AL MARGEN DE LA CRÓNICA

Una mano a los bomberos voluntarios

 

La figura del bombero voluntario pasa casi inadvertida en los grandes centros urbanos, donde cuerpos profesionales se encargan de esa función dentro del esquema de la defensa civil. En cambio, en pequeñas y medianas ciudades y en comunas de la provincia, la función altruista del servidor es siempre reconocida por los vecinos.

Con asociaciones cooperadoras que con el trabajo desinteresado de vecinos juntan fondos para el funcionamiento de un servicio cuya importancia es sólo reconocida en momentos de peligro, la función es cumplida por cientos de servidores públicos, en la mayoría de los casos ad honorem.

Después de muchos años de infructuosos intentos, la Legislatura avanzó con el dictado de una ley muy reclamada y muy discutida dentro del sector. Allí se dispuso la integración de los cuerpos de bomberos como servicio público, con la formación de un fondo surgido de parte de los ingresos del impuesto inmobiliario y del funcionamiento de casinos que percibe la provincia, para apoyar a las asociaciones cooperadoras. También el compromiso del Estado en la contratación de los seguros y el reconocimiento -después de un tiempo de prestación de los servicios- de beneficios previsionales para los agentes.

Las cooperadoras de bomberos nacieron para garantizar un servicio donde el Estado no llegaba nunca. Con el paso del tiempo, fueron múltiples sus tareas no sólo durante incendios, sino también socorriendo a víctimas en accidentes de tránsito, apoyando en situaciones donde poblaciones sufrieron efectos de la sequía intensa o inundaciones, trasladando enfermos, etc.

Por eso, el reconocimiento al servicio parece llegar en un momento oportuno, para aliviar en parte la necesidad de las cooperadoras de generar recursos y para no hacer decaer el ánimo de ciudadanos, que durante largos años dieron parte de su tiempo para apoyar a sus vecinos y decir presente donde el Estado estaba ausente.