La ciudad de piedra amarilla

Situada entre el lago del mismo nombre y las montañas del Jura, Neuchâtel cumple con todo lo que uno espera encontrar en Suiza. Con edificios de piedra amarilla y de techo a dos aguas, cuenta con una de las más amplias y agradables zonas peatonales del país.

TEXTOS. MARTA RAGEL. FOTOS. EFE REPORTAJES.

La ciudad de piedra amarilla

Castillo de Neuchâtel y la iglesia de la Colegiata.

Neuchâtel tiene el encanto de las ciudades que pueden recorrerse a pie bordeando el lago y paseando por el casco histórico. Pequeña pero no por ello demasiado local, cuenta con varios museos y está rodeada de naturaleza en la que se pueden realizar excursiones para todos los gustos.

En 1979, las autoridades municipales tomaron la valiente decisión de cerrar al tráfico una amplia zona del centro de la ciudad, donde se encontraban las principales tiendas. Así comenzó el reinado del peatón en Neuchâtel, donde los quioscos “Belle Epoque” se mezclan con los puestos de helados en verano y los carritos de castañas asadas en invierno. Una postal en movimiento que se completa con los escaparates de las tiendas de ropa y de decoración de pequeñas firmas que han ganado el pulso al paso del tiempo y a las grandes empresas en la ciudad. Aunque para tradición, nada como las chocolaterías de Nechâtel, un verdadero placer para la vista, pero sobre todo para el paladar.

EL CHOCOLATE, IMPRESCINDIBLE

Imposible no encontrar entre la variedad de bombones, pasteles y figuras de chocolate un capricho que llevarse a la boca hecho del producto que mejor saben hacer los suizos. Los hay de todos los colores y sabores, de todas las formas y tamaños, que se combinan en una tentadora mezcla de tradición y modernidad.

Como buena ciudad universitaria, Neuchâtel cuenta además con una amplia variedad de cafeterías y restaurantes que no dejarán indiferente al visitante. Sin duda, el lugar preferido por los habitantes de la ciudad es la Place des Halles, una plaza de pintorescas fachadas del siglo XVIII en pleno casco histórico que revive cada año con los primeros rayos de sol de la primavera.

El edificio más impresionante de la plaza es el antiguo mercado cubierto, cuya construcción se remonta a 1569 y se ha convertido en el símbolo de la ciudad. De estilo renacentista y pintado en colores claros, está coronado por una magnífica torre abovedada donde el mercado de granos y telas ha sido sustituido por un distinguido restaurante.

Otro de los edificios más emblemáticos de la ciudad, la mansión DuPeyrou, también pone desde hace tiempo sus elegantes salas y su jardín francés al servicio de la hostelería. Construido entre 1765 y 1770, actualmente acoge un restaurante cuya especialidad es la comida de temporada, que va desde el pescado hasta la carne de caza de la región.

LA OFERTA DE LOS MUSEOS

A menos de 500 metros de este palacio (como solían llamarlo los suizos) y junto al muelle, un majestuoso edificio de estilo renacentista francés, construido en 1884, acoge las galerías del Museo de Historia del Arte de Neuchâtel.

Conocido por su colección de autómatas de Jacquet Droz del siglo XVIII, este centro alberga actualmente una exposición temporal sobre la chocolatera Suchard, cuya primera fábrica fue fundada por Phillip Suchard en 1826 cerca de la ciudad.

En los límites de la ciudad con el municipio de Saint-Blaise, la cultura irrumpe de nuevo en el paseo del lago con el Latenium, el mayor museo arqueológico de Suiza. Construido en el año 2001, este centro reúne unos 3.000 objetos que fueron sacados a la luz de más de un centenar de vestigios escondidos bajo tierra o en el fondo de los lagos del país.

La estética moderna de este museo “al revés”, que va desde la Edad Media al hombre neandertal, presenta 50.000 años de la historia regional en una combinación de luz natural con focos de colores y envolviendo al visitante con sonidos de épocas pasadas.

La oferta museística de Neuchâtel se completa con el centro Dürrenmatt, dedicado al autor suizo Friedrich Dürrenmatt y diseñado por el famoso arquitecto Ticino Mario Botta en lo alto de la colina de la ciudad.

El exterior de este museo merece tanta atención como el interior, sobre todo cuando el tiempo permite al visitante disfrutar de la terraza con forma de semicírculo y sentarse a admirar las maravillosas vistas.

Desde allí, la visión general de Neuchâtel sorprende por la armonía con la que la ciudad se vuelca en el lago, respetando siempre la zona de paseo. Entre el agua y los jardines sembrados de tulipanes rojos, los ciclistas se mezclan con los corredores y los peatones que salen a aprovechar las últimas horas de sol del día.

Nadie se resiste al encanto del lago donde los parques para hacer picnic, las zonas de baño y las explanadas donde realizar deporte se alternan en los 4 kilómetros sin interrumpir de paseo.

Aunque nunca falta actividad en torno al lago, es en verano cuando el centro de la ciudad se desplaza a su orilla y el cine al aire libre, las pequeñas representaciones teatrales y los puestos de comida invaden el paseo. También el puerto cambia para la estación y se llena de pequeñas barcas a pedales que pueden alquilar quienes deseen adentrarse en el lago.

Subiendo la empinada calle Rue du Sejon desde el paseo del lago, el visitante se encuentra con dos de los edificios más característicos de la ciudad. Por un lado, el castillo de piedra de Neuchâtel cuya construcción se remonta al siglo XV y que actualmente sirve de sede del gobierno cantonal.

Y detrás de esta fortaleza, se erige la iglesia de la Colegiata, símbolo de la reforma de Guillaume Farel. Construida como iglesia católica, se utiliza para el culto protestante desde que el predicador francés llegara a la ciudad en 1538.

missing image file

Puerto y Museo de Historia del Arte de Neuchâtel.

missing image file

Casco antiguo de la ciudad de Neuchâtel

PUNTUALIDAD SUIZA

Aunque el tiempo parece haberse detenido en esta parte de la ciudad hace siglos, los relojes han seguido funcionando con puntualidad suiza en Neuchâtel. Para ponerlos en hora basta con acudir al observatorio de la ciudad, donde se indica con exactitud de fracción de segundo la hora oficial en la Confederación Helvética.

No en vano, la ciudad se encuentra en el corazón de la región conocida como “Watch Valley”, que entrelaza sus raíces históricas con la industria relojera suiza más tradicional.

Pequeña pero coqueta, alejada del ruido del tráfico y rodeada de naturaleza, la patria de la vaca de Milka es un lugar de descanso perfecto a 30 minutos a tren de Berna, la capital suiza.