Aldo Sessa: 50 años de fervor

De la Redacción de El Litoral

El Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires reunió en su sala Cronopios y laterales una gran muestra del fotógrafo argentino Aldo Sessa. Más de 140 obras que abarcan medio siglo de labor, fueron seleccionadas por el curador, el crítico Jorge Taverna Irigoyen, quien, entre otros conceptos, define, en el libro que se editó:

“Como un Jano bifronte, la imagen de Aldo Sessa integra una contraimagen posible que, más que trasfondo, sugiere perceptualmente una suerte de ahondamiento de la mirada.

“No es el suyo un juego de espejos, como tampoco un aprendido artilugio técnico. En cambio -y en qué medida- es la madurez conceptiva de registrar y develar, de concebir y proyectar, de dar otra dimensión y generar otro espacio a cada motivo, a todo planteo fotográfico.

“Sessa es un trabajador incansable y su obra es el más claro testimonio de ello. Nunca ha abandonado un proyecto a mitad de camino, como tampoco permitido que cierta cantidad de improntas satisfagan, aleatoriamente, su insaciable búsqueda de perfectio. Su arte es una suma de imponderables que conoce de raíz y, sin embargo, como una noria infinita, continúa en la búsqueda que no cesa, en la concepción internalizada, en los enfoques innumerables que suman rostros, que ahondan mundos trasponiendo distancias”.

Taverna Irigoyen advierte que Aldo Sessa nace del mundo de la pintura. Es un fotógrafo que conoce a fondo los valores plásticos -afirma-, “desde la morfología y el círculo cromático, hasta todas las leyes del diseño y la composición espacial. Sessa dibujaba la naturaleza y los objetos cuando sólo tenía siete años. El abuelo paterno, que en 1928 había fundado los laboratorios de cine Alex, alimentaba esos juegos. La abuela, quien revelaba fotografías, controlaba con el rabillo del ojo esos juegos. Y la madre, que frecuentaba el taller de Lucio Fontana, aprobaba con sonrisas y lo llevaba a escuchar al gran artista. Pero también estaba la imprenta del padre, en la cual Aldo Sessa trabajó tres años y conoció desde adentro el mundo de la gráfica. Y ya en la pintura, en plena adolescencia, entró a la secreta alquimia de los pigmentos, produciendo sus propios colores en la fábrica de pinturas Milux”.

Una pasión encauzada

La cámara de cajón, la Leica M5, la sorpresiva digital, pueden contar parte de los afanes y de los caminos recorridos por Aldo Sessa. Sólo parte, advierte el curador de la muestra. Y advierte que jamás cabría ubicar su obra dentro de géneros o de temas. Tampoco puede resultar lógico sugerir la importancia de los motivos. El artista, a partir de un disparador determinado, crea una situación expresiva que lo atrae y desafía. Una situación fotográfica que se corresponde con un quantum sensorial y sensitivo, en cuya médula él debe disponer/ conciliar/ descubrir/ privilegiar/ asociar .

De Oriente a Occidente, su cámara viajera logra lecturas sorprendentes. A veces, el horizonte que divide subjetividades de un espacio. A veces, cierta temporalidad urbana: Manhattan, por ejemplo. Manhattan, a la que ha rendido innumerables tributos y a la que considera la Meca de la fotografía y el mayor centro del profesionalismo. Manhattan retratada en más de veinte mil rostros, a lo largo de cuarenticinco sostenidos años de fervor. Manhattan que no es el MoMA, la estatua de la Libertad, Central Park o el Chrysler Building, el Metropolitan o el Guggenheim. Manhattan que es todo eso y los anónimos caminantes y los hierros de los puentes, las nieves, las banderas y los tiempos atrapados. Manhattan en blanco y negro, en obras sepiadas, en color digital, conjugando vínculos, desnudando trasfondos...

Arte y ciencia ficción

Sin desconocer que su trabajo pictórico evidencia no pocas improntas espacialistas, casi fantásticas, siempre permanece en él la pulsión interior de lo esotérico, de lo inaprensible. Por ello, quizá, ese primer libro, “Cosmogonías”, cifrando en imágenes los vuelos de Jorge Luis Borges. Pero el encuentro y los diálogos con el escritor norteamericano Ray Bradbury y el puente de amistad que posteriormente se establece entre ambos robustecen las búsquedas.

“Fantasmas para siempre” constituye la primera experiencia que corporiza en una magnífica edición. Con posterioridad, “Sesiones y fantasmas” torna a develar nuevas imágenes de enorme y fascinante proyección subjetiva. Es en esta última obra en la que el baño ácido de Sessa despierta y se afirma en otras latitudes. Bradbury habla de “una sesión de espiritismo dentro del cuarto oscuro, donde lo que no se ve se levanta de la muerte”.

Los trasfondos del retrato

Más de medio millar de retratos de grandes personalidades del arte, la política, la literatura, el deporte, la vida pública, en fin, configuraron el material para, selectivamente, integrar esa gran muestra suya que se denominó “Los Argentinos”.

La misma convocó a millares de personas que, como sucediera un lustro atrás, con motivo de “El arte de la fotografía”, celebrada en el Museo Nacional de Bellas Artes y que movilizara a ciento veinticinco mil visitantes, se constituyó en un suceso cultural.

Sessa mostró en ella su capacidad para el retrato. Su definición y ambientación del personaje: se llamara éste Juan Manuel Fangio, Manuel Mujica Láinez o Susana Giménez. Como los retratos no hablan y resulta totalmente arbitrario y nimio hacerlos hablar, el artista sólo recurre a los recursos directos que alimentan su propia objetividad y buceo de ese personaje.

Cabe advertir, sin embargo, que Sessa jamás intenta plasmar una galería iconográfica de retratos bien compuestos. Su lente espera/ asocia/ devela/ internaliza/ recompone/ imagina/ redimensiona al personaje. Sin fórmula alguna que lo estereotipe. Y, sin embargo, con la sabiduría de quien supone que -tiempo más, tiempo menos- ese personaje le hablará.

Argentina. Siempre Buenos Aires

Birmania, Tailandia, Turquía, Egipto, los personajes urbanos que van saliendo de esos paisajes viven en sus registros. Pero primordialmente es Argentina el territorio de luces y sombras que ha ido configurando en millares de fotografías, a lo largo de décadas.

“Argentina desde el aire, el agua y la tierra”, titula a una de sus lujosas ediciones de imágenes. Es un título que acerca la posibilidad de dimensionar los enormes recorridos y las miradas sessanianas de las bellezas de un país de diversidad de contrastes.

Esa Argentina plural que, en su objetivo, no tiene fondo ni límites. Esa Argentina cuya lectura emerge sensorializada, en una dinámica que se recarga energéticamente tras cada imagen.

Y Buenos Aires. Desde aquella primigenia serie “Letra e imagen de Buenos Aires”, que concibiera junto al refinamiento y la sagacidad de Manuel Mujica Láinez. En esa Buenos Aires entra protagónicamente el Teatro Colón: un escenario sobre cuyas proyecciones Sessa trabajó más de un lustro, entre 1981 y 1985, y en cuya arquitectura abrevó para consolidar material para numerosos libros.Y sus monumentos, sus plazas, sus paseos.

La aventura editorial

Las décadas jalonan hoy la vida/ obra de Aldo Sessa. Cincuenta años de labor. Cuarenta libros testimoniales de una conceptualización afinada y cierta -cada uno de ellos- antes que directos marcos temáticos. Treinta años de emprendimiento editorial propio. Y veinte años de adocenar sabiamente cámaras y lentes, vidrios, daguerrotipos y fotos antiguas, en un incipiente y hoy deslumbrante museo.

Allí, en Pasaje Bollini 2233, donde la vida atrapa sus fervores y la creación posee cita cierta. Y lugar en el que, comenzando desde hace una década, también, ha nacido la Photo Gallery Sessa: un sitio mágico (fuera de hipérboles) en el que diariamente, horariamente, un hombre piensa el instante.

Ars vitae de un creador fotográfico. Alguien que sí, piensa el instante, como quedó dicho, pero con un permanente celo de contemporaneidad. Fuera de norias. En un desafío sin fisuras.

Aldo Sessa: 50 años de fervor

“Flores de jacarandá” (Rosedal, Buenos Aires, 1989), de Aldo Sessa.

Aldo Sessa: 50 años de fervor

“Ray Bradbury” (Los Angeles, 1979), de Aldo Sessa.

cultura

Aldo Sessa: 50 años de fervor

“Autorretrato” (Nueva York, 2008), de Aldo Sessa.

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“Protesta de familiares de víctimas de la inseguridad nacional” (Buenos Aires, 2004), de Aldo Sessa.

Aldo Sessa: 50 años de fervor

“Don Alejandro Mancini” (Jardín Botánico, Buenos Aires, 1981), de Aldo Sessa.

Aldo Sessa: 50 años de fervor

“Desierto de Thar Rajastán” (Jaisalmer, India, 2000), de Aldo Sessa.