Separ, primer emprendimiento profesional

Cuando la soja no era nada

Crisis, peligro y oportunidad. Añoranzas de una juventud que el autor evoca en este capítulo. De una época en la que todo era distinto.

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¡Qué equipo!. Después de una reunión técnica en Villa Ocampo entre los de SEPAR y algún invitado, un rato de fútbol antes del asado. Oscar Alloatti, Claudio Gianni, Omar Gregoret, “Pepi” Massín entre otros.

Foto: Gentileza

 

Ing. Agr. Oscar Alloatti (*)

Es conocido que los chinos escriben la palabra crisis con dos ideogramas: uno significa “peligro” y el otro “oportunidad”. ¡Cuanta razón tienen!

Ya casado y con nuestra primera hija chiquita, me quedé sin trabajo en Reconquista, en el norte santafesino. Susana, mi esposa, era docente de Escuela Primaria. Me ofrecieron volver al Ministerio de Agricultura donde había trabajado hasta hacía un par de años, y con ello podíamos estar de nuevo cerca de nuestras familias paternas, además de contar con ingresos seguros. Lo pensamos.

Por entonces había llegado, por un cargo en el Banco Nación de Reconquista, Ricardo “el pollo” George, compañero de trabajo en los CREA y amigo de antes. Él también era recién casado y tenía una hijita pequeña; él tenía 27 años de edad y yo 28.

Al tanto de mi situación me dijo: “esta es la oportunidad para empezar a trabajar por cuenta propia” “¡Hagamos un estudio agronómico!”

Consideramos que hacía unos años, no muchos, que estábamos trabajando en la zona con los CREA y en las Escuelas Agrícolas. Evaluamos si podríamos ofrecer algún servicio que alguien estuviera dispuesto a pagar por él. ¡Yo tenía que arrimar recursos a la casa! Existía asesoramiento gratis desde algunas cooperativas y desde el INTA Muchos productores se preguntarían ¿Porqué pagar, entonces?. Pero no le dimos muchas vueltas.

Buscamos un nombre y salió SEPAR, la sigla que sintetizaba el Servicio de Estudio, Planificación y Asesoramiento Rural. Esa era nuestra oferta de servicios para el sector. Mandamos a hacer papel con membrete y sobres, en los que colocamos la dirección y el teléfono de la casa que alquilaba Ricardo. Yo no tenía teléfono y, en ese entonces podían pasar dos o diez años en obtenerlo (por decir un número). Estamos hablando del año 73. En el 75 comencé a asesorar la Cooperativa de Malabrigo y promocionamos el CREA San Roque en su área de influencia. Octavio Muchiut y J.J. Pastra me hacían de “laderos” en SEPAR, con muy poca dedicación porque sus quehaceres no se lo permitían (Octavio tenía un negocio, Juanjo vivía en Buenos Aires) y Ricardo George ya se había mudado a San Justo. Estaba casi solo.

Al año siguiente aparecieron recién recibidos, dos colegas de Avellaneda, ciudad vecina a Reconquista: Dardo Bandeo y Orlando Pividori. ¡Tenían unas ganas de trabajar, entonces! Ahí nomás comenzaron a salir al campo conmigo, a las cooperativas y a los CREA.

Poco a poco se iban generando nuevas opciones de trabajo, las íbamos tomando y desarrollando y a medida que ellos podían irse independizando, por haber ganado práctica y confianza, los dejaba que continuaran solos y yo iba abriendo nuevos campos laborales.

El trazado de curvas de nivel, el control integrado de plagas, los semilleros, se añadieron al trabajo de asesoramiento que veníamos haciendo con productores y entidades. A la Cooperativa de Malabrigo se sumaron dos más: la de Reconquista y una de Avellaneda.

Tuvimos que pensar en un local propio y un secretario para SEPAR. Era necesario tener atención permanente en la oficina y resolver cuanta inquietud apareciera. Se incorporaron, entonces, dos ex alumnos míos de la EFA de Moussy: Mario Della Rosa y Alfredo Paduán, muchachos de campo muy bien formados y excelentes personas y René Lovisa, otro “de los nuestros”

La soja llegó

La soja se iba instalando a fines de los 70. El Paquete tecnológico ya estaba ajustado, y la próxima etapa iba a ser su expansión. Ahí nos posicionamos para trabajar en ese terreno. Esto es otro tema de gran importancia y está relatado con detalles en el capítulo “El largo camino de la soja”.

A la par nos dedicamos a entrenar técnicos para el asesoramiento en general, para la tarea de control integrado de plagas y la conservación de suelos, entre otras prácticas, en tanto nosotros nos íbamos formando con quienes sabían más ¡y claro!¿Podía, acaso, ser de otra forma? Algunos nos recuerdan aún como muy insistentes (hay otra palabra, pero me la guardo).

Gente del lugar y de otras provincias hicieron con nosotros esta linda gimnasia profesional. Un grupo del IPT (Instituto Provincial del Tabaco) de Corrientes, otro del Ministerio de Agricultura de Santiago del Estero y de algunas Facultades, más aquellos que se acercaban en forma individual fueron partícipes de esta tarea.

Cuando llegaron los años 80 teníamos “compinches” por todos lados. Eran aquellos colegas que, luego de haber compartido con nosotros, se convirtieron en socios estratégicos en cada región.

El plan de expansión de la soja -el “2 x 1”-, el trabajo en los “Bajos Submeridionales”, la ExpoChacra del Norte, el Fondo de Siembras, la agricultura santiagueña, el asesoramiento en la industria de la maquinaria agrícola, los trabajos con ONGs de promoción social, la administración de campos, entre otras, se sumaron al conjunto de nuestras acciones.

A nuestro Estudio comenzaron a llegar todos los promotores técnicos de las empresas proveedoras de insumos y servicios del agro. Cuánta iniciativa andaba por la zona también tenía cabida con nosotros. SEPAR se había convertido en un referente en el norte argentino. Tres décadas más tarde, lo integrábamos doce profesionales de la agronomía. La renovación generacional se hacía presente.

(*) Ex secretario de Agricultura de la provincia de Santa Fe. Extracto del libro “Agrosendas”.