EDITORIAL

Políticas contra la marginalidad

Tal vez el homenaje más justo que se le deba hacer al padre Atilio Rosso es reflexionar acerca del tema que fue el centro de sus preocupaciones en los últimos años: los marginales. La marginalidad como tal es uno de los grandes problemas de la Argentina como lo indican las mediciones nacionales confiables que le asignan un número que supera los cinco millones de personas. No se trata de los pobres en general o de las personas que perciben bajos salarios, se trata de quienes han quedado fuera del sistema en todo sentido. Su exclusión es económica, pero es social, cultural y política, al punto que más de un sociólogo ha llegado a postular que no son ciudadanos en tanto están privados no de la titularidad de los derechos pero sí de su ejercicio.

El mundo de los marginales se ha ampliado en los últimos años y los paliativos que se han implementado han podido atenuar en algo la situación pero están muy lejos de ser la solución de fondo. El padre Rosso insistía en que sin una iniciativa política del Estado y un compromiso real de la totalidad de la clase dirigente, este problema no sólo que no se va a solucionar sino que se irá agravando. A diferencia de otros sectores sociales postergados, los marginales están imposibilitados de salir por sus propios medios de esa situación; ellos y sus herederos. Las políticas clientelísticas no sólo no han resuelto el problema, sino que en más de un caso lo han agravado al someter a los marginales a las redes de poder de los punteros y caudillos políticos.

Por lo tanto, una estrategia que se proponga empezar a resolver este problema debe estar articulada en los tres ámbitos del sistema político: municipal, provincial y nacional. A nadie se le escapa que si bien las soluciones de fondo pasan por el crecimiento económico y el desarrollo, la experiencia histórica enseña que si bien estas condiciones son indispensables, no son suficientes si no van acompañadas de una fuerte voluntad política. En una reciente conferencia, el dirigente radical Rodolfo Terragno se refirió a lo que deberían ser las grandes políticas de Estado de una Nación, esas políticas a las que ningún partido en el poder puede desconocer porque interesan a todos. Entre los temas de esas políticas estaba el de la marginalidad. Para resolver este drama, sin duda que es necesario disponer de un buen presupuesto, pero tan importante como ello es la voluntad política de la clase dirigente de avanzar en esa dirección. Es difícil pero no imposible. Con su testimonio, con su militancia, con su compromiso moral y religioso, el padre Rosso nos demostró a todos los santafesinos que se puede terminar con la marginalidad porque, como le gustaba repetir con insistencia: “Ningún país puede aspirar a los beneficios del desarrollo o el crecimiento con un lastre social de cinco millones de marginales”.