AL MARGEN DE LA CRÓNICA

El Vía Crucis del padre Ignacio

Quien escribe es periodista deportivo. Acostumbrado, por las cuestiones de su profesión, a presenciar movilizaciones populares en todo sentido: desde los partidos de Colón/Unión hasta un mundial de fútbol, pasando por los 100 años de cada equipo en esta ciudad, el multitudinario marco de la Santa Fe-Coronda, las Eliminatorias Sudamericanas, la Copa Libertadores, Juegos Panamericanos y un Preolímpico.

El Viernes Santo tuvo la posibilidad de realizar todo el recorrido del famoso Vía Crucis del padre Ignacio en la ciudad de Rosario. Las autoridades provinciales, con el peruano Marcos Escajadillo a la cabeza, afectaron más de 500 personas durante las 60 cuadras que, cruzando la autopista, unieron los barrios Rucci y Field: policías, sanidad, higiene, tránsito. El cálculo final, cuando el padre Ignacio les habló a sus seguidores cerca de la medianoche, estima que se reunieron 270.000 personas para dar el presente en las cuatro horas que duró el recorrido.

Por el poco tiempo del trazado, a diferencia de otras manifestaciones, como la nuestra de Guadalupe, por ejemplo, que dura dos días, se trata de la mayor movilización de fe que se vio en la Argentina en los últimos tiempos. El padre Ignacio fue guiando el Vía Crucis en tres idiomas: español, inglés e italiano. ¿El motivo?: llegaron creyentes de distintas partes del mundo.

“No soy sanador ni milagroso. Sólo soy un instrumento entre ustedes y Dios, sólo eso”, se cansa de decir este moreno de Sri Lanka, que cada fin de semana les da la bendición a más de 10.000 personas que pasan a escuchar la misa en los distintos horarios en la parroquia de la Natividad del Señor y esperan su imposición de manos.

Cuando se paró delante de las 270.000 personas, de entre las cuales sólo se escuchó el llanto de un bebé en el momento culminante de la noche, pidió por todas las intenciones: los enfermos, los niños por nacer, las necesidades laborales y todos los pedidos similares.

Sorprendieron, en el final, dos intenciones: “Yo también le pido a Dios como ustedes. ¿Qué le pido? Fuerza física, salud, para poder siempre acompañarlos. Ya me siento argentino, uno más de ustedes y es por eso que pido paz interior para este país tan hermoso. Y pido trabajo digno, porque no hay nada mejor que poder llevar un pedazo de pan a casa”.

El padre Ignacio arriba, con un escenario que improvisa una cruz iluminada en medio de la llovizna. Abajo, 270.000 fieles, escuchando en silencio. Y esperando, como siempre, su bendición final. Un fenómeno, el de la fe. No se puede explicar, hay que sentirlo.