Artes Visuales

“Dos en el arte”

Domingo Sahda

En el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, 4 de Enero 1510, Santa Fe, se halla en exhibición una muestra conjunta que reúne trabajos plásticos de Geraldyne Fernández-Grabados, y Héctor Welschen-Esculturas. La exposición citada se ubica en dos salas laterales izquierdas según el ingreso habilitado y reúne obras de ambos autores en cantidad sobreabundante, dificultando en ocasiones la apreciación de las piezas según los ángulos que se elijan. Sabido es que el concepto “cantidad” no es directamente correspondiente al de “calidad”.

La apelación al espacio bi y tridimensional se da en esta dupla de artistas, quienes proponen lecturas que eventualmente comulgan con intenciones propias del discurso esencialmente expresivo que toma como punto de partida la sugerencia de rememoraciones afectivas, distanciándose de la organización geométrica pura. Este punto es evidente en ambos expositores. La memoria de lo sensitivo impregna la obra de Fernández, en tanto que Welschen se orienta hacia un distanciamiento que, de igual modo, huye de la rígida concepción ortogonal, para hacer de la curva y la diagonal sus puntos compositivos esenciales en la definición de los volúmenes. La evocación, la sugerencia, la velada referencia impregnan cada una de sus obras, siempre de presencia abstracta.

Welschen explora y resuelve en la densa y rígida materia que emplea postulados que se nutren de la calidad de su materia prima. El tratamiento de sus pulidas superficies se contrapone a texturas accidentadas con el propósito de destacarlas otorgando un leve sentido dramatizado a los recorridos que ondulan sobre sí mismos. La repetición de este recurso fáctico es apreciable en toda su obra expuesta. Hay un modo de resolver, un modo de “hacer” que aparece en todas sus piezas. La idea de unidad plástica compite fuertemente con el contraste lumínico -blanco negro- de la materia escultórica, resolviéndose con eficacia en todos los casos en que está presente la tensión entre unidad o dispersión sugerida por el cromatismo aludido.

La morbidez en el tratamiento de superficies otorga a estas esculturas que responden esencialmente a la idea original propia del oficio, esto es, desbastar el bloque eventualmente único para liberar la forma oculta en el mismo una cierta calidad de misteriosa irrealidad que se cierra sobre sí misma, sin referencia a terceros preexistentes. Son “en sí mismas”, con sus más y con sus menos, y de este modo las interpretaciones conjugan unidad y multiplicidad.

A modo de puertas a lo insólito se cierran en sí mismas, privilegiando su calidad matérica por sobre su sentido simbólico. O a veces devienen pantallas por sobre las cuales cada quien proyecta sus percepciones altamente subjetivadas.

Geraldyne Fernández incorpora a sus trabajos de absoluta planimetría la intensidad expresiva del color como opuesto plástico. La idea de arquitectura contrastada merodea sus trabajos, haciéndose más evidente cuando les incorpora encolados, no convencionales a distintos niveles en la construcción de cada obra. Éstos operan como incremento de intención romántico-expresiva que inducen a una idea de ruptura con el mundo específico y académico del grabado en tanto estampación plana.

La perdurabilidad de la estampa como registro icónico original, idea matriz del grabado, entra aquí en colisión para consigo misma. La socorrida denominación de Técnica-Mixta siempre termina actuando como salvavidas denominativo, a falta de otro más claro y preciso aún ausente en el mundo del arte visual. Esto dicho al margen de la calidad plástica específica de cada trabajo en cuestión. En estos casos, el grabado es el punto eventual de partida para otras exploraciones | que muy forzadamente pueden llamarse tales. Son otra manera de construir el discurso visual que padece de una cierta anomia.

Los montajes plásticos elaborados como desplazamientos y superposiciones (“Movimientos”, “Cambios de Estado”) hacen su epicentro en el contraste formal, pero en mayor medida en la cuestión de resonancia cromática de marcada oposición, tanto en el tinte específico cuando en el desplazamiento de manchas de irregulares y difusos límites, opuestos al corte de formas impresas. Las soluciones adoptadas se ven como planteos plásticos exploratorios, de conflicto velado siempre al asecho; una búsqueda constante de significado a la tensión subjetiva interior. La exploración y búsqueda del tono propio esencial son válidas en tanto el control que se ejerza sobre estas exploraciones evite caer en encerronas.

Ambos expositores hacen gala de rigor formal. Ocasionalmente, están próximos en el recorte expresivo. Otras veces se distancian. El autocontrol de Welschen se opone a la constante inquietud de Fernández.

El sólido oficio que caracteriza a ambos pone en evidencia, tanto a propios como a extraños, que las Artes Visuales propiamente dichas alcanzan su especificidad cuando se distancian de tanta tontería supuestamente artístico-creativa, esa que mezcla en un solo apartado mercadeo, publicidad, moda y sinsentido suponiéndolo arte “jugado” y de avanzada, sosteniendo que “todo vale”. Los lenguajes, y el arte plástico lo es, sin códigos de expresión y comunicación, nunca balbuceos que se agotan en sí mismos, que prontamente se hunden en el olvido.

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Grabados de Geraldyne Fernández.

“Dos en el arte”
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Esculturas de Héctor Welschen.

Foto: Luis Cetraro

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