Palabras más, palabras menos

Palabras más, palabras menos

Supongo que no es una habilidad exclusiva del argentino la de inventar vocablos, adaptar otros, sumarse a los que nos vienen de alguna manera impuestos, pero hay algunas prácticas idiomáticas que son, por lo menos, llamativas. Estoy flasheado, loco.

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

La nota de alarma me la dio la parrillada del Negro que, en plena y áspera Barranquitas, le agregó a su prosaico cartel publicitario hecho a mano la expresión “delivery” en vez del tradicional “comida para llevar” o “rotisería” o “pedidos al...” De golpe el Negro no te arrima en bicicleta dos costillas chorreantes (y más vale no indagar sobre orígenes, trazabilidad, certificaciones del animalito en cuestión) sino que es un delivery.

Cualquier pizza comunarda, cualquier empanada que te saca de apuro ahora no te la llevan ni la traen sino que te ofrecen el servicio de delivery, aunque se trate del mismo pibe de siempre que mal esquiva, a contramano y como sea, autos y choros por toda la ciudad de siempre. Acaso hay una cuestión de secreto status en este asunto del delivery, aunque todavía no descubrí cuál.

Pasa lo mismo en los hoteles y otras organizaciones con los “amenities”, esto es, los jaboncitos que todos los argentinos chorean con segura convicción en la creencia de que son ya de ellos porque pagaron la habitación. Peines, gorras para baño, jabones, frasquitos con champú o acondicionador no son esas cosas que enumero sino amenities. Ja.

El viejo kiosco de a la vuelta, donde uno va en chancletas y en cueros a buscar los consabidos dos porrones fríos, de pronto ya no es el kiosco de la Maruca, sino un “drugstore”. Y en el bar de Lopecito, ahora transformado en pub (aunque tiene las mismas sillas viejas de siempre y los dos borrachos consuetudinarios de toda la vida), ya no te tiran un liso o no te traen un vermú con papitas, sino que en realidad tienen servicio de catering que después podés complementar con alguna delicatessen.

Todos inventamos palabras todo el tiempo. Por ejemplo, el otro día alguien me convocó a que lo googlee; suena terrible, parece una práctica sexual aberrante o un acto de magia negra, pero ahora se pueda conjugar el verbo “guglear” y la gente anda así gugleándose por la vida. Y hay otras neo palabras relacionadas con la tecnología, la computación, internet, tales como linkear, “feisbucsear”, y otras que no puedo yajusear así de una.

Los periodistas tenemos -como casi siempre- una importante cuota de culpa, porque por ahí por pretender mostrar determinadas propiedades y dominios idiomáticos más simulados que reales, inventamos o somos grandilocuentes o emperifollamos lo que es básico para “darle manija”, una especie de arte del fileteado que crece en volutas hasta el infinito a partir de una estructura de base...

Es como el chiste del cordobés conceptuoso que en vez de decir un simple y rotundo “gracias” dice: “su amabilidad me conmueve mas no me abatata, pero me obliga a revolcarme en el colchón del agradecimiento”. Fuaaaaa.

Entre los periodistas tuvimos uno que popularizó la sonora e impresionante expresión de “ambas asimetrías a la vez” que nunca supimos qué significaba pero sonaba hermoso en esta circunstancia o en otra, o en ambas asimetrías a la vez.

Hasta los periodistas deportivos se han visto en la secreta obligación de reinventar su lenguaje y así el viejo centro forward, el mítico nueve de cualquier equipo con pretensiones, ahora tiene una “referencia en el área”. Y a un club equis le falta “volumen de juego”. Dejate de joder.

Los catedráticos tienen lo suyo y los de mi palo, de Letras, mucho más, porque una cosa es abordar un objeto de estudio cualquiera desde diferentes puntos de vista y otra muy distinta es tener un “asedio poligonal”. Tomá, te lo dije.