SEÑAL DE AJUSTE

El tiempo del azufre

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Alfano vs. Pachano, una disputa -como tantas otras- desagradable.

Fotos: Gentileza Ideas del Sur

 

Roberto Maurer

Suele aceptarse sin discusión que los acontecimientos que se producen en los shows de Marcelo Tinelli pertenecen al mundo de la fantasía, es decir, que se trata de situaciones preparadas por el conductor y la producción, con la complicidad flexible de los participantes. De ese modo, los insultos, las peleas y las reyertas de chulos y cortijeras serían fingidos, si bien no necesariamente premeditados, o sobreactuaciones espontáneas provocadas por alguna antipatía o roce circunstancial.

Esta forma de interpretar la puesta en escena sería una explicación tranquilizadora, al no constituir fenómenos “reales”, sino pasiones simuladas o ventiladores que crean la sensación de un huracán. En ese convencimiento el público puede retirarse a dormir en paz, como si hubiera visto una telenovela mexicana: aquella locomotora de los hermanos Lumiére que aparecía en la pantalla asustando a los espectadores, al fin, había sido inofensiva.

Pero la hipótesis de que los sucesos encerrados en “Bailando por un sueño” sean “reales” resulta perturbadora. Por ejemplo, parece verosímil que el Ogro Fabbiani haya fajado “realmente” a la Vanucci cuando volvió a casa, en especial a quienes resulta razonable la reacción violenta de un marido celoso que ha visto en la pantalla de un televisor el modo en que Tinelli le mandaba mano a su mujer, la suya, es decir, la del Ogro.

Tampoco fue broma la agresión de Graciela Alfano a Aníbal Pachano cuando, fuera de cámara, trató de “sidoso” a su compañero en el jurado. Las teorías conspirativas no alcanzan para explicar las derivaciones del episodio, como la del almuerzo con Mirtha Legrand en el cual los únicos invitados fueron Pachano, su ex esposa y su joven hija, y donde, conmocionado, el coreógrafo lloró y declaró su condición de portador del HIV, con una repercusión que obligó a Tinelli al día siguiente a abrir el programa con un discurso denunciando la discriminación acompañado por la lectura de estadísticas proporcionadas por la Fundación Huésped.

Pasiones horrendas

No hay simulacros ni manipulación mediática de los imaginarios: “Bailando por un sueño” es real, no es una diversión picaresca para la familia, es un río de lava.

La idea de que sean verdaderos todos los sentimientos que circulan en “Bailando por un sueño” resulta abismal, y son preferibles la trivialidad, el engaño y el mal gusto, ya que son convenciones aceptadas del mundo del espectáculo. Es preferible creer en maquiavélicas estrategias mediáticas, que en que en seres de carne y hueso se desarrollen pasiones tan horrendas, impulsadas por la urgencia de subirse al podio de la fama.

Un Chiche Gelblung abrumado afirmó que el show de Tinelli es el Armagedón. Tal vez experimentó la misma visión de Juan acerca del tiempo final y de “las cosas que son, y las cosas que han de ser después de éstas”. De ser así, en algún momento, Tinelli y su troupe semidesnuda serán lanzados a un lago de fuego y azufre, y ese día, en el mismo horario, pondrán “Los Simpsons”.


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