“AGARRATE CATALINA”

Risas tras el maquillaje

La murga de los hermanos Cardozo presentó anoche “Civilización”, su última puesta, y agotó las entradas dispuestas para su show en el Teatro Municipal.

Florencia Arri

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“Somos mucho más parecidos de lo que nos quieren hacer creer”. En boca de Yamandú Cardozo* las palabras resultan el sustento de las carcajadas que resonaron en el Teatro Municipal anoche. Allí la murga uruguaya Agarrate Catalina rasgó el telón que divide los verdes charrúas de los argentinos y pintó historia y pueblo de una “Civilización” criolla, de seres ricos y bolsillos pobres que habitan en una y otra orilla del Río de la Plata y el Uruguay.

Cuatro actos bastaron para delinear identidades y dibujar risas, precedidas por una breve explicación del menor de los Cardozo que enmarcó a los protagonistas de los cuplés. Sucede que el punto de partida de este nuevo viaje de la Catalina fue la necesidad de “volver a civilizar” al pueblo uruguayo, aun desde aquellos primeros pasos de Juan Díaz de Solís, quien halló “una nueva civilización, un territorio que, intuyo, será potencia mundial”. Esas tierras no eran otras que la Banda Oriental del Uruguay que según estos murgueros, en cambio, “unos quinientos años después, sigue siendo igual”.

En un sano ejercicio de autocrítica -que es propio del género-, la murga hurgó en sus raíces y halló razones en su gente, sus costumbres e incluso sus dirigentes. Palabras más, sutilezas menos, confesó que la cadencia de su hablar “no es cadencia sino lentitud”; que el mate no es otra cosa que “un mejunje de agua verde con microbios, con el sarro y con la baba que dejó el tipo anterior”; y aun que “vamos a la defensiva con el mundo en general, pero con los argentinos es cosa personal”.

“¡Hay que civilizar al Pepe!”

Entre muecas y a carcajadas, en pos de hallar razones, la Catalina se detuvo en la “falta de civilización de su propio líder”. Al grito de “¡hay que civilizar al Pepe!”, su mandatario José Alberto Mujica fue analizado por la murga que, aun cuando se la sabe su seguidora -sus voces fueron jingle de su campaña presidencial-, lo tildó de “tipo caprichoso, tiene sus mañas” y arrojó que “hay que prohibirle que hable pavadas”. La puesta no escatimó en recursos: canoso, despeinado y panzón, hizo presente al presidente y lo sometió a un concurso gramatical, “porque dice haiga por halla” y para que “aprenda a conjugar”.

Disfrazados de charrúas y con un dejo de orgullo, pidieron a gritos que cambie su automóvil -un VW escarabajo, alias “el Pepemóvil”-, que “alguien queme sus alpargatas y le den una perra que al menos tenga cuatro patas”. Con melodía de “Manuelita”, de María Elena Walsh, la Catalina describió a la mascota “del Pepe”, que lleva nombre de tortuga, perdió una pata y que “en su mente animal tiene conciencia social; es de puro proletaria que cojea el animal”.

Poco más de novecientas carcajadas resonaron al unísono en la colmada sala del Municipal, risas sin edad que Catalina acalló al descubrir en la guerra una amarga verdad. Más allá de las banderas, del territorio y las razones, cantó que “el hombre disfruta de hacer la guerra” y pidió que si alguien se salva “que nunca tire la primera piedra”.

Mi ciudad

Detrás de las máscaras y el maquillaje, la Catalina caló profundo y emocionó en sonrisas al igualar el rincón que cada uno atesora en el patio del corazón. En la voz de la murga “cada ciudad es un montón de piedras y de sueños (...) una tribu encajada en hormigón, un infierno en los suburbios, cuatro lucecitas de neón”.

Fiel al estilo que la erige como rotundo exponente de su género, Agarrate Catalina se despidió a su gusto e hizo del Municipal un tablado uruguayo: trasladó la ovación final al hall del teatro, impregnando en cada uno su nuevo cuplé. Al paso de “porque me diste la vida soy de tu vida un retazo, tierra de todos mis días quiero morir en tus brazos... mi ciudad”.

Con la simpleza que la hace grande, minutos antes la Catalina confesó también que se quería quedar. Se dijo “como en casa” y halló en rostros desconocidos el sonido de la risa familiar. En voz de Yamandú Cardozo contó que “esto fue Civilización y, si ustedes lo permiten y tienen ganas, seguimos cantando un ratito más”.

*La Catalina es dirigida por Yamandú Cardozo, hermano menor de su fundador y hoy letrista, Tabaré.

Risas tras el maquillaje

Entre muecas y a carcajadas, en pos de hallar razones, la Catalina gritó fuerte “¡hay que civilizar al Pepe!”.

Foto: Amancio Alem

Camuflados

Los encargados de inaugurar la noche fueron “Los príncipes del Momo”, la murga que nació en barrio Yapeyú y con la que Agarrate Catalina coincidió en Concordia, Entre Ríos. “Para nosotros es emocionante venir y ver una murga armada, ver funcionar una murga como las nuestras, de allá”, expresó Yamandú Cardozo, quien los presentó personalmente.

Con un fuerte temblor en las piernas -“es la primera vez que subimos a este escenario... y tal vez la última”, insinuaron-, cuplés afinados y una puesta que, sin dudas, estuvo a la altura de las circunstancias, estos murgueros santafesinos se transformaron en mosquitos y abordaron “el camuflaje”. Sin pelos en la lengua y fieles al espíritu del género, ejercieron el derecho de la crítica a dirigentes y figuras locales y despertaron risas en el público que, desconcertado y divertido por la originalidad de sus planteos, celebró con ovación de pie el sano ejercicio de la crítica entre risas y en canto.

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