empezó a gestarse en Montreal. “El cine te da la posibilidad de reconocerte y encontrarte con gente de otra parte del mundo con la que sentís que podés trabajar, más allá de la diferencia idiomática”, reflexiona Bustamante. Y fue en aquella ciudad de Canadá donde se encontró con un productor y un actor dinamarqueses. “Empezamos a desarrollar un proyecto con el tango como protagonista: es el encuentro de una abuela con su nieto. Ella es una cantante de tango de segunda línea y él, un músico de jazz. Se encuentran porque el padre ha muerto y él viene a traer sus cenizas a la Argentina y a conocer a su abuela. Así es como se reconocen dos personas que no hablan el mismo idioma y que son familia, pero no tienen una historia en común. También lo quiero hacer acá, en Santa Fe”, anticipa.